2

2K 82 0
                                    


[…]

Es sábado, son las 9:30 p.m, estoy casi lista para ir a la fiesta, aún que no tengo muchas ganas, Andrea con su carácter fuerte es capaz de llevarme a rastras.  Me sentía extrañamente ansiosa, cómo si no necesitase más que ir, pero aún pienso que sólo es un estorbo en mis días de descanso.

Me quedé mirando un segundo mi habitación, todo estaba decorado por Peter, que tenía gustos exquisitos, realmente todo era valioso. Deje mi móvil en mi mesa de noche para irme de una ves, extrañar a ese hombre no  hará que vuelva. Baje hasta el garaje en donde estaba mi coche, un clásico plymouth Barracuda de 1969, era de mi abuelo en su juventud y luego pasó a mi padre, hasta a mi, no quiero tirar esta joya, es mi único recuerdo de mi abuelo y su personalidad.

Llegué a la fiesta, la música no estaba muy fuerte, habían varios autos aparcados en la entrada. Era un barrio de gente con dinero, calles anchas, seguridad y los vecinos solían salir bastante gracias a sus viajes,  todos los barrios de ricos eran iguales. Llegue hasta la entrada estacionandome, sin problemas, deje el seguro y baje.

-¡Jenn!-

El grito chillón caracterizaba a Andrea, además de su exquisita belleza.

-No tenía nada más interesante, Andrea, no te ilusiones demasiado, no pienso quedarme mucho-

-No seas amargada, desde que conociste a Peter no has vuelto a salir-

Hizo una mueca, realmente entendía su disgusto, pues Peter ya no es el encanto que solía ser en esos días. Entramos, ella como siempre presentandome con ciertos amigos de Helen, a pesar de que no me interesaba.

-Esta en la entrada, preparense-

Helen, una mujer algo pasada de peso, especializada en la peluquería y dueña de un cafe, siempre estaba animosa y arreglada, su carta de presentación era su radiante sonrisa, fui su abogada por temas de la compra de su local de cafe, pero todo salió exitoso gracias a que el dueño anterior era un drogadicto y necesitaba la plata para sus vicios, aún que no apruebo que use las drogas, claramente.

-Jenn, deja de pensar y presta atención-

Andrea y todos los demás habían traido algo, además de su presencia, regalos, comida, vino, mientras que yo traje mi amargura, producto de mi discusión con Peter, que bien.

En este momento debía estar sonriendo y decir ;''Sorpresa'', cómo todo el mundo, pero no pude evitar quedarme inmóvil al verla, jamás me había sentido de tal manera.

Era una muchacha alta, de piel color caramelo, su cabello es ondulado y castaño, sus ojos eran de color avellana que brillaban de la emoción, miraba a todos alegres, abrazo a su familia y amigos conocidos, saludó a otros, pero yo estaba ahí, en un rincón, admirandola a ella y reflexionando lo que me hacía sentir hace apenas cinco minutos de su llegada.

Cuando la conocí, eran las 11:11 de la noche, hora en la que muchos la llaman la hora de el surgimiento del amor o la hora de los romances.

Ella era especial y tenía que conocerla.













Oh, ShitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora