Quince años

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Sí la niñez había sido difícil, la adolescencia mucho más aún. Ni hablar de su estupidez, parecía que había aumentado con sus hormonas alborotadas.

Rodó los ojos, y desvió la mirada, al ver como estaba su custodiada, en la cama con un muchacho que le llevaba casi cinco años de diferencia, más grande que ella.

—Quiero que pruebes algo.

—¿Qué cosa?

El muchacho sonrió, y sacó una bolsita con tres pastillas de colores, y formas bastantes infantiles.

Santo frunció el ceño, si la estúpida llegaba aceptar, aquellos sería el colmo. Luego de las charlas que sus padres le habían dado, de las que había recibido en su escuela, y de los medios de comunicación, Evelin llegaba a aceptar aquello, mandaría todo al diablo.

—¿Qué es?

—Algo que te hará sentir muy bien —pronunció en un tono divertido.

—¿Son drogas?

Santo se dio una palmada en el rostro, aguantándose las ganas de no darse la cabeza contra la pared. O a ella, quizás así reaccionaba.

—Sí, pero no son malas, te harán sentir muy bien.

—N-No creo que sea buena idea.

—Una no te hará nada, no es como si fueras a morir o algo así —sonrió.

—Es que...

—Mira, te mostraré que no te hará daño —le dijo tomando una, llevándosela a la boca.

Santo lo apuntó con su dedo índice, y lo bajó hacia su pecho. El muchacho se tomó del cuello, y su rostro rápidamente tomó un color rojo, abriendo la boca desesperado.

—¡Cristian! ¡¿Qué tienes?!

Movió su boca, intentando decirle que se estaba asfixiando, pero nada pudo modular, sintiendo como sus pulmones sufrían la falta de oxígeno.

—Oh por Dios, ¿Qué hago? —sollozó, viendo como el muchacho dejaba de luchar, cayendo al suelo inconsciente.

Santos no podía tomar la vida de ningún humano, mucho menos interferir en la vida de otros humanos, que no fuera su custodiada. Chasqueó sus dedos, y aquella pastilla que estaba atorada en su garganta, lentamente comenzó a ascender, permitiéndole que el aire volviera a entrar.

Escuchó al muchacho quejarse, y rápidamente se acercó a él, abrazándolo.

—C-Creí que morirías, no sabía qué hacer —sollozó.

-o-o-o-o-

Habían personas que no cambiaban, aunque la vida le diera una segunda oportunidad. Cómo el patético novio de Evelin, que ahora qué no estaba con ella, estaba teniendo sexo con otra jovencita, y claro, ambos bajo los efectos de aquella droga.

Santo negó con la cabeza, y volvió a la casa de la muchacha. La joven quinceañera estaba acostada en su cama, chateando con sus amigas.

—Y aún te quedan siete años más —sonrió divertida la muerte.

—Lo sé, un completo fastidio. Ni siquiera sé porque me la dieron en misión ¿Qué papel importante podría tener esta humana? Sí es una estúpida.

—Hay tantas cosas que tú desconoces.

—Sí, sé que tú sabes qué será de su vida. ¿Al menos hará algo productivo en un futuro?

—Mm, si te digo eso, le saco emoción a la sorpresa. Sólo te diré, que dejes que se equivoque, así aprenden los humanos. No será siempre una niña mimada, y tú no estarás para protegerla. Tu misión es evitar que pierda la vida, no que no que viva y aprenda de sus errores.

...

No tan SantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora