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— Dime que no es cierto.
Catelyn ni siquiera pudo verlo a los ojos. Cómo verlo y decirle qué pasó por encima de sus órdenes como si estas no valieran nada.
— ¿Por qué? —exigió saber.
— Por las niñas. —respondió, como si eso solucionara todo.
— Me traicionaste.
— Robb...
— ¡No! —exclamó furioso. Pudo esperarlo de otros, pero su propia madre le había fallado— Sabias que no lo permitiría y lo hiciste de todas formas.
— Bran y Rickon son prisioneros en Winterfell. Sansa y Arya son prisioneras en King's Landing. Tengo cinco hijos y sólo uno de ellos está libre.
Lord Karstark hasta ahora se había mantenido callado por respeto al rey, pero no podía evitar que todo su ser se llenara de ira ante tal acción de Lady Catelyn. No solo había traicionado a Robb, sino que también a todos sus hombres. A todo el Norte.
— Perdí un hijo que luchaba del lado del tuyo, perdí otro porque el Matarreyes lo estranguló con una cadena. Y usted comete traición porque sus hijos están presos. —atacó el Lord sin tener intención de medir sus palabras.
— Lloro la pérdida de sus hijos, mi Lord.
— No quiero sus lágrimas, quiero venganza. Y me la quito. —recriminó.
— Matar a Jaime Lannister no le devolverá la vida a sus hijos, pero llevarlo a King's Landing quizás le salve la vida a los míos.
— Jaime Lannister te mintió. —dijo Robb— Has debilitado nuestra posición, has sembrado discordia en el campamento y lo hiciste a mis espaldas. Lo peor de todo es que me hiciste desconfiar de mi esposa, y al final me traicionaste tú.
Catelyn no encontraba palabras para defenderse, tal vez porque sabía que no las había. Pasó tanto tiempo culpando e incriminando a Lena, que le costaba creer que fuera ella misma quien traicionara a su hijo.
— Asegúrense que la vigilen día y noche. —ordenó el joven lobo.
— Robb...
— ¿Cuántos hombres enviamos a la búsqueda del Matarreyes? —preguntó al joven guardia, ignorando por completo los llamados de su madre.
— Cuarenta, Su Alteza. —respondió el soldado.
— Envíen otros cuarenta con los caballos más veloces. Lo quiero devuelta.
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Lena apenas y podía contener su sonrisa. Después de pasar noches enteras sin dormir, recriminándose a sí misma no poder ayudar a Robb, sentía que finalmente había hecho algo bien. No sólo para su esposo, para toda la Casa Stark y el norte.
