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[…]

-No sabía cómo entablar una conversación contigo, Amelia-

Ella solamente se rió, ¿Se estaba riendo de mí o de lo que dije?.

-Disculpame, me tomaste por sorpresa, no tenía idea-

Su risa era escandalosa, la mayoría nos miraban de reojo, querían saber que le había provocado tanta risa a la joven a la cuál me estaban celebrando su bienvenida.

-Esta bien, ahora sí, que tal si hablamos de tus gustos, Jenn-

No podía estar más colorada, esto era insólito, ¿Cómo podía hacerme esto en tan sólo pocos segundos, que tipo de persona era ella?. Pasamos el resto de la noche hablando, más bien, ella, eran interesantes anécdotas, bueno, pareciese está llena de ellas, además de unos chistes aburridos, pero como lo dice tiene su gracia.

-¿Qué le dijo un flan, a otro flan?-

-Ni idea, ¿que dijo?-

-Flantastico-

Mentalmente estaba confundida, no sabia que alguien pudiese reirse de ese tipo de chistes, pero me gustaba, me gustaban sus chistes sanos y aburridos, era un encanto y nadie podía negarlo, tampoco dejaría que lo hiciesen.

-¿Porqué tan callada?-

Estaba bastante tomada, como yo, eran las 3:30 de la madrugada y aún había mucha gente, debería estar en casa, pero no quiero irme, no quiero dejarla.

-Llévame a la habitación, estoy mareada Jenn-

Helen había escuchado, me habría ayudado pero alguien se la llevo, maldición, no se dónde es su habitación. Caminamos tambaleantes, ella cantaba una tonada de Lady Gaga, pero no recordaba su letra.

-Es aquélla-

Apunto a una puerta que tenía un laso rojo en la perilla, debe ser un regalo de Helen. Entramos, la habitación no era muy llamativa, era de color lila, tenía unos cuadros de collage, un escritorio, un asiento con la bandera de E.E.U.U y una cama con el estampado de Marilyn Monroe.

-Linda habitación-

Ella sólo se sentó en la cama asintiendo, golpeando el costado derecho de la cama para que yo me sentase.

-Oh no, debo irme, en casa deben estar esperándome-

Estaba nerviosa, sus labios estaban colorados, mis mejillas también, ambas nos mirábamos fijamente, el sonido era lo de menos, sólo nosotras, solas.

-Eres muy guapa, Jenn-

-Amelia…-

-No entiendo porque Peter es tan tonto para no prestarte atención-

Agarró mi muñeca sonriente, ¿Qué debo hacer?.

-Amelia, debo irme-

Sus labios se juntaron con los míos, haciendo que no pusiese ningún tipo de resistencia, ella puso sus manos en mi cuello y yo en su cintura, nada más ocurrió además de los besos tiernos y apasionados, eramos una, o al menos así lo sentía yo y nada podia joder esto.

Oh, ShitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora