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[…]

Hace unos días, bueno, semanas que no hablo con ella, ignora mis llamadas y mensajes, por lo tanto hace dos días me rendí, pero no sólo en los intentos de comunicarme con ella, si no también con Peter, del cuál me había enterado, ya no sentía lo mismo y se iba a mudar a Alemania, para su trabajo claramente o al menos eso me dijo a mi, cosa que no importó demasiado, se llevó su ropa y unos cuatro muebles de él, no espero ninguna camión, el mismo hizo el trabajo. Sólo Panamá, mi perro, esta a mi lado, dándome ánimo, mi mejor amiga no estaba en la ciudad y no quería saber nada de otra gente, prefería no llamar la atención.

¿Han sentido esa sensación de vacío?, esa, en donde lo tenías todo, aún que fuese una sola cosa, una persona que era tu todo, pero ya no más, ¿lo has sentido?, cómo todo desvanece y sólo estás tú, en un mundo oscuro lleno de problemáticos pensamientos pesimistas, que te hacen desaparecer, hacen desaparecer a lo que eras hasta que tan sólo dejas de saber tu razón existencial, ese vacío, ese vacío en el que vas cayendo, pero aún así, no quieres ser rescatado, porque entiendes que eso siempre te ocurrido y tan sólo ahora lo vienes a aceptar, eso amigo mío, es caer en un eterno camino en dónde si tienes suerte, no morirás.

Escuche el ladrido de mi amado canino, le estaba ladrando a la puerta principal, me levanté del sofá dando un suspiro de cansancio. Al abrir la puerta, Helen se me hecho encima hecha un mar de lágrimas.

Es Amelia!-

Palidecí, tan sólo al escuchar el cómo lo dijo, me estaba perturbando.

-¿Qué le ocurrió a Amelia?-

Trate de sonar más tranquila de lo que sentía, pero era realmente difícil ignorar este miedo.

-Tiene cáncer-

Caí de rodillas, mi can se acercó a mi lado para hacerme recordar que el estaba ahí, a mi lado, dándome su apoyo y cariño. ¿Cómo pueden hacerles daños a estos hermosos ángeles?.

Jennifer, por favor, reacciona!-

Cerré los ojos unos segundos para tratar de no alterarme, tal ves aún puede salvarse, tal ves aún haya una solución. Me levanté, sintiendo todo el peso del mundo en mis hombros, ella me miraba, expectante, atenta a mi próximo movimiento.

-Hablemos en la sala, adelante por favor-

-Jenn, no, debo irme, debemos irnos al hospital-

Ignorando sus palabras fui hacía la sala en busca de un vaso de whisky, malditas costumbres de mi madre adoptante.

-Maldita sea Jenn, ¿podrías volver a ser la Jennifer racional por favor?-

Mi can se ganó a su lado, cómo si la apoyará completamente, el que diga que estos animales no piensan ni sienten puede irse al mismísimo infierno, hasta los guió si quieren.

-¿En qué hospital está?-

-No lo recuerdo, el nombre es muy extraño, pero recuerdo el recorrido en la ambulancia así que por favor, te pido que dejes ese comportamiento-

Traté de no sonreír ni reír por su comportamiento, el mío era normal, ¿pero el de ella?, en sus ojos ya no había una pizca de tristeza, realmente no la podía entender. Me tome el vaso de whisky para luego tomar las llaves de mi auto que estaban en mi bolso. 

-Te sigo-

No la dejé hablar, ya estaba arriba del auto y ella se apresuró a cerrar la puerta con la llave que tenía debajo de mis macetas, sí, había venido antes, es una de las pocas que toman la lógica y me preguntaron si debajo de mi maceta tenía una llave, típico, eche a andar el auto para seguir el actual auto de mi querida amiga, no tal actual, es un todo terreno con gps y todas esas burradas.

Espero realmente que estés bien, mi ángel.









Oh, ShitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora