Capítulo V: El mar de Midgard

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-Narra Tyr: dios de la guerra, de la gloria en combate, y de la victoria.-


Mi madre se tomó las molestias de adecentar un lugar en el palacio para que mi hermano y yo pudiéramos pasar allí la noche, una zona cerca del fuego en el salón, tampoco íbamos a pedir mucho más, suficiente que nos dejó algunas mantas. Thor durmió perfectamente, yo dormí nefastamente. Hymir, ni idea, había desaparecido. Mi madre decía que estaría cazando, o cuidando de sus preciados uros. Estuviera haciendo lo que estuviera haciendo, era preferible no acercarse a él hasta que no quedaran más opciones, es decir, hasta caer la noche, cuando se reuniera con mi hermano para ir a pescar. Mi padrastro no era alguien que me adorase, pero al menos me respetaba. Ahora, gracias a Thor, creo que sentía un odio visceral hacia ambos, y con un poco de mala suerte, hacia todos los aesir, lo cual no ayudaba mucho en mi intento por hacernos con el caldero.

A primera hora de la mañana, mi hermano totalmente renovado por el sueño, y yo un tanto fatigado por no haber dormido lo suficiente, decidimos salir después del dagveros, el desayuno, de la casa de Hymir, para así pasear un poco y olvidarnos momentáneamente de nuestra situación. También para tantear el terreno, a Thor le interesaba saber donde se reuniría con Hymir, eso y algo más que no me había contado. Thor solía mantener una actitud brusca y despreocupada, pero desde que se despertó se mostraba serio y callado, eso significaba que estaba pensando. Sí, pasaba poco, pero a veces Thor pensaba, y sus ideas tendían a ir por el mismo camino retorcido que solían cabalgar las que por la mente de mi padre discurrían.

—Así que ese hombre es ganadero —dijo Thor mientras paseábamos en dirección al mar, buscando la barcaza de Hymir. Esta noche, Thor iría a pescar con el gigante. Durante el día todo se veía con mayor claridad, así que mi hermano memorizaría el camino y buscaría algunos sitios que le resultaran de interés, así como algunas zonas sobre el mar que se mostraran más aptas para pescar, o alguna zona en la orilla donde pudiera encontrar cebos vivos de buena calidad, cualquier cosas, lo que fuera para conseguir que Hymir se sorprendiera, aunque no me sentía muy esperanzado. Hymir era muy cabezota y estaba enfadado, ni aunque mi hermano consiguiera asombrar al gigante, reconocería este que a Thor se le daba bien pescar, si es que esta afirmación era cierta, nunca había visto a mi hermano en esta situación.

Agradecía que Thor quisiera ir preparado, me hacía entender que sabía lo importante que era esto. Por regla general, Thor confiaba demasiado en su martillo y lo cedía todo a su supuesta buena suerte, la cual se activaba una vez mi hermano había decidido usar el martillo y dejarlo todo hecho una ruina, demasiadas casualidades.

—Sí —respondí a las palabras de Thor en relación con el gigante—, Hymir cría uros, pero no unos uros cualquieras, son unos bastante grandes, animales que nacieron para servir de alimento a los gigantes —empecé a contarle lo increíbles que me parecían. Cuando era pequeño y aun vivía con mi madre, recordaba ver a Hymir cuidar de aquellas enormes bestias, eran tranquilas y orgullosas, bellas a su manera, pero esto a Thor no le interesaba.

—Ya, ya —soltó mi hermano en un intento de hacerme callar, sin duda no parecía importarle mucho la procedencia de dichos animales.

Continuamos el trayecto en silencio, hasta que encontramos el resplandeciente mar azul a través de un camino descendente, flanqueado a los lados por unas paredes rocosas de escasa altura. La zona perteneciente a la playa estaba cubierta por la arena, y apenas, una vez bajamos, había un sendero de escasas dimensiones por el cual transitar, tres personas ya tendrían problemas para sortear las olas que rompían contra la orilla. Cuando la marea subiera, aquello probablemente se convertiría en un rompe olas. De mientras, las gaviotas chillaban y bajaban a veces en busca de algo de comida enterrada entre las algas secas que adornaban la orilla. Atado a una roca, se encontraba la barcaza de Hymir, ahora fuera del agua, descansando en la arena sobre uno de sus costados. Thor no se dirigió a ella de inmediato, si no que se quedó un momento contemplando la inmensidad del mar. Sus ojos azules, a la luz del sol, parecían contener el cielo de una tormenta, nubes cargadas de relámpagos, siempre habían sido de un azul extraño y brillante, siempre había parecido que en ellos residiera la energía del rayo.

El cantar de HymirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora