Me moví de un lado al otro aún sin querer despegar mis ojos, creo que el no estaba en la cama sino ya lo hubiese atropellado con mis movimientos. No quería ni moverme, pero era eso o morirme de frío y quería cumplir mi objetivo de convertirme en un arrollado de dulce de leche. Con las sábanas en vez de la masa y conmigo en vez de dulce de leche. Sigo siendo dulce en mi imaginación, aunque la vista sea rara. Sonreí con mi propio pensamiento.
No podía dejar de temblar ¡Amo el otoño y el invierno! ¡Pero me congelo! La temperatura bajó muchísimo y la estufa no está encendida. Fran, como ya dije, no estaba en la cama. Casi siempre se despierta primero, lo entiendo porque soy la reina del imperio de los colchones. Que alguien le haga un monumento al que inventó el colchón. Amo dormir y si por mi fuera me levantaría solo para comer, ir al baño y torturar a Fran. Definitivamente la última razón encabeza la lista.
Estaba a punto de volverme a hundir en el paraíso de los sueños cuando escuché que la puerta se abría y alguien encendía la luz.
- Oh, por dios-. Que jodido dolor de cabeza tengo, creo que dormí demasiado-. Apaga la luz.
- Quiero llegar a la cama sin perder una pierna en el proceso.
- Y yo quiero llegar a los dieciocho sin haber perdido los ojos.
Se sentó a mi lado y escuché que dejaba algo pesado en la mesa de noche. La curiosidad me llevó a abrir los ojos. Tenia una bandeja con comida y un recipiente hondo, que no llego a ver que tiene adentro.
- ¿Qué hora es?- murmuré tratando de enfocar mi vista un poco mejor.
- Son las nueve de la noche.
- Tengo que llamar a mi mamá antes de que haga uno de sus escándalos de telenovela con una sola persona de audiencia, mi papá.
- Esta bien.
Quite las sabanas pero me estremecí con la brisa ¿Qué demonios pasa con el clima? ¿Cómo refresco tanto?
- ¿Puedo pedirte un favor?
- Claro que si-. Sus ojos me analizaban como si estuviese estudiándome.
Espero que no esté buscando alguna reacción negativa a lo que hicimos esta tarde en esta cama.
- Puedes prender la estufa, no se en que momento bajo tanto la temperatura.
- La temperatura del día no bajó mucho, la tuya subió. Tienes fiebre.
Con razón estaba como estaba. El sueño, el frío y el dolor de cabeza.
- Vaya suerte.
- Suerte no, Mila. A vos se te ocurrió jugar con agua cuando estamos a doce grados.
- Bueno, pero fue divertido. Usted sí tuvo suerte, no se enfermó.
- No me enfermo hace años.
- Lindas defensas.
- Cuando sos adulto te enfermas menos, obviamente si tu vida es saludable.
Sus ojos me miraban con ternura y hasta vi una pequeña sonrisa dibujarse en sus preciosos labios rosados. Quiero un beso.
- Sonríes cuando estoy enferma, te gusta verme sufrir- bromee y esta vez si se rio.
- No me río porque estes enferma. Me resultan adorables tus mejillas sonrosadas. Lamentablemente están así por la fiebre-. Largue una carcajada, creo que de nervios, de la que me arrepentí a los dos segundos por la puntada que había dado en mi cabeza.
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