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El sello Martell adornaba el recién escrito pergamino. Lo dejo a un lado y se dispuso a escribir en el otro pedazo de papel. Se sentía bien al escribir, en el campamento casi no tenía con quien hablar; Robb estaba demasiado ocupado, Catelyn no era realmente una opción y Theon... seguía siendo Theon.
Unas pisadas se escucharon a las afueras de su tienda, supuso que se trataba de algo importante cuando escuchó unas cuantas espadas. Catelyn Stark entró sin pedir ningún permiso, acompañada de al menos cinco guardias.
— ¡Llevénsela! —exclamó la mujer.
Los soldados obedecieron la orden y sin ningún cuidado la tomaron de los brazos y la sacaron casi a rastras.
— ¡Sueltenme! —frente a ella estaba Catelyn, con una mirada acusadora, como si hubiera cometido un gran crimen.
— Siempre supe que no eras buena para mi hijo, sólo que no creí que llegarías tan lejos. —vocifero la mujer.
— ¿De que está hablando?
Estaba más que confundida, estaba totalmente perdida. ¿Qué había hecho para que la trataran de esa forma? Siempre se había portado bien con todos los soldados del campamento, y ellos lo sabían muy bien porque la miraban avergonzados. Seguramente ni ellos mismos sabían por qué lo hacían, pero era una orden.
— ¡Llevénsela! —volvió a ordenar sin siquiera darle una explicación.
Lena comenzó a sentirse desesperada y luchaba con los hombres que la sostenían. No sabía a donde la llevarían, o peor, no sabía lo que le harían.
— ¿Qué está pasando aquí? —su voz le hizo recuperar la esperanza. Sabía que él no permitiría que la tratarán de esta forma tan humillante.
Sus ojos se encontraron con los de él. Robb estaba tan sorprendido como ella, estaba segura que él tampoco sabía lo que estaba pasando. Le dedicó una mirada de súplica y el Stark endureció sus facciones.
— ¡Exijo una explicación! —la voz de Robb haría temblar a cualquiera, más cuando la ira se apoderaba de él
— Robb, ella no es lo que crees. —se adelantó Catelyn— La otra noche la ví en la celda del Matarreyes, seguramente están conspirando contra ti.
Así que de eso se trataba. Lo único que había querido era ayudar, y ahora la encerrarían por eso.
— ¿De qué estás hablando, madre?
— ¡Revisa las cartas! Seguramente las enviará a King's Landing.
— ¡Robb, escúchame por favor! —sus ojos estaban cristalizados y su grito mostraba desesperación.— ¡No es lo que parece!
