VII: No haré amistades.

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“¿Cuál era el temor del niño? ¿Por qué los evitaba? Como si fuera una pested, enfermedad...con la única que convivía es con aquella niña de ojos ligeramente vivos”

Un mes, un mes de adaptación que se acopló a la niña perfectamente, de vez en cuando le tocaba hacer trabajos porque de por si los dueños hacían que los niños vayan turnando, algo que la molestaba era ciertas vueltas que el mayor daba alrededor de ella y la mayoría de las veces era salvada por el niño de vendas, eso se lo agradecía profundamente aunque no dijera nada le gustaba la compañía que le ofrecía, y los baños que se habían dado en el último vez fueron aventuras inolvidables.
Rachel se esforzaba más de lo normal cada vez que le tocaba trabajos, gracias a ella los demás podía comer decentemente, o soportar el hambre de alguna forma cosa que sorprendía a los dueños.

En el último mes no se registró la muerte de ningún otro niño.

No sabían si alegrarse o tomarlo como una molestia pero tampoco interferían en aquello, simplemente les daban de comer cuando se acordaban y dos veces al mes un baño, claro que la higiene trataban de mantenerlo por su cuenta pero era algo complicado debido a los recursos que casi no tenían.
Por su parte, cada vez que a Isaac le tocaba algún tipo de trabajo, traía consigo algunos trapos que sacaba de alguna caja tirada en algún lugar de la mansión en donde podrían mantener el sótano en condiciones medianamente agradables.

El castaño en más de una ocasión trato de acercarse al más grande de los niños pero de una forma maestra siempre lo evitaba o lo sacaba a patadas del lugar donde sería su cama, aunque eso agradecía un poco ya que notaba como algo estaba naciendo en él, un afecto mucho más allá de la amistad o de la compresión sentido hacia la niña que lo acompañaba casi siempre a donde iba, porque sino se sentaba cerca del mayor, iba con los demás para armar algún juego divertido o algo que pudieran contar como cuentos que inventaban siempre para pasar los ratos.
Esos buenos ratos en donde no existía el mundo de arriba, sino que 8 niños o en realidad 7 en ronda y uno apartado que escuchaba siempre las tonterías de los demás pero en algún rinconcito aquello le agradaba.

—Oye Isaac, ¿Puedo preguntarte algo?.

—Pues ya lo estás haciendo niña.

Un pequeño mohín apareció en el rostro de la pequeña rubia mientras ambos miraban por un agujero bastante grande la hermosa luna que asomaba todas las noches para alumbrar sus vidas miserables, aunque no lo viera de esa forma.
La niña inhaló y exhaló unas tres veces moviendo sus pies de forma inquieta, el poco tiempo que va conociendo al niño vendado puede ser alguien que deje intrigas de acuerdo a lo que quieras saber, pues ella solamente sabe su nombre, edad y algún gusto o pasatiempo como observar la luna, nada más que eso.

—Me preguntaba, ¿Por qué no te unes a nosotros en las rondas?.

—No haré amistades—. Su voz sonaba fría mientras evitaba la mirada azulada llena de curiosidad.

—Pero tú y yo...

—Sólo somos compañeros de convivencia, no te equivoques.

Estaba incómodo con aquella situación así que se levantó lo antes posible para mantener una distancia que no creía que iba a odiar tanto, dejando a la niña con la palabra en la boca y una pregunta sin formular.

Aún así, ¿Podemos ser amigos?.

Luego de aquel pequeño incidente, el heterocromático empezaba actuar más indiferente de lo normal, no dirigía miradas a Rachel ni siquiera dejaba que está se acercara a él...así que no tuvo de otra opción que convivir aún más con los niños descubriendo gustos de cada uno, y lo más sorprendente es que seguramente en algunos días, ellos cuenten su orígen de como llegaron a ese lugar recalcando que por más que quisiera saber sobre el más grande de todos, ellos no tenían ni el más mínimo conocimiento.

Rachel una vez más se recostó con angustia en su pecho, mirando al techo goteando de aquel lugar recordaba momentos de su vida pasada, teniendo en cuenta que alguna vez debía sacarlo dentro suyo pero en cierta forma, aunque quisiera expresarlo no entendía como, sentía una calidez cercana a la felicidad por lo que había conseguido y sólo con eso ella pudo cerrar los ojos para conciliar el sueño.
Esa noche, las escaleras chillaban debido a los pasos que alguien de daba tratando de tomar precauciones para pasar desapercibido y lo cierto es que no quería ser descubierto esta vez por lo que tomó a la chiquilla que dormía en brazos para dirigirse nuevamente hacia arriba.

Lo que no se esperaba es que al inicio de la escalera un niño lo esperaba de brazos cruzados, este niño estaba indiferente mirando hacia otro lado como si el posarse en ese lugar no fuera la gran cosa, el mayor sólo apretó el agarre de la dormida niña preguntándose si iba a intervenir una vez más, para su sorpresa este se hizo a un lado indicando que podía pasar, como si no le importase el destino de aquella niña o peor aún preocupándose porque no le diera un castigo.

En una mezcla de sorpresa y satisfacción el hombre empezó a subir las escaleras sin más, aún sin hacer mucho ruido para observar el rostro del niño que lo miraba de forma seria, en sus ojos no había expresión alguna preguntándose si hubo un problema entre ese monstruo y la niña, pero eso era muy favorable a su favor ya que podía hacer lo que quisiera sin tener que lidiar con un molesto chiquillo así que con veneno en su voz soltó aquella palabra que tanto detestaba.

—Así que el monstruo esta aprendiendo a ser obediente.

Apretó sus dientes e iba a saltar contra él pero recordó las duras palabras antes mencionadas sin moverse del lugar...

...y sin saber que en un futuro, lamentará no haber evitado el inicio de un encierro.

→¿Qué son los sentimientos?← ♪Zack y Rachel♪ ∆CORTO HIATUS∆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora