3.Nubes de tormenta.

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Una corriente fría acarició mi cuerpo con las esperanzas de despertarme. Por un momento no le di el gusto de molestarme, pero sus abrazos comenzaron a ser tan fuertes que sentía que podría morir congelada.

Abrí los ojos en un acto reflejo, encontrándome con el blanco techo. No me moví, solo me quedé mirándolo intentando recordar cómo había llegado a estar recostada en la cama si recordaba dormirme en el suelo.

-Pensé que te habías muerto.- escuché su escalofriante voz.- Sería todo un récord para mi.- no le pillé la gracia a ese comentario, en cambio él si.

Lo busqué recorriendo cada parte de la habitación, mis ojos todavía no estaban acostumbrados a la oscuridad y me costaba un poco ver.

Las puertas del balcón estaban abiertas y él de espaldas. Sobre su cuerpo brillaba la media luna iluminando solo una pequeña parte de su rostro que junto a la fría noche le daban un aspecto fantasmal, brillando tanto que dolía mirarlo.

-¿Qué haces aquí?.- más tonta no podría ser.Claramente era su casa, normal que estuviera ahí.

-Te encontré tirada en el piso.- apoyó su hombro en uno de los barrotes, girándose para mirarme aunque yo no pudiera ver su mirada.-Has dormido mucho.

-¿Qué hora es?.-pregunté al ver que tenía razón.

-¿Qué importa?.-contestó con otra pregunta. Odiaba que la gente hiciera eso.-¿Tienes hambre?.

Negué con la cabeza. Tenía de todo menos hambre.

Después de esa pregunta nos invadió el silencio. Ambos nos quedamos mirándonos, yo su sombra y él todo de mi. Podía sentir sus ojos clavados en mi ser. De repente resonaron sus pasos por la habitación, acercándose con lentitud hasta la cama. Todo mi cuerpo comenzó a temblar involuntariamente al tenerlo delante, su cuerpo voluminoso me sacaba por lo menos tres cabezas.

Al tenerlo tan cerca la luz de la luna logró atrapar su rostro permitiéndome verlo.

Su mirada tenía algo tenebroso. Juraría que en ella solo se podía observar la oscuridad en la que su alma estaba sumida.

Me pegué a la cabecera de la cama al ver que su mano se extendía con la intención de tocarme.

-No puedes escapar.- susurró.- Ya te lo he dicho muchas veces, ahora eres mía.- su cercanía me produjo de nuevo nauseas.

-Yo no soy de nadie.- escupí con furia.- Vendrán a buscarme y cuando me encuentren date por muerto.

No bien terminada la palabra cuando de repente lo tenía encima mío, aprisionando mi cuerpo entre el suyo y la cama. Su aliento chocaba en mi cuello transmitiendo a mi piel descargas eléctricas.

-Suéltame.-las lágrimas no tardaron en acudir. Mis manos estaban atrapadas bajo las suyas por encima de mi cabeza. En esa circunstancia me tenía bajo su dominio y mi mente no podía parar de imaginar mi muerte por violación o por destripada. No olvidaba el simple echo de que él era un vampiro y yo una humana.- No me hagas daño.

-Pídeme perdón y no lo haré.- me sentía tan humillada...

Intenté decir la palabra pero esta se resignaba a salir de mi garganta. Tragué saliva al notarla tan seca.

Su boca se dirigió a mi hombro y todo su cuerpo se había tensado con el mío al compás. Ya podía hacerme a la idea de lo que él deseaba hacer en ese momento.

-Por favor...-supliqué.-Lo siento.

-Ya es demasiado tarde.- su voz salió ronca.

Grité al sentir dos agujas clavarse en mi hombro, perforando todo músculo que se encontrara de por medio. Las lágrimas salieron involuntariamente y todo ese dolor había conseguido transmitirme cansancio, por lo que dejé de forcejear y esperé a que todo terminara. Me sentía débil y sin fuerzas, cada vez más al notar la cantidad de sangre que estaba bebiendo.¿Era así la manera de la que iba a morir?

Secuestrada por un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora