|1| Anhelo del corazón

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Sakura

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Recuerdo que cuando era niña, me detenía en el sendero situado de camino a casa, con el suelo cubierto de piedras y polvo bajo mis pies, la hierba en contorno y con el aire golpeando sutilmente mi rostro, bañándome de libertad; para admirar pausadamente los pétalos de cerezo que caían en una danza dignamente coordinada. El aire los movía formando un remolino a mi alrededor, a veces pensaba que era un fenómeno especial dedicado a mí haciendo honor a mi nombre, en otras, que era simplemente una coincidencia.

Una muy peculiar.

Incluso ahora sostenía ese pensamiento recurriendo al mismo lugar montada en la motocicleta, sólo giré la cabeza y estiré el brazo para atrapar un pétalo rebelde que cayó cerca de mi cabeza.

Sin duda alguna, mi lugar favorito en el mundo era este, donde podía respirar sin limitaciones, ser yo misma, y libre.

El ruido de la motocicleta inundo mis oídos haciéndome recordar que debía agarrarme de su cintura para no caer. Aparté la vista del árbol de cerezos con cierto pesar y continuamos el trayecto estipulado.

Alejándome del árbol.

Pasamos sobre el puente que conectaban las rúas pues debajo un río de agua cristalina colaboraba se extendía por todo el pueblo. Continuamos por una calle pavimentada cuyo tramo terminó a tan sólo unos metros. En Konoha, los caminos eran de tierra y piedras, empinadas de mala gana. Pero el disgusto se compensaba por el paisaje: montañas alzándose con impotencia y picos cubiertos de nieve en inverno, el río recorría a sus pies y a lo largo del pueblo; la vegetación verde y abundante en primavera y verano. 

Nada se comparaba con este panorama digno de la naturaleza.

No tardamos en llegar a nuestra casa de dos pisos y fachada común con un jardín en aceptables condiciones, hileras de flores adornaban el pasto resaltando su singular belleza, colores vivos y duraderos que llenaban de alegría el corazón de quienes lo miraban. Yo, por ejemplo.

Bajé de la motocicleta de un salto torpe, casi caigo de boca al suelo pero mi equilibrio me ayudó de momento. El casco me sofocaba así que me lo quité de inmediato. Como de costumbre el cabello quedó pegado a mi cuello. Me disgustaba. Llevé mis manos a la cabeza alborotando mi melena con ganas y escuché la risa de mi hermana mayor.

—Deberías cortarlo si tanto te molesta —comentó. Su voz sonó amortiguada, no se había quitado el casco.

Bufé observándola retirarse el casco revelado su larga melena roja.

Mi hermana, Karin, era mayor por cuatro años. Una mujer hermosa, su abundante cabellera pelirroja le llegaba a media espalda. Alta y de complexión delgada. Ojos rojos un poco rasgados y piel blanquecina. Las sonrisas que esbozada siempre me reconfortaba. La gentileza y su personalidad carismática, un tanto grotesca y sarcástica la hacia única en su especie.

Toque mi cabello. A diferencia de ella, el mío era de color rosado —extraño, ¿no?— y mis ojos verdes. No puedo comentar mucho sobre mi cuerpo ya que apenas cumplí los diecisiete años. Por supuesto que, cada quien tenía presumía lo suyo.

—Lo cortaré si algún día llegas a vender tu motocicleta —le molesté sabiendo que ni por un millón de dólares entregaría a su amada "pancracia". Que originalidad de apodo, ¿no?

Karin se inclinó a su motocicleta abrazándola cual niño se negaba a soltar su juguete favorito.

—¡Jamás venderé a mi bebé! —afirmó negando varias veces con la cabeza.

El Sonido del Silencio [SasuSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora