CAPÍTULO VII

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Sábado 9:10p.m.





Miré el rostro de tía Margaret, ya perdí la cuenta de cuantas veces se implantó botox a la cara, antes parecía una modelo de esas revistas famosas pero desde que está viuda tal parece que se refugió en las cirugías plásticas y en la riqueza, puedo notar lo sola que está en la vida, sin esposo, ni hijos, tal vez por esa razón se preocupa tanto por mí, aún más que mis propios padres.


Doy un bocado a mí comida y miró su expresión de asco y indignación. —¿Qué?. —digo aún con la boca con comida.

—ten un poco de educación y cierra esa hoyo. —dijo, mirando hacia algún lugar del restaurante. —jamás tuviste la suficiente clase y elegancia. —si no cambiaba de Tema este restaurante se convertiría en nuestro campo de batalla.

—supongo que ya tienes amigos aquí, quizás un novio. —dijo mirándome con complicidad. Negué con la cabeza. —tengo un Estatus demasiado alto, no tendría novio ni siquiera amigos en un lugar como este. —dije con aires de superioridad, una punzada en el corazón me distrajo, había negado a mis amigas eso no podía ni perdonarmelo a mí misma.

—esa es mí pequeña. —hablo orgullosa, tomó un trago de su vino y limpio el contorno de sus labios con el pañuelo de una forma tan recatada. Tragué saliva al desear tomar un poco de alcohol.

—¿me dirás lo que pasa en la empresa o prefieres que adivine?. —acomodé el escote de mi vestido y recosté ambos brazos sobre la mesa.

—no estoy en posición de decirte lo que realmente pasa en la empresa de la familia... —tragó saliva y pensó sus palabras. —, pero puedo decirte que todos ocultamos nuestros verdaderos rostros. —fruncí el ceño con intriga.

—sea cual sea el problema, se debe encontrar una solución, no importa si implica poner fin a la vida de alguien.

—hay cosas que no tienen solución pequeña, cosas que deben seguir su curso. —enterré mis uñas en mí palma, sentía furia al no poder hacer ni decir nada al respecto, dibujé una sonrisa en mí rostro. —no hay de que preocuparse, todo se arreglará. Tiene que.—mentí.


Sabía perfectamente que los problemas en mí familia jamás se arreglaban, al menos no era algo que ocurría seguido, no podía ocurrir algo peor. Llevé instintivamente mí mirada hacía la pareja que llegaba al salón del restaurante, una morena venía acompañada de...

—¿ford?. —dije en voz baja, me llevé la mano a la boca en un intento fallido de evitar que más palabras salieran de ahí. —¿Quién es Ford?. —me cuestionó tía Margaret, aparté la vista para que no fuera algo obvio.

—estaba pensando en comprarme una Ford ya sabes, me gustan los vehículos grandes. —esta subió las cejas y negó.

—nada de eso, una señorita como tú no manejará una bestia de esas, usá el porche que te obsequie, se que no te gusta pero al menos sácalo a pasear. —rodé los ojos pero terminé asintiendo. —disculpa tía Margaret, iré al tocador. —tomé de mí vestido para no caer, la dirección del baño de damas era a la misma distancia de su mesa, este aún no se percataba de mí presencia pero no tardó mucho en intercambiar miradas conmigo, miré hacia la mujer a su lado y la enorme sonrisa que traía en su rostro. No pude evitar sentirme celosa y reemplazada.

Abrí la puerta del baño aún sintiendo su mirada en mí, caminé directamente a los lavabos y miré mí reflejo en el espejo,

¿No significó nada para él aquella noche?

¿Aquel beso?

¿Solo me utilizó?

¿Por qué me sentía de esta forma, si sabía perfectamente como eran los hombres?

¿Por qué me siento tan rota?


Dos gotas rebeldes se escaparon de mis ojos, llevándose una hora de maquillaje consigo. Respiré hondo, eliminando todos los sentimientos que ahora sentía, palpe el papel en mí maquillaje corrido y lo arrojé a la papelera.

No será la primera ni mucho menos la última vez que me romperán el corazón, arreglé un poco el vestido, después mí cabello hondulado y salí. Esta vez no intercambié miradas con el, me mantuve tranquila y con elegancia, como era siempre. Seguí la velada con mí preciada tía Margaret sin preocuparme ni estresarme, intercambiamos miradas pero yo la apartaba indiferente.




—pequeña, no sabes lo mucho que me gustaría verte con una sortija y un vestido de boda. —puse mí mano sobre mí pecho ofendida. —ese es tu sueño tía Margaret, no el mío.

Está suspiró y puso una mirada somnolienta. —el hombre que te tenga será muy afortunado. —me dió un suave y cálido toqué en la mano. Yo sonreí obligada.

TRES ERRORES | [+17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora