Prólogo: Lo vieron en la sangre

152 9 8
                                    

-Narra Tyr: dios de la guerra, de la gloria en combate, y de la victoria.-


Malos recuerdos se agolpaban en mi cabeza, si antaño había sido un hombre con energía y algo menos serio de lo que ya de por sí mostraba, a día de hoy, mi semblante solo expresaba dos cosas: seriedad y descontento, prefería mantenerme lejos de los demás, en una esquina, solo y sin compañía, así no recordaba lo que pasó aquel día.

El dolor en mi mano derecha desapareció hacía muchos años, me había acabado acostumbrado a aquella ausencia fantasmal, pero aun recordaba esas insoportables punzadas que por entonces sentía en mi muñeca, ya no estaban, se habían ido. No negaba que a veces volvían levemente, como si aquellos dientes intentaran de nuevo desgarrar mi carne, surgían sobre todo cuando recordaba dicho momento, cosa que sucedía de forma eventual, más cuando mi familia estaba cerca. Desde ese día tuve que volver a aprender a manejar el hacha; frente a la ausencia de una mano, usé la otra, no existían más opción, salvo abandonar y dejar de ser un guerrero, y eso para mí no era una posibilidad, jamás dejaría de pelear. Si antes me dedicaba a practicar con mis hermanos, y a divertirme con ellos, ahora prefería entrenar solo; ignoraba a mi familia cuando esta decidía salir en grupo a cazar o decidían realizar alguna fiesta, me excusaba haciendo alusión a mis problema, a la ausencia de mi mano, no deseaba verlos, prefería estar en su presencia el menor tiempo posible, cada vez que les miraba a los ojos solo veía culpables de mis desdicha, personas que habían violentado mi orgullo y que me veían como un objeto roto.

Hace muchos años recogí del bosque a un lobo llamado Fenrir, mi padre creía que era peligroso, pero aunque les demostré a todos que era muy dócil, el tamaño que llegó a alcanzar les asustó tanto que surgió en ellos el deseo de atarlo y mantenerlo controlado. A raíz de ese evento, perdí mi mano y la confianza depositada en Fenrir, el lobo odiaba a toda mi familia y se lamentaba cada día del incidente que ambos sufrimos. ¿Conoces esa historia? Seguro que ya te la han contado.

Me encontraba tranquilamente sentado en el prado, pensando en cómo evitaría hoy los eventos que mi familia tuviera previstos, cuando Balder, silencioso, se acercó por mi retaguardia, y dio un suave toque sobre mi hombro. Al volverme, me costó ser capaz de ver algo malo en aquella sonrisa. Nada perverso había en Balder, resplandecía con cada paso que daba y parecía estar envuelto en un halo de pureza. A día de hoy me preguntaba si mi hermano había intentado como yo evitar el encierro de los hijos de Loki, pero sus palabras hacia Fenrir cuando intentamos colocarle la cadena me hacían dudar.

—Hola hermano —saludé—, ¿necesitas algo de mí?

—Vamos a salir a cazar y quiero que vengas con nosotros, padre se está empezando a preocupar, pasas mucho tiempo solo cuando antes siempre estabas dispuesto a acompañarnos.

Sus palabras encerraban algo más que lo que pretendía simplemente decir, algo que no quería mencionar directamente, creía saber qué. Padre comenzaba a sospechar que mi ausencia y mi reticencia a juntarme con los demás no eran solo porque me faltara una mano y aun tuviera que superar la perdida. Balder consiguió con sus palabras convencerme, accedí a cazar con mis queridos hermanos; no podía coger un arco, pero sí podía adornar el día con mi presencia, lo cual para algunos era más que suficiente.

Seguí a mi hermano hasta donde mi familia se había reunido y nos dirigimos todos al lugar donde eventualmente solíamos cazar. Fuimos en fila, en parejas de dos, charlando durante el trayecto. Mis hermanos se mostraban muy animados, yo no tanto. Agradecí el silencio de mi compañía, Frey, quien con los brazos cruzados fruncía el ceño y parecía estar pensando en algo que lo atormentaba. Cuando eso ocurría, significaba que algo iba a pasar. Podría haberle preguntado, pero ahora mismo carecía de interés.

El cantar de HymirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora