Capitulo 8☞

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Hacia un poco de frío, bueno demasiado para ser exactos. Ella debería estar congelándose igual que él, pero no le importó. Ahora él se encargaría de calentarle las sábanas, pensó. Le gustase o no, lo cual era lo más probable. Sonrió como un depredador en busca de su presa. Le quito aquella sábana que rodeaba su cuerpo de un tirón, ella se removió inquieta. Estaba totalmente sedada que no protestó.

La agarro de las piernas, estirándola. Ella gimió y se estremeció. Estaba helada. Se subió encima de ella a la vez que iba desnudándose. La vio abrir los ojos y mirarle, pero no dijo nada. Mejor, pensó. Ya iba aprendiendo.

Estaba tan deseoso de aquella mujer y sin darse cuenta hizo algo que nunca antes había hecho. Tomarse su tiempo ¿Por qué? Era realmente una pregunta difícil, seria por la excitación del momento o tal vez por algo más. Pero esta vez sentía que necesitaba más, más de aquella mujer y tomaría todo lo que podía. Hasta lo último.

Lamió cada parte de su cuerpo deteniéndose en los pezones. Estaban duros. Ella se removió inquieta cuando el los chupó. Él la miro a los ojos. Estaba tan ida que ni siquiera se daba cuenta de lo que le estaba haciendo. La mordió de nuevo esta vez con fuerza dejándole una marca. Ella gritó de dolor y el siguió. Con lo suyo.

¿Porque sentía que estaba siendo muy brusco con aquella mujer? Pero por sobre todo ¿Porque sentía que debía parar y no lastimarla? Al demonio con todo, se repitió. Esos días andaba muy confuso pensando en el porque y para que de sus actos. El no debía de pensar en ello. No debía cuestionarse nada, solo actuar. De lo contrario lo único que lograría seria abandonar todo con lo que había empezado, él nunca se rendía, y mucho menos lo haría ahora.

Esta vez uso condón, nunca antes lo había usado con ella, pero esta vez necesitaba que todo sea más fácil y placentero para él. No tenia ánimos de preocuparse en como la lastimaría mas, después de todo. De igual manera lo estaba haciendo.

Por alguna extraña razón le gustaba mucho estar con ella, no le importaba la forma, sino el hecho. Un sonido desgarrador salió del fondo de su ser retumbando en la habitación y se agarro fuertemente de las sábanas cuando un orgasmo barrio con sus sentidos.

-¡Maldición! -susurro él. Estaba perdido.

La miro. Ella parecía estar en su mundo, como muerta en vida. Tenía los ojos brillosos y Justin sintió como el corazón se le encogía en el pecho. Trago seco. ¿Que estaba sintiendo? No, el no podía sentir nada, no debía. Pero eso no le impedía sentir que todo estaba mal. Odiaba lo que estaba haciendo.

Salió de ella y luego la cubrió de nuevo. La observó ahí tirada sobre una cama -ahora no muy limpia- con apenas una sábana que no la protegía mucho del frío. Al menos ahora no estaba tiritando como cuando había entrado, se dijo. Pero si parecía más frágil que una copa de cristal. No pudo dejar de mirarla, la recorrió con la vista cada centímetro de piel que estaba al descubierto y vio como sus ojos luchaban por mantenerse alerta. Pero no lo logró, se quedo dormida al cabo de unos segundos.

Apretó los puños a los costados, esa mujer parecía la viva imagen de un ángel. Inocente, frágil, pura. Pero no lo era, se dijo. No lo era y no debía sentir esa culpa que estaba sintiendo, él solo estaba dándole lo que se merecía.

Cuando estaba a punto de salir escucho su voz y se paró en seco.

-Te odio -dijo ella. Justin volteó a verla, tenía los ojos cerrados -Te odio.. -volvió a repetir.

Sintió una opresión en el pecho debía de salir de aquel lugar, sentía que se estaba sofocando al estar en la misma habitación con aquella mujer. Y así lo hizo. Fue a su habitación y todos sus demonios no lo dejaron tranquilo en toda la noche, no podía conciliar el sueño. Realmente no podía.

Aquellas palabras lo estaban torturando. Sabía que no debía importarle, pero de igual manera lo hacía. ¿Por qué? Él simplemente no lo entendía. Y de repente volvió a recordar su pasado, nadie nunca lo había querido realmente. Su madre había sido la única que había estado para él, pero solo porque era su madre.

Y después estaba Katherine, ella siempre había estado para él desde la preparatoria, defendiéndolo de los demás chicos que lo llamaban "el cerebrito del curso". Un nombre que había odiado siempre. Se burlaban de él por dos simples motivos. Uno de ellos porque era el más inteligente del curso y la segunda porque usaba brackets, algo normal en cualquier típico adolescente, pero al parecer sus compañeros solo lo encontraban simpático.

Ahora, diez años después aquel cerebrito había conseguido todo lo que podría haber deseado. Un trabajo seguro, un buen sueldo, tenía una casa, un departamento y un gran coche. Pero no tenia amor, lo había perdido.

Suspiró frustrado, ya nada tenía valor para él. Nada de lo que había conseguido tenía importancia, él solo había querido ser alguien en la vida para estar con Katherine. Y ahora que no estaba, ya no le quedaba nada por el que vivir. Simplemente nada.

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