Llamando a la caballería.

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Antes de que pudiera responder, Andrew se dio la vuelta, juntó las bolas, colocó la otra y dio un golpe seco. Cuando el sonido reverberó en el lugar, pequeñas partículas sólidas de polvo saltaron en torno a la mesa.
No entró ninguna bola.
Durante un momento ella miró fijamente la mesa. Luego suspirando mentalmente, cedió a su lobo interior. ¿Qué mal podía hacer una partida de billar?
—¿Está seguro de que sabe jugar a esto? —le preguntó inclinándose sobre la mesa, golpeando y metiendo una bola rayada en una tronera.
—Dedíquese a meter las bolas en sus lugares —respondió Andrew —Puedo encargarme de esto.
Ella le mostró una sonrisa de superioridad cuando metió otra bola.
—Eso lo veremos.
Dándole la espalda, Andrew se paseó por el bar, soltó un billete de diez dólares y levantó dos dedos.
—Ella va a acabar contigo, sabes —dijo el camarero cuando entregó las cervezas a Andrew.
Gruñendo en reconocimiento, Andrew se volvió y procesó el comentario del camarero en su mente. Aparentemente, podía estar comentando sobre el dominio del billar por parte de Lita.
Aunque, también podía estar refiriéndose a cualquier otra cosa. Andrew llegó al bar, antes del problema con el joven punk llamado Kenny. Ella había girado el taco en sus manos inconscientemente. A juzgar por su habilidad, o había jugado mucho en la universidad, o había recibido entrenamiento en artes marciales. De ninguna manera, Andrew podía imaginarse a Lita Chiba utilizando bates. Su intuición había sido correcta, cuando incapacitó a Kenny con dos movimientos del taco. Había sido certera, sin movimientos inútiles.
Andrew estaba impresionado.
Colocando la cerveza de Lita en una mesa, bebió de la suya y se dirigió a la mesa, viendo como metía una bola tras otra. Deteniéndose frente a él, se inclinó sobre la mesa para hacer l jugada un poco más difícil.
Mientras bebía, Andrew dejó que su mirada recorriera sus largas piernas. Al principio pensó que ella era demasiado alta y delgada para su gusto, pero la forma en cómo los vaqueros ceñían su trasero era buena, muy buena.
—Continúa mirando fijamente el trasero de Lita y vas a tener un agujero en tus pantalones, hombre de la CIA —dijo el camarero en voz alta, justo en el momento en que Lita se preparaba para tirar.
Mientras Andrew maldecía en voz baja por compartir esa información, el taco de Lita no consiguió dar a la bola que salió recta.
Andrew le dio una botella.
—Te he pedido una cerveza.
Tras echarle una mirada al camarero que debería de haberlo congelado en el lugar, cogió la botella de la mano de Andrew.
—Tu turno —girándose se fue al otro lado de la mesa.
Sonriendo por dentro, cuando ella abría la botella y daba un largo trago, Andrew miró las bolas de color. No había nada como el alcohol para soltar la lengua de las personas.
Apuntando, Andrew tiró a la bola cuatro. No consiguió acertar, pero golpeó la bola siete, que saltó al otro lado de la mesa entrando por un lateral.
Su oponente bufó.
— Si me dices que querías hacer eso, entonces yo soy una novata de Houston.
Atrapando la mirada de ella con la suya, Andrew sonrió.
—Eso es parte de mi plan para tranquilizarte y complacerte.
Ella se puso rígida y dilató las fosas nasales.
Andrew parpadeó.
En la sombra, los ojos de ella parecían tener destellos dorados.
Entonces, ella rompió el contacto y bebió más cerveza.
Andrew falló el siguiente tiro.
Cuando Lita dejó la cerveza y se preparó para tirar, Andrew se volvió para observar al resto del bar. Unas mujeres se habían unido al sheriff y al socio de Lita, sus esposas seguramente.
Los cuatro lo miraban a él.
Dándoles la espalda, Andrew empezó a hacer conjeturas. Obviamente, las personas de esta ciudad, por lo menos algunas de ellas, eran muy protectoras con Lita Chiba, algo que él no había previsto. Miró con disimulo alrededor. El camarero tenía la misma mirada de evaluación en sus ojos, cuando se recostó en la barra y lo miró detenidamente. Antes, cuando cogió la vieja escopeta la sangre de Andrew se heló. No tenía duda que estaba cargada y el camarero la habría usado.
Cuando Andrew se concentró en el cabello sobre el cuello de Lita. La tensión en el bar que originariamente había atribuido al incidente de Lita con Kenny, no se había disipado. Al contrario se estaba volviendo más espesa. ¿Por qué?
Sin entender nada, Andrew dio otro trago obligando a su cuerpo tenso a que se relajara, o por lo menos… a parecer relajado. El sheriff sabía porque se encontraba en la ciudad. Andrew había estado en su oficina para explicar su presencia después de visitar la oficina de Lita Chiba. Los representantes de la ley local no se mostraban muy felices con la presencia de los federales, y Andrew siempre les comunicaba que estaba en la ciudad y porque. Él conseguía mucha más cooperación de esa manera. El sheriff en particular se había mostrado amable. Hasta le había mostrado donde estaba el despacho de Lita. Naturalmente, Andrew se lo agradeció, aunque no le dijo que ya la había conocido. Pero, en ese momento, no pensaba que estaría en esta ciudad más tiempo del que había estado en otras en las que había seguido a Jake o Mamoru Hurley.
—¿Sigues jugando o qué?
Andrew desvió su atención a Lita. Estaba recostada contra la mesa, llevando una cerveza en una mano y girando el taco con la otra.
Ella debía de haber fallado otra tirada.
Miró a la mesa. Habían desaparecido todas las bolas listadas y la mayor parte de las lisas. La bola negra ocho todavía estaba en la mesa, así como la roja tres y la amarilla uno.
—Has estado tocando mis bolas, ¿eh? —comento él con una voz que solo ella pudo oír.
Por un momento se quedó con la boca abierta. Entonces el rubor subió por su cuello hasta las mejillas.
Sonriendo se giró y estudió la mesa, o por lo menos fingió estudiarla. Entornando los ojos estudió al resto de la gente y a los protectores de ella. Las dos parejas no le miraban tan atentamente como la vez anterior, estaban ocupados pidiendo algo al camarero y el dueño del bar estaba sirviendo a dos nuevos protectores que estaban sentados al otro lado del bar.
Aunque la tensión todavía permanecía.
—No te preocupes por Bart —dijo Lita con voz suave —Perro ladrador poco mordedor.
—No intentes hacerme creer que esa escopeta no está cargada, o que no la hubiera utilizado—respondió Andrew suavemente mientras fingía pensar la próxima jugada.
Su risa le recorrió la columna.
—Está cargada con perdigones de sal, y apenas tiene suficiente para un disparo. Haría poco daño.
Andrew resopló, por primera vez en mucho tiempo, no confiaba en su voz. ¿Por qué era tan fascinante esa mujer a la que no encontró atractiva la primera vez que la vio? ¿Por qué se estaba volviendo tan deseable ahora?
—Sabes, si enfilas la bola tres por este lado y la dejas rodar hasta el fondo, la metes en un lateral.
Amdrew le frunció el ceño.
—Es fácil para ti decirlo.
—Ven aquí, te lo demostraré -agarrándolo de la muñeca lo arrastró al otro lado de la mesa —Mira, colócate aquí.
Antes de que Andrew tuviera oportunidad de decir nada, ello le hizo inclinarse sobre la mesa mientras se colocaba a su espalda pasando los brazos a su alrededor y sus manos sujetando el taco de billar.
Los pechos de ella estaban recostados contra su espalda, sus caderas y muslos tocaban su trasero. El perfume sutilmente dulce de ella le rodeó, dando a sus sentidos la promesa ¿de qué?
Su polla se contrajo, tenía dificultad para concentrarse en las bolas sobre la mesa, cuando las dos bolas entre sus piernas comenzaron a hormiguearle.
La suave respiración de ella le acarició la oreja.
—Solo empújala y da una estocada hacia delante —le susurró ella roncamente.
¡Estocada! Aquella palabra en particular trajo imágenes a su mente que no quiso reconocer.
Con el sudor recorriéndole la frente, Andrew asintió. La bola tres fue al lugar que ella dijo.
El sonido de murmullos en el bar lo alcanzó. Sonaba como si el camarero del bar no estuviera muy contento con las instrucciones de Lita.
—Es muy bueno tenerte así sobre mi espalda —murmuró Andrew—Pero pensar en los perdigones de sal de la escopeta del camarero acertando en mi trasero, no me hace mucha ilusión.
—¡Oh! —Enderezándose dio un paso atrás —¡Lo siento mucho! —agarrando su cerveza, la vació de un trago. Entonces lo miró durante un momento, sus ojos alargándose.
—Si me disculpas, vengo en un momento —girando los talones, desapareció en dirección al servicio de mujeres.
Soltando una respiración profunda, Andrew bebió el resto de la cerveza y levantó el envase vacio.
Una más, solo una más y estaba seguro de que podría descubrir lo que ella no le había contado sobre Hurley.
Cuando Lita llegó al servicio de mujeres, se dejó caer contra la puerta. Sin moverse.
—Solo un minuto —una voz femenina habló.
—¡Mierda! —sin pensarlo dos veces, Lita entró en el servicio masculino y cerró la puerta tras ella. Como era bastante pronto, Bart no tenía muchos clientes todavía, el servicio de hombres estaba vacío y limpio. Poniendo las manos en el lavabo se miró en el espejo.
¡Compañero! ¡Compañero! ¡Compañero! —gritó su alma.
—¡Oh cállate la boca!
Se sujetó el pelo con una mano mirándose en el espejo. ¿Qué iba a hacer? ¿Ceder? ¿Aparearse con Andrew Furuhata? Su reflejo le sonrió feliz. ¿Y si él no me quiere? Dijo en voz alta. ¡Dios, es humano!
Suspirando, bajó la mirada al suelo.
Maldición, necesitaba hablar con alguien que no viviera en esta ciudad, alguien en quien confiara completamente. Levantando la cabeza, miró al espejo. Solo existía una persona en quien confiaba más que en sí misma. Tomando el teléfono móvil del bolso, marcó un número.
Al otro lado, el teléfono sonó una vez, dos, cinco veces, ocho…
Lita parpadeó.
—Vamos, cógelo, te necesito.
—¿Si? Lita, ¿Eres tú?
Lita sintió como si tuviera un peso enorme en los hombros. Lanzando lágrimas de alivio, tragó una vez.
—Mina, tenía miedo de que no estuvieses.
—¿Lita, qué pasa? ¿Por qué se oye tan mal? Estos teléfonos deberían ser de última generación.
—Estoy en el servicio de hombres en el bar.
—¿Servicio de hombres? ¿Por qué extraña razón estás allí?
—Oh, Mina no sé lo que hacer.
La voz de su hermana sonó preocupada.
-Lita ¿Qué ha pasado? ¿Debo llamar a papá?
—¡No! ¡A papá no! Él no puede ayudarme.
—¿Entonces, qué es lo que va mal?
—Mina, creo que he encontrado a mi compañero.
La voz que le respondió era exultante.
—¡Lita! Eso es maravilloso, ¿Quién es?
Lita no intentó esconder la tristeza e incertidumbre en su voz.
—No, no es maravilloso. Él es humano. Y lo que es peor, es el agente de la CIA que va tras Taiki. Oh Mina ¿Qué hago?

CALOR SALVAJE (+18) - (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora