《Introducción》

2.2K 237 140
                                    

Los gatos siempre fueron mi mascota favorita.

A lo largo de mi vida, desde mi infancia hasta mi adolescencia, he convivido con más felinos que personas. Mis padres dirigían un refugio donde rescataban y atendían animales abandonados en las calles, y solían llevarme muy seguido allí.

El animal que siempre me llamó la atención fue el gato. Tanto así que en mi casa teníamos muchos de esos animalitos rondando por ahí, ya sea porque adoptamos, porque no había lugar o simplemente porque venían de algún rincón de la ciudad a parar en nuestra casa.

En todos los años que viví con mis padres, tuvimos al rededor de quince o más gatos.

Todavía recuerdo las buenas aventuras que tuve con mis mascotas, la primera y última que convivió conmigo, antes de ser adoptada o fallecer. Sin importar la edad, lloré con cada fallecimiento de alguno, a pesar de que ni fuera apegado a mi, yo los quería a todos.

Seguí con mi vida, terminando la secundaria y preparatoria, comenzando a valerme por mi mismo a finales de aquel período escolar. Ya había conseguido un trabajo rentable, un departamento a buen precio (que pago con ayuda de mis padres, por cierto) y un negocio al cual podría dedicarme como carrera independiente, sin dejar de lado los estudios, claramente. 

La pintura me atrajo a partir de la edad de trece o doce años, cuando asistí a una exposición de artes, donde participé de un pequeño taller gratis. En este taller enseñaban técnicas bases de pintar con acuarelas.

Desde ese día, quise aprender más.

Con estudios y aprendizaje, pasé la mayoría de mi adolescencia y tiempo libre adentrándome al mundo del arte y las pinturas, trabajando en mejorar mis tácticas para recrear paisajes o dibujos que se me vinieran a la mente, como también aprender nuevas técnicas y agregar ese toque mío.

Ahora, con veintidós años de edad, era yo quien asistía a las exposiciones para dar talleres junto a mis amigos que compartían esta misma pasión, o presentaba mis cuadros y los vendía.

Cuando llegué a mi apartamento traje conmigo todos mis útiles que, según yo, molestaban en la casa de mis padres. Las brochas, pinceles, pinturas, todos los materiales e incluso las revistas que aún conservaba sobre dibujo.

Aquel apartamento no era, ni muy chico, ni muy grande, constaba de dos habitaciones, un baño, cocina y sala separados por una mesada de mármol, y allí, en la misma sala, la mesa del comedor. Una mesa con dos sillas.

La habitación más pequeña se convirtió en mi taller, todo lo relacionado al arte se encontraba ahí. Compré un amplio escritorio y una lámpara, moví la cama, la mesita de noche y el armario de manera en que no molesten, y en su lugar coloqué mis siete caballetes de madera. La única ventana que había estaba la mayor parte del tiempo abierta por los fuertes olores a acrílico y témpera que rondaban por el aire.

La puerta de esa habitación se mantenía siempre bajo llave, y de esta manera, evitar que mis gatos intentaran adentrarse en mi lugar de trabajo.

Sí, nuevamente hacen aparición aquellas adorables criaturas.

Como los primeros días me sentía muy sólo en mi nuevo hogar decidí adoptar una mascota. Primero tuve un loro, ya que pensé que algún animal de cuatro patas podria llegar a ser una molestia, pero mi lorito se escapó en menos de un mes. Admito que lloré por eso, ya le había agarrado cariño.

Luego de recuperarme de la pérdida de aquel loro, me decidí por un gato. ¿Por qué no? Había convivido con ellos prácticamente toda mi vida, adoptar uno no me haría ningún mal. El problema es que no fue solo uno, sino que adopté dos. No me decidía entre ambos, y eran unos hermanitos que no querían separarse, así que los traje a los dos conmigo.

Primero dos, después tres, pasaron a ser cinco y ahora tengo once gatos a los cuales alimentar. Todo fue muy raro y rápido, cada vez que veía alguno en el refugio de mis padres o en las tiendas me daba una sensación muy fuerte de sentimientos negativos, y terminaba adoptándolos.

Y así, terminé con juguetes, camas, ratones de goma, platos de comida y agua, y mucho pelo en mi casa. Pero por mi está bien, la verdad es que me gusta mucho despertar y alimentar a tres de ellos por la mañana, dos al medio día, cuatro por la tarde y a los dos últimos en la noche, antes de dormir, porque todos tienen un horario distinto para comer.

Aprendí a lidear con peleas por territorio y sillones con rasguños, ropa cubierta de pelo y pantuflas destrozadas por el gatito menor de mi hogar, el amante de morder mis zapatos y la escoba, y mirar a los párajos por el balcón. 

Aunque ahora que lo pienso, es el mismo que suelta mucho más pelo que cualquiera... y muchas veces intentó colarse a mi taller o tirarse por el balcón... Makki es el más problematico, pero igual lo quiero mucho y cuido de sobremanera.

Pero bueno, esta es mi vida de vacaciones después de todo, pintar cuadros de gatos o cualquier animal de su familia, y también paisajes; y procurar no adoptar otro felino más.

Atte;SetBack

i choose you... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora