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La visita de los Martell a Winterfell había tomado por sorpresa tanto a Ned Stark como a Catelyn. El príncipe de Dorne, Doran Martell había dicho muchas veces que Ned Stark era el único hombre en el que podía confiar ciegamente, hablando de los guardianes de los siete reinos.
Un honor sin duda.
Catelyn Stark se encontraba más atareada que de costumbre. En pocas horas llegarían nada más y nada menos que los príncipes de Dorne por primera vez a Winterfell. Para ella, todo debía salir perfecto.
Los Martell eran una familia que podía guardar resentimientos durante toda la vida. Eran personas de temer. Doran Martell era un hombre prudente y reflexivo, mientras que el principe Oberyn Martell era un guerrero de alto nivel que disfrutaba, más que nada, la guerra.
Todos los sirvientes de los Stark habían estado preparando todo desde que el sol apenas empezaba a salir.
—Quiero que lleven las flores más bellas que encuentren a la habitación de la princesa. —ordenó Catelyn Stark a dos sirvientas— Entiendo que le fascinan.
—Entiendo que en Dorne su habitación está llena de ellas. —agregó el maestre Luwin, caminando detrás de Lady Stark.
—¿Cuántas flores puedes tener en una habitación?
—Ya han llevado grandes ramos, ya lo averiguaremos.
Ned Stark por su parte, se encontraba viendo la práctica de arco de sus hijos. A diferencia de su esposa, él lucía más tranquilo ante la visita del príncipe.
—Bran, estás tensando mucho tu brazo. —explicó Jon Snow, el bastardo de Ned.
Bran apenas era un niño, pero Ned siempre decía que no iba a ser un niño por siempre, por ello, debía aprender a usar correctamente un arma, a pesar de las negativas de Catelyn. Cada día, por varias horas, practicaba con su hermano mayor, Robb, y con Jon.
—¿Por qué el Príncipe de Dorne visitará Winterfell? —preguntó Jon a Robb.
Era cierto que la noticia había tomado a todos por sorpresa. Y aunque había pasado tiempo desde que el cuervo había llegado con la carta, aún trataban de buscar una razón para que el príncipe viajara tan lejos.
—No lo sé. —respondió, juntando todas las flechas que habían utilizado en la práctica.— Padre dice que tal vez no sea un asunto tan importante. Pero madre está muy nerviosa.
—¡El príncipe ya viene! —paso corriendo el pequeño Rickon, el menor de todos.— Madre dice que te des prisa.
Lord Stark atendió el recado de su esposa, y camino apresurado haciendo una seña a sus hijos para que lo siguieran. Lady Catelyn ya se encontraba en el lugar junto a sus hijas, Sansa y Arya. Claramente molesta por el retraso de su esposo.
