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—Me voy antes a clase, pequeño, nos vemos allí

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—Me voy antes a clase, pequeño, nos vemos allí. —dice el alfa vistiéndose apresuradamente y despidiéndose con la mano.

—Como sea... —responde el otro de forma insípida. No quiere decirle a Damián que le gusta verlo en clase porque le hace sentir un poco —y Lucas jura que solo un poco— seguro.

Damián sale deprisa del lugar, buscando con la mirada a su mejor amigo. <<Estoy fuera, por favor, ven. No quiero estar solo.>> relee el mensaje en su teléfono móvil y vuelve a mirar a ambos lados. Nada, nadie. Teclea con algo de ansiedad, pensando en cosas que podrían haberle sucedido a Esteban. Él nunca ha tenido que preocuparse antes, cuando su amigo parecía un alfa, pero ahora siente que no puede siquiera salir de su habitación sin correr peligro.

<<Perdón, estoy en el baño de delante de clase. Me estaban mirando raro y me he puesto nervioso, así que he ido ahí a calmarme ¿Vendrás?>> El alfa suspira con frustración, pensar demasiado en las cosas le hace mal. Él jamás ha tenido que hacer eso antes, él es un alfa poderoso y pertenece a una familia bien acomodada, no necesita romperse la cabeza para tener todo hecho. Su vida es fácil.

Responde rápido mientras se encamina hacia el lugar, sintiéndose extraño. Sabe que su amistad con Esteban no va a cambiar, pero verlo como a un beta le hace sentir raro. No es como si su amigo fuese alguien diferente, pero... no sé, le veo con otros ojos.

—¿Esteban? —pregunta el alfa entrando en los baños. La ruedecita de una de las puertas pasa de rojo a verde tan pronto se escucha su voz y la maneta baja.

—Menuda mierda de día. —sale el otro del cubículo, quejándose. —Los alfas me miran tan... agh, es insoportable ¡Soy como ellos! En el fondo lo soy...

—Lo sé. —le dice el otro, reconfortándolo. Pone una mano en su hombro y ahora, sin las pastillas, el lobo de Esteban reacciona a ese tacto como lo haría un beta de verdad; baja la cabeza y se siente algo amenazado. —¿Vamos? —le pregunta amablemente, sonriéndole como siempre.

—Sí, vamos. —le responde, tratando de no hacer caso a los pensamientos intrusivos, pero siguen ahí.

Su cabeza no para de evocar lo fácil, lo natural, que sería para un alfa grande y malo como Damián tomar en su mano más del cuerpo de Esteban. Y odia que la idea le dé escalofríos y no solo de miedo. Sacude su cabeza gruñendo, él no es tan débil como para desear serlo.

Cuando entran en clase es aún temprano, así que Esteban resopla al saber que tendrá que socializar; antes no era la gran cosa, ahora la tarea le parece o bien imposible o fastidiosa porque la gente de su alrededor empieza a caerle mucho peor que antes. Su corazón se para un segundo al ver que Damián planea sentarse en el sitio de siempre, un sitio en el que hace unos días estaba cómodo incluso sin su amigo alfa, pero que ahora le parece el infierno. Damián avanza saludando a Matthew, Jake, Jordan y algunos chicos más con la mano. No se ha aprendido los nombres y recuerda los de Jake y Jordan por casualidad y el de Matthew porque parece ser el líder del grupo y, además, ¿cómo no iba a saber su nombre si alguien lo tiene en la boca cada cinco segundos? Ese alfa es la definición andante de lo significa ser el centro de atención.

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