Capítulo IV: Tres uros para tres

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-Narra Tyr: dios de la guerra, de la gloria en combate, y de la victoria.-


En menos de lo que tardaba en cantar Gullinkambi en el Valhalla, estalló una guerra en aquel salón. No era un lugar excesivamente grande, tenía las dimensiones que cualquier salón debía tener, su mesa en el centro, sus sillas rodeándole, su fuego cerca para calentarse, y un lugar perfecto en la mesa para servir las comidas, todo presidido por quien se sentara en el trono, dispuesto en altura sobre una pequeña escalinata para así presidir el salón y verlo todo a su alrededor. Siempre había considerado un cobarde a Loki, quien antes de enfrentarse a cualquiera más grande que él, prefería esconderse, y no es porque Loki no supiera manejar su lanza, si había comida de por medio era el mejor lancero, pero casi que parecía darle pereza hacer el esfuerzo si no era por comer. En cualquier caso, comprendí su tendencia a huir de los problemas, con Thor era complicado plantarle cara a algo, corrías la suerte de salir con un martillo incrustado en tu cabeza.

El pilar en el que nos escondíamos había estallado con solo Hymir contemplarlo, hasta ahí llegaba la ira del gigante. En cuanto escuché el estruendo, me alejé de él para evitar los fragmentos de piedra, si tenía que combatir contra algo, que pudiera verlo, pero justo cuando me encontraba preparado para pelear con mi hacha de combate sujeta por mi mano izquierda, un estruendo siguió a la rotura del pilar, el sonido de ocho calderos que habían reventado justo después de surgir en la sala el sonido de un martillo, no me hizo falta saber más, ya comprendía que estaba pasando.

— ¡Basta! —Ordenó mi madre, dando por finalizada la disputa en el salón, y pudiendo con ello ver que había pasado— ¡Esta es mi casa y exijo que paréis los dos ahora mismo! —insistió ella. En realidad la casa era de Hymir pero como había comentado antes, ella llevaba las llaves, ella se encargaba de la administración del lugar y que la casa estuviera presentable. Que dos brutos vinieran a destrozar el mobiliario no era algo que le entusiasmara.

La escena que me encontré tras el estallido del pilar y los calderos fue la siguiente: Thor con los ojos brillantes y su martillo en la mano, contemplaba al gigante con los dientes apretados y los músculos de sus brazos y pecho totalmente en tensión; Hymir, quien había recuperado su forma de gigante, plantaba cara a mi hermano con los trozos de escarcha aun adornando su barba, enseñaba los dientes y apretaba los puños, furioso. De los calderos en el techo no había ni rastro, pero me fijé en que un noveno había sobrevivido. El que buscamos, pensé antes de que mi madre volviera a escupir sobre Hymir y Thor.

— ¡Esposo! Este es nuestro invitado —dijo ella—, y te guste o no, le debes el comportamiento propio de un anfitrión —alzó la mano antes de que Hymir pudiera hablar—. Además, ni has saludado a Tyr —me señaló con ambas manos, después señaló con un dedo a Hymir y Thor—. Ahora quiero que los dos os sentéis a la mesa, reflexionéis sobre vuestro comportamiento, esperéis a que mi madre traiga la comida, y os calméis un poco, ¿¡entendido!?—alzó levemente el tono, como una madre furiosa por el comportamiento de su hijo.

Probablemente Thor iba a decir que no, pero yo le hice un gesto bastante claro que hasta él podría entender para que cerrara la boca, debía recordar a lo que habíamos venido. Mi hermano gruñó, quizás su forma de decirme que no quería hacer lo que le indicaba, pero que lo haría de todas formas. Hymir también claudicó ante las palabras de su esposa, disminuyendo su tamaño hasta volver a parecer una persona.

—Hola, Hymir —dije intentando relajar tensiones entre Thor y mi padrastro.

—Tyr... —dijo el gigante una vez se hubo fijado en mí... y en mi perdida— Con menuda gente te juntas, muchacho. Tienes un corazón noble y llevo de valor, esta chusma no te merece —vi por el rabillo del ojo como Thor apretaba con más ganas a Mjölnir.

El cantar de HymirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora