-Narra Jörmundgander: la serpiente de Midgard, hijo de Loki y Angrboda.-
Tú, aquel que escucha, ¿de veras pensaste que era tan estúpido como para morder la cabeza muerta de un animal que permanecía pendida de un hilo?, ¿tan primitivo me crees? Entonces no me conoces, no sabes cuales fueron mis motivaciones, no tienes ni idea de lo que ocurrió tras esta enigmática historia donde excelsos dioses se enfrentan a temibles bestias. Todos conocen las hazañas bajo la primera sangre de Odín, pero ¿a quién le importa las motivaciones que una serpiente pudiera tener para con el dios más fuerte y poderoso de todos? A nadie le importa mi historia, salvo a ti, que parece aún no te has ido de aquí.
Nada sabes de mí, por mucho que creas saberlo todo, pero no temas ignorante ser, para eso estoy ante tu presencia. Mi interés se ha centrado ahora en ti, aprovéchalo, y escúchame, pues esta historia no lo volveré a contar más. Soy el mayor de los hijos que Angrboda y Loki pudieron engendrar, soy el verdadero terror de Midgard: Midgardsormr. Te voy a contar mi historia y lo que realmente ocurrió en este relato.
Serpiente, dragón, ¿qué más da lo que otros digan que soy? Yo lo tengo bastante claro, ¿tú no? Soy un gigante, pero nací con una piel distinta a los demás; aunque ello no me parece tan característico como que también nací con otro tipo de corazón, uno frío y plagado de desdén.
De las entrañas de mi madre surgió un huevo, negro y verdoso. De ese huevo, a base de golpes y mordiscos, aparecí yo. Lo primero que hice fue subirme a una rama y dejar claro a quien me dio la vida que nada me importaba ella y su mundo. A mi madre aquello le resultó la mar de gracioso y conveniente. A mi padre no le hizo tanta gracia, pero era su hijo y me aceptó como tal, sin rechistar. Lo cierto es que se iba esperando que no tendría un rosado bebé, pero de ahí a una serpiente que lo contemplaba todo con odio y desdén para no ser molestado...
Mi padre fue el único de los dos que intentó entablar conversación conmigo, pero poco consiguió, para su desgracia, pues solo despegaba mis labios para decirle que se fuera y me dejara tranquilo en mi rama. Al final acabó por simplemente saludarme cuando se pasaba a ver a mi madre. Se lo agradecí, aunque nunca se lo dije, ni tuve intención de hacerlo. Mi madre jamás se molestó en intentar cambiar de actitud o fingir al menos que su hijo existía.
Tiempo después nacieron mis hermanos. Fenrir permaneció al lado de mi madre siempre. Hela fue más solitaria, pero jamás me ganó. Mi pequeña hermana disfrutaba de la compañía que los muertos podían brindarle; entablaba conversación con los cadáveres, aunque jamás supe si hablaba sola o verdaderamente formulaban respuestas sin poder ser escuchados por otros, solo por Hela. Mi pútrida hermana también gustaba de jugar con su peludo hermano mayor, por ello jamás estaba sola del todo. Conmigo apenas intentaron sociabilizar, yo solo era una serpiente en una rama, sabían que era su hermano mayor, pero como no mostraba el más mínimo interés en ellos, decidieron hacerme caso omiso por simple desconocimiento.
Cuando el fatídico día llegó, aquel en el cual los dioses atravesaron Járnvid para llevarnos hasta su mundo, nuestra querida madre nos hizo reunir en el bosque que habitábamos desde nuestro nacimiento para hablarnos de algo que, decía, era de vital importancia. La reunión se hizo bajo la rama que con frecuencia yo usaba para dormir y descansar, pues nada me interesaba lo que ella tuviera que decir, y bien sabía Angrboda que no pretendía moverme de allí, pero ella deseaba que la escuchara; así decidió que sería más conveniente permanecer a mi lado.
—Niños, hoy vamos a quedarnos el resto del día aquí, los tres juntos —comenzó. Mientras, la contemplé de reojo. Permanecía, como era costumbre en ella, con una sonrisa fría y un brillo envenenado recorriendo sus pupilas. Mi madre parecía intentar ser maternal en aquel instante, pero las múltiples y mezquinas ideas que pasaban por su mente, delataban sus mentiras—. Van a venir tres horribles hombres que pretenden raptaros —Hela exclamó, Fenrir gruñó—. No podéis hacer nada, más ir con ellos; vuestro padre ha revelado donde vivimos, y esos hombres que se acercan son poderosos dioses a los cuales, ninguno, podéis hacerles frente... al menos por ahora.
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El cantar de Hymir
AdventureUna vez los dioses fueron de caza y decidieron comer en la casa del dios Aegir. Este necesitaba un caldero para fabricar cerveza y poder servir a todos los dioses. Tyr decía conocer a alguien que poseía un caldero lo suficientemente grande como para...