CAPÍTULO VIII

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Domingo 7:50 a.m



El pitido del despertador me hacía querer suicidarme, estiré mí brazo hasta la mesa de noche, lo apagué, recosté mí cara en la almohada y traté de conciliar el sueño otra vez, nuevamente el pitido de la estorbosa alarma, me hizo incorporarme de la cama con los peores humores, aquel artefacto me había declarado la guerra. Sujeté de este aún sonando y caminé hasta la alberca de la suite, lo arrojé, este paró de sonar mientras yo maldecía al que había creado esa basura.

Fui hasta la ducha y tomé un baño de agua caliente, para arrancar las malas vibras, no funcionó el tratamiento ya que la puerta fue golpeada y tuve que salir de ropa de baño hasta la entrada Gritando un millón de groserías.

-señorita, buenos días. -saludó la empleada con la bandeja del desayuno sobre sus manos.

-estoy a casi nada de matarte a golpes si no te largas de aquí. -dije con toda mí furia acumulada. -esta dejo la bandeja en el suelo y huyó lo más rápido que sus piernas le permitían. Sujeté la bandeja y cerré la puerta con mi pie, pero está se negaba a cerrar, giré sobre mí eje a ver de qué se trataba.

Vi la figura de Ford detrás de la puerta, traía puesto una camiseta gris de Massachusetts y unos jeans en juego con sus tenis. Fruncí el ceño y dejé la bandeja sobre una de las mesas más cercanas. Me crucé de brazos.

-¿y tú qué quieres?. -pregunté sin ninguna pizca de alegría.

-no esperaba verte aquí. -dijo acercándose más al marco de la Puerta. Arqueé una ceja y fruncí los labios.

-dejame explicarte, no es nada de lo que piensas... Ella es. -levanté mí mano haciendo que este parará de hablar.

-no necesitas explicar nada, tú y yo no somos absolutamente nada, no nos debemos explicaciones ni excusas banales, cada quien hace lo que quiere, y sobre la otra noche, solo fue eso, una noche. -las palabras salieron disparadas de mí boca, quería que sonará realmente creíble. -puedes irte, fue un gusto conocerte. -cerré la puerta en sus narices, tomé la bandeja en mis manos y caminé hasta la sala para dejarla ahí, me dirigí hasta la ducha a terminar lo que había empezado, ahora logrando relajarme un poco. Lié la toalla en mí cuerpo y escuché mí teléfono sonar en la habitación, fui hasta el y contesté lo más rápido que pude.

-¿donde diablos estás, ayer no llegaste a dormir y estamos muy preocupadas?. -se escuchó la voz de siny exasperante.

-no te preocupes, estoy bien les explicaré mí ausencia luego. -corté la llamada a causa de la presencia de tía Margaret en la habitación, actúe lo más normal.

-no podía irme, no sin antes decirte algo muy importante para mí. -se sentó al filo de la cama. -tú mell, serás la principal y unica heredera de mis pertenencias, cuentas bancarias y propiedades de Canadá. Para mí sería muy importante que tú tomarás las riendas de mi trabajo. -mi boca estaba apunto de llegar al suelo y mis ojos en convertirse en dos grandes estrellas. -agradezco tu consideración, no sabes lo agradecida que estoy, te prometo que seré responsable. -la abracé está rodeo sus brazos por mi cuerpo, no pude evitar imaginarme a mí madre. Extrañaba sus abrazos y la forma que acariciaba mí cabello cuando algo salía mal, en sus brazos me sentía tan Segura y protegida. Sollozé.

-mi vuelo sale en treinta minutos, debo irme. -depositó un beso en mí frente dejando un beso rojo y salió por la puerta. Me borré la pintura con una toalla humectante y me recosté en la cama, miré el Techo este tenía un hermoso espejo, no tenía planeado quedarme con una toalla todo el día. Fui hasta el cuarto de ropas era realmente gigantesco, tal parecía dos veces más grande que el de Kim kardashian. Miré mí outfit, unas botas negras de cuero con tacones altos y un vestido color bronce de tirantes delgados. Elegí el bolso Louis Vuitton ya lista empezé a maquillarme.

TRES ERRORES | [+17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora