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— Lady Stark... —musitó al ver la larga melena pelirroja atravesar el umbral de la puerta.
Lena aún estaba recostada sobre la cama porque Robb así se lo había pedido al Maestre Luwin hasta asegurarse que recuperara sus fuerzas.
— Creo que las dos ya hemos pasado por muchas cosas como para seguir tratándonos con formalidades. —Catelyn cerró la puerta porque así podría tener la privacidad deseada con ella. Si iban a arreglar sus diferencias sería a su manera, no haciendo todo un teatro— Además, ahora yo debería llamarte así.
La joven no estaba muy segura de que responderle. Catelyn siempre la había tratado con indiferencia y con ciertos malos modos desde que la conoció, o más bien, desde que se dio cuenta que la cercanía con Robb no era precisamente de amistad. Aún así, también quería dejar todo eso atrás.
— ¿Debo suponer que ya no me odia?
Catelyn jugueteó con sus manos al mismo tiempo que tomaba asiento a su lado. Grey Wind apenas se movió.
— Yo no te odio, nunca lo hice. —confesó, y no sólo ella se sorprendió de haberlo hecho— Sólo estaba preocupada por mi hijo. Cuando eres madre quieres protegerlos de todo. Pronto lo entenderás.
Claro que lo entendía. Aunque su bebé aún no nacía haría hasta lo imposible por protegerlo.
— Perdóname, por todo.
Tal vez eso pudo hacer las cosas más fáciles desde el principio. Contrario a lo que Lady Stark esperaba, Lena tomó su mano dándole un ligero apretón, sonriéndole sin ningún tipo de rencor. Todo sería diferente ahora.
Después de un rato, ya hasta habían perdido la noción del tiempo por la charla tan amena que llevaban. Antes, tan sólo imaginar esta escena era imposible; ahora, nadie creería que esto de verdad estuviera pasando.
— ¿Te sientes bien? —le preguntó Cat, al ver a su nuera acariciar su abultado vientre.
— Estoy asustada. —admitió, sintiendo un gran alivio. Ni siquiera se sentía segura de decírselo a Robb, aunque él hiciera de todo porque estuviera bien. Era una plática que debía tener con alguien con experiencia en esto— No sé si lo haré bien. Nunca tuve una figura materna que me hablara de estas cosas.
Lena apenas tenía cuatro años cuando Mellario, su ahora conocida madre adoptiva partió de vuelta a Norvos. Había sido un duro golpe tanto para ella como sus hermanos, y a pesar de que Doran Martell siempre estuvo dispuesto a llenar ese vacío era lógico que no era lo mismo.
— Bueno, ahora me tienes a mi. —dijo Cat, casi sonando como una verdadera madre para ella— Yo estaré contigo, y todo lo que quieras saber puedes hablarlo conmigo. Tuve cinco hijos, soy más que experta.
