Ese día fue el último que lo ví antes de su partida. Me imploro que me alejara que me olvidara de el, que todo sería más fácil para mí. Que continúe con mi vida, que deseaba que tuviera una hermosa familia el día de mañana.
Esas dos semanas fueron un infierno, llegaba de la escuela y me enterraba en mi cama a llorar como si se me fuera la vida en eso mientras el calendario me torturaba mostrándome que había pasado un día, un día menos para que se acercará esa fecha infernal.
Intenté escribirle Miles de veces con la esperanza de convencerlo de que no me dejara, pero me arrepentía pensando que mi egoísmo lo haría perder el sueño de su vida de ser catedrático en una universidad.
De tanta angustia y depresión, de tantos nervios y desesperación, el día antes de que se fuera caí enferma. Me sacudió una fuerte fiebre y unos fuertes dolores estomacales que pensaba que eran ocasionados por mi angustia.
Aún así esa mañana a las 6a.m. con fiebre y temblando de frío en pleno invierno, me pare en el parque mirando en dirección a su casa.
Estaba paralizada viéndolo subir maletas en su coche sin percatarse de mi presencia. Hasta que en un momento se quedó parado al lado de su auto sin moverse y como si sintiera mi mirada puesta en el desde lejos, se volteo hacia donde yo estaba. Y ahí estábamos los dos a unos metros de distancia mirándonos fijamente.
No sabía si correr hacia el o hacer lo que me pidió y darme la vuelta para ponerle fin de una vez.
Mi corazón parecía estar estrujado por un millón de manos y mis ojos ardían intentando liberar lágrimas que mi fiebre no dejaba que logrará su objetivo.
Luego de unos segundos empezó a acercarse lentamente hacia mi y todo mi cuerpo vibró. Sin poder controlarlo corrí a el, en ese momento crucé la calle sin mirar siquiera si venía un auto. Lo único que tenía en mi mente era aferrarlo y no dejar que se fuera, aunque sabía que era inútil.
Me estrelle contra su pecho con la estúpida esperanza de que esa punzada dolorosa que sentía en el pecho se fuera. Me abrazo con fuerza, mientras mi cabeza ideaba métodos subrealistas para estar con el, como secuestros y encadenarlo en algún lugar secreto.
- Lo siento, pequeña- murmuros y me dió un suave beso en la frente.
Creo que noto mi fiebre con ese contacto por lo que me guío a su auto. No sabía ni siquiera que decir. Por primera vez en mi vida no había nada para decir.
En un silencio incómodo íbamos rumbo a mi casa mientras intentaba buscar palabras correctas para todo esto.
Había perdido a la Mila que era, nunca había experimentado este tipo de dolor y nunca me había roto de tal forma que no supiera ya que decir.
- ¿Cómo estás?- murmuros con la voz entrecortada.
-¿ Tengo que responde?
Silencio.
- Me siento destrozada, como si mi mundo acabara de terminar. Se que puede decirme que estoy siendo fatalista. Pero entienda que si no lo pude olvidar durante cinco años imagínese ahora. He vivido con usted el amor más puro y sano que en mi vida soñé tener. Puede que esté pensando que soy una niña y que no pase por muchas relaciones, pero ahora mismo siento que con usted se va una parte de mi- dije finalmente mientras intentaba controlar mis lágrimas.
- Lo siento mucho, pero se que es lo mejor para ti.
Estacionó el auto en la puerta de mi casa está vez. Sentía que iba flotando por el aire mientras me bajaba del auto. Me gire una última vez hacia el para verlo con las manos en la cara. Me miró una última vez y se fue. Con un nudo en la garganta me senté en el cordón de la vereda intentando calmar a mi corazón que se desesperaba por latir con normalidad.
Lo mejor para mí dice. El no sabe lo que es mejor para mí.
En ese momento mi cabeza logro hacer un click y entendí a qué se refería. No puedo ahora dejar de pensar que tal vez lo esté haciendo por sus ideas de dejarme vivir una vida.
Así empezó mi infierno. Meses llorando y lamentándose no haberlo detenido. Meses en los que me plantee prender fuego mi teléfono para no escribirle. Me preguntaba cómo estaría, que sería de su vida, si era feliz. Intentaba no pensar en que tal vez había encontrado a alguien más, porque la sola idea me perforada por completo. Obviamente quería que fuera feliz, pero prefería no verlo ni imaginarme lo.
Mi vida se fue junto con el. Nada volvió a ser lo mismo.
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