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Recordad que podéis leer la historia completa sin necesidad de esperar a que  actualice por unos 4 dólares ;)

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Damián despierta el sábado de golpe, mira el reloj, estresado, para comprobar que no son ni las ocho. Sin embargo, ha oído a alguien gritar en el pasillo y la voz le resulta familiar ¿Esteban?

Se levanta a toda prisa, listo para socorrer a su amigo. Mientras corre hacia la puerta ve a Lucas de soslayo. El chico duerme en el sofá profundamente, su diminuto cuerpo está tapado por la manta y luce apacible y hermoso. Anda como yéndose a hurtadillas para no despertarlo, aunque duda que algo pueda levantarlo si los gritos del pasillo no lo han hecho ya. Una vez fuera aporrea con furia la puerta de al lado. Marcel sale a recibirlo y él lo mira con una mueca de enfado.

—¿Qué le has hecho? —pregunta el alfa, dando un paso al frente. Marcel es grande, pero no puede comprarse al titánico alfa que tiene en frente, así que se aparta amablemente y lo deja pasar.

—Un favor. —responde misteriosamente mientras el otro pasa la vista por el lugar. No ve a Esteban, pero sí la puerta cerrada de su habitación. —No quiere ver a nadie. —le advierte el beta, pero él lo ignora.

El pomo no cede cuando lo gira, su amigo ha puesto el pestillo.

—Soy Damián ¿Estás bien? ¿El beta te ha hecho daño? —pregunta con preocupación.

Pega el oído a la puerta y los ojos a Marcel; si ese maldito ha tocado a su amigo, Damián prefiere no imaginar de lo que será capaz para vengarlo, aunque sabe que se contendrá porque el beta es amigo de Lucas y no quiere ponerlo triste. Lucas triste. Los recuerdos de la noche anterior vuelven y se siente horrible, su lobo ruega el volver corriendo a la habitación como su fuera su nido y enroscarse alrededor del adormilado joven para confortarlo; sacuda la cabeza, ahora Marcel es prioritario.

—Yo... no quiero ver a nadie ahora, lo siento. Está... está bien, no te preocupes... Solo, necesito estar solo.—murmura su amigo débilmente, la voz suena no solo más alicaída que se costumbre sino más suave y aguda que siempre.

Ignora ese detalle mientras se resigna a mirar mal al beta e irse. Después, cuando ya ha cerrado la puerta se d cuenta de que ahí no huele a alfa. Se dice a sí mismo que sus sentidos le están jugando una mala pasada y vuelve a su lugar, tratando de no pensar demasiado en Esteban. Si él dice que está bien, le creerá, y si dice que necesita intimidad, se la dará.

Cuando entra de nuevo, la imagen que antes no tuvo tiempo a contemplar, ahora se detiene perezosamente frente a sus ojos como una obra en museo. Damián agradece que Lucas no tenga un cordón delante ni un cartel de ''no tocar''. Sonríe con ternura al ver los rayos de sol lamer el cuerpo que apenas abulta bajo la manta y se acerca sigiloso, para sentarse en la orilla de la cama. Lucas es tan bonito, tiene un rostro angelical y huele dulce y sutil, es tan pequeño y a la vez tan importante, su presencia dobla las proporciones de su cuerpo, es algo impresionante. El chico emite un gracioso gruñido mientras duerme y acto seguido hace lo que hace siempre: frunce el ceño. Damián ríe bajito, pero de pronto se siente triste al recordar la noche anterior. No sabe qué ha pasado con la madre de Lucas, pero sabe que le hizo daño y que ella era una alfa; piensa que quizá por eso el pequeño tiene tanto miedo de que lo alfas le hagan daño; él quiere demostrarle que no hay nada de lo que estar asustado, pero no está seguro de si eso es verdad. Damián sabe que él no es malo, pero lo duda cuando se recuerda a sí mismo en los vestuarios y sabe que si hubiese estado en celo, las cosas habrían acabado de otro modo, de uno del que se arrepentiría mucho.

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