Kagome e Inuyasha

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Andando a grandes pasos por el abarrotado aeropuerto, Lita colocó bien la correa de su bolso y cogió firmemente las llaves del coche que acababa de alquilar. Su vuelo a Nueva Orleáns había sido tranquilo, dándole mucho tiempo para pensar larga y duramente sobre Andrew Furuhata y sobre como él había cambiado toda su vida. Quería odiarlo pero no podía. Su necesidad por él se lo impedía. Ahora todo lo que tenía que hacer era encontrarlo.
El gruñido bajo que estalló en lo más profundo de la garganta de Lita hizo que las miradas de la gente se volviesen hacia ella, pero las ignoró. Mientras se apresuraba entre la multitud, se forzó en reconocer que había cambiado totalmente también la vida de él, de una manera incluso más profunda. Peor, le dio su sangre sin permiso. Era verdad que las circunstancias habían sido malas… el necesitaba la sangre y el temporal impedía conseguir un helicóptero para llevarlo a un hospital o a obtenerla, pero eso iba contra una tradición antigua. No había roto las leyes de la manada, pero aún así…
¿Qué pensaría su padre?
Pestañeando, Lita se mordió el labio. Cuanto más lo pensaba, más reconocía que sus acciones habían sido injustas. ¿Cómo podía haber perdido el control? ¿Por qué había dejado que el lobo en su alma dictase sus acciones? Ella sabía que darle a Andrew su sangre sin permiso estaba mal, y aún así había insistido. El hombre lobo en su alma había tomado su voluntad. Aunque ella nunca lo hubiese considerado posible.
Lita paró de morderse el labio y apretó los dientes. Estaba hecho y no había nada que pudiese hacer ahora sobre eso. Todo lo que podía hacer era intentar hacerle entender a Andrew lo importante que era para ella y cuanto lo necesitaba. Suspirando, Lita contuvo una lágrima.
Nunca, ni en sus sueños más salvajes, había pensado que necesitaría a alguien como necesitaba a Andrew.
Pero encontrar a Andrew en Nueva Orleans sería un proceso largo, y penoso si ella trabajaba sola.
Lita necesitaba ayuda y sabía dónde encontrarla. Miró la señal indicando la salida. Pocos humanos habrían notado los símbolos pequeños en la parte inferior, pero para Lita eran tan claros como las otras palabras. Como hacían todas las manadas de hombres lobo, la de Nueva Orleans tenía un código. Las direcciones señaladas por ese código eran visibles si uno sabía dónde buscarlas.
Cuando salió del aeropuerto, la humedad la cubrió. Mientras se secaba el sudor de la frente, un hombre delgado miró en su dirección y movió la cabeza.
Encogiendo los hombros, Lita respondió al movimiento con la cabeza. Era el tercer hombre lobo que veía. Obviamente, el Alfa seguía el rastro de cualquier extraño que entrase en la ciudad.
Ella ni siquiera estaba usando el perfume que había creado su padre especialmente para ella, el  perfume que tenía acónito(8) y enmascaraba el olor de hombre lobo. Ningún otro were podía saber quién era si usaba el perfume. Sin embargo no quería conservar el anonimato en este viaje. Si alguien podía ayudarla a encontrar a Andrew sería la manada del Alfa de Nueva Orleans.

●●●

Considerando la cantidad de weres que había en el aeropuerto, Andrew habría sido notado en cuanto saliese del avión. El Alfa de aquí sabría exactamente dónde estaba Andrew o tenía una idea muy buena de dónde podría buscarlo.
En cuanto cogió el coche alquilado, Lita se alejó del aeropuerto y siguió las señales escondidas que la llevarían a la manada, localizada en la afueras de los límites de la ciudad. Una hora más tarde se paró en una carretera que llevaba a un portón cerrado. Mirando la cámara que se movía en dirección a su coche, apretó el botón del intercomunicador.
—Lita Chiba para ver al Alfa femenino.
Cuando el portón se abrió, Lita encendió el coche y se dirigió al final de la carretera.
Solicitar ver al Alfa macho causaría una conmoción en la manada. Una extraña were visitando al Alfa femenino era mucho más común y menos extraño, y Lita quería llamar la atención lo menos posible. Todo lo que quería era encontrar a Andrew y disculparse por lo que había hecho, convencerlo que serían miserables el uno sin el otro y volver a casa... preferentemente con Andrew.
Cuantas menos personas supiesen por qué estaba allí, mejor.
Parándose frente a la imponente entrada de la mansión, Lita cogió su chaqueta, salió del coche y le dio las llaves al hombre que le abrió la puerta. Sin mirar atrás, siguió a un were mayor a la casa con aire acondicionado, que la llevó a una salita pequeña.
—La señora estará con usted en un momento —con aquellas palabras, curvó la cabeza ligeramente y dejó la habitación, cerrando firmemente la puerta tras él.
Poniendo la chaqueta encima de una silla, Lita se alisó la falda, contenta porque vestía uno de los trajes hechos a medida que poseía, y pasó la mirada por la sala para ver el mobiliario. Ya había notado las cámaras ocultas en algunas esculturas de una pared de la sala, lo que significaba que probablemente habría dispositivos de escucha también. Lo que sabía de la manada de Nueva Orleáns se lo había dicho Yaten a través de un email a su móvil durante el vuelo con los informes que de ella tenía su padre. El Alfa había conseguido su posición hacía dos años y tenía a su cuidado la manada más antisocial de los E.E.U.U. en el siglo XXI. La manada no estaba cooperando para nada. El Alfa actual había tenido cuatro desafíos para su posición en los primeros tres meses de su toma de posesión y había sobrevivido por lo menos a dos intentos de asesinato.
Sin embargo, con el apoyo leal de sus cinco Betas, dos hermanos y tres primos, estaba consiguiendo cambios… lentamente.
Con el sonido de la puerta que se abría, Lita se giró. Un were adolescente entró en la sala y la examinó cuidadosamente para salir nuevamente. Volvió brevemente y le abrió la puerta a una delicada mujer embarazada. Juzgando por el aire de confianza y mando que irradiaba de ella, posiblemente fuese el Alfa que había venido a ver.
—Por favor, mande traer té, Shippo —le dijo al Muchacho que la acompañaba.
Él sacó la cabeza por la puerta, llamó suavemente y se paró en la entrada mirando cautelosamente a Lita. Sentándose sobre un canapé tan graciosamente como podía, la mujer volvió su atención a Lita.
—Soy Kagome, el Alfa hembra. Bienvenue. ¿Qué puedo hacer por ti?
Olvidando su intención de ser cortés y civilizada, Lita caminó a largos pasos por la habitación, se paró unos momentos frente a su anfitrión y respondió.
—Soy Lita Chiba y busco a mi compañero.
Cuando el hombre próximo a la puerta se tensó y avanzó, la mujer arqueó una ceja.
—Si no puedes mantener a tu propio compañero, ¿Por qué debería ayudarte Lita Chiba? No eres de esta manada, aunque la noticia de tu llegada despertó el interés de varios de nuestros machos no emparejados —se inclinó en la silla y miró fijamente el rostro de Lita por un
momento —sin embargo no creo que pueda permitir que te unas a nosotros. Eres Alfa hasta los huesos, y esto haría mi vida muy difícil.
Con las manos en las caderas, Lita se inclinó hacia delante, lo que produjo un gruñido de advertencia del macho que estaba a su lado y respondió.
—No estoy interesada en ninguno de los machos de su manada. No quiero tener nada que ver con su manada.
Solo quiero encontrar a mi compañero. Él está aquí, en algún lugar de Nueva Orleans y con el número de hombres que tienen en el aeropuerto, saben que ha llegado y dónde está en este momento. Sólo dígame dónde y no me verá más.
En completa calma, la mujer pequeña le sonrió.
—Nuevamente, ¿Por qué debería hacerlo? Tengo más cosas de las que preocuparme que de una hembra extraña y su compañero… Una hembra extraña con modos que me hacen cuestionar su educación. Incluso los lobos del bosque enseñan mejor a sus cachorros.
Calladamente, maldiciendo su temperamento, Lita vio que la mujer aún sonreía ligeramente. Sabía que Lita no la atacaría. No era que a Lita le importase el macho adolescente que hacía de guardaespaldas. Estaba absolutamente segura que podría vencerlo sin grandes dificultades. Sin embargo, el embarazo del Alfa hembra impedía cualquier enfrentamiento. La segunda ley de la manada era muy clara. Los niños y las mujeres embarazadas tenían que ser cuidados por encima de todo.
Lita se maldijo silenciosamente. ¿Por qué había abordado a la hembra con tanto antagonismo? ¡Ella siempre podía controlarse! Si hubiese entrado en esta reunión de forma más racional, como planeaba, no tendría que recurrir a su ultimátum final. ¡Maldito Andrew Furuhata por desordenar sus emociones! Pero tenía que encontrarlo. No saber dónde estaba, rasgaba su alma en dos.
—Lo siento. No quise ser tan... exigente —respirando profundamente, Liya se disculpó.
—Entonces sería mejor que aprendieses a controlar tu temperamento —la sonrisa nunca dejó los labios del Alfa —Si no estuviese tan… indispuesta, te enseñaría yo misma un poco de educación.
La oculta amenaza fue demasiado para Lita, antes de poder contenerse, permitió una leve burla en los bordes de su boca.
—Como dije, soy Lita Chiba. Mi padre es Artemis Chiba. A menos que lo quiera frente a su puerta, sugiero que sea más cooperativa.
Sólo el leve movimiento de los ojos de la mujer traicionó su consternación por las palabras de Lita. Antes de que pudiese responder, sin embargo, la puerta se abrió y otro hombre entró en la habitación, entró con una bandeja grande dónde estaba un servicio adornado en plata.
—Nos puedes dejar, mon fère —dijo —nos apañaremos solos.
—Es hija de Artemis Chiba —gruñó el adolescente.
—Lo he oído. No importa, tengo las informaciones que busca. Vete con Kohaku. El te informará de los asuntos de la mañana.
El chico movió la cabeza y dejó la habitación. El aire de confianza y mando que irradiaba el ultimo que entro no dejaba dudas de quien era, dejó la bandeja que llevaba en la mesa del café, se giró de espaldas a Melody, se inclinó y besó a su esposa.
—¿Has tenido una mañana interesante, ma coeur?
Ella aceptó el beso y la caricia y le sonrió.
—Bastante. Tenemos una invitada importante.
El alma de lobo de Lita no estaba de humor para cortesías. Este hombre sabía dónde estaba Andrew.
—¿Dónde está? —preguntó Lita.
Girándose, el Alfa le sonrió.
—Me gustaría presentarte a mi marido, Inuyasha, Alfa de nuestra manada. —dijo Kagome.
—Díganme dónde está Andrew.
Nuevamente Kagome arqueó una ceja y estalló.
—Realmente, creería que la hija de Artemis Chiba tendría mejor educación. Primero nos amenaza con la posible llegada de su padre y después hace exigencias injustas y sin cortesía. ¿Por qué deberíamos ayudarte? Si eres su hija, y tu madre era una loba de verdad, ¿cómo puede el alma poderosa de loba en ti permitir un comportamiento tan miserable?
Tragándose un gruñido, Lita apretó los puños y cerró los ojos inhalando profundamente. La vergüenza atravesó su rostro. La mujer tenía razón. Se estaba comportando de manera atroz. Por la forma en que se estaba comportando, probablemente su padre apoyaría a Kagome contra ella. Y su madre…
Lita suspiró. Su madre estaba probablemente retorciéndose en su tumba por la terrible educación de su hija.
¡Mi compañero! ¡Lo he encontrado! ¡Voy hacia él! Gritó su alma en su mente. No eran maneras para su mitad lobo. Lita luchó para mantener el control. Su relación con Andrew era muy nueva y frágil. Había estado separada de él mucho tiempo.
Abriendo los ojos, ella tragó un gruñido y dijo:
—Está en lo cierto. Mi madre… Perdone. Lo siento. Andrew y yo nos hemos emparejado hace sólo unos días. La tensión de no estar con él… el lobo en mí…
La rabia del Alfa se disipó deprisa y frunció el ceño.
—¿No has completado tu relación con un verdadero emparejamiento?
Lita movió la cabeza.
—Eso lo explica —movió la cabeza.— Estar separada tan pronto no es fácil. ¿Cómo pudiste dejarlo marchar y como pudo él partir sin el emparejamiento de lobos? Necesitas tranquilizarte.
Siéntate y toma un té. Inuyasha no permitirá que Andrew se marche.
—No conoce a Andrew —Lita le dio una media sonrisa.
El Alfa sirvió el té y le dio una taza a su esposa.
—Andrew Furuhata está en casa de su tía. No se marchará por lo menos en unos días.
El alma de Lita ardió de placer. ¡Mi compañero! ¡Ve ahora!
—¿Está seguro? —No podía esconder el ansia en su voz cuando cogió la chaqueta.
El Alfa movió la cabeza mientras miraba fijamente a Lita.
—¿Estás segura de querer ir ahora? Andrew Furuhata es un joven muy enfadado. Necesita comprender su cambio. Y su tía es la única persona en la que confía.
—Tengo que explicarle… —Lita se paró. Obviamente el alfa sabía lo que le había pasado a Andrew. Sin embargo ella no necesitaba explicar la culpa que sentía por lo que le había hecho a ambos —¿Me dirá el camino a casa de su tía? —Después de un momento Lita continuó —¿Por favor?
—Ella no podrá tranquilizarse hasta que lo vea, Inuyasha. ¿Te acuerdas de lo que me pasó a mí?—dijo Kagome con una sonrisa.
El se rió mientras cogía un bloc pequeño y un lápiz de la chaqueta.
Después de escribir rápidamente le dio el papel a Lita.
—He puesto la dirección. Deberías estar allí en cuarenta y cinco minutos.
—Gracias —cogiendo la chaqueta se dirigió a la puerta.
—¿Estás segura de que no quieres té?
—No, gracias —la puerta se abrió con el empujón de Lita.
Una hora y media después sintió que la dirección que le había dado el Alfa no había sido tan precisa como había pensado. Lita frenó cerca de la casa de la tía de Andrew. Empujando la puerta salió. La humedad la envolvió y enjugó gotas de sudor en la frente. Maldiciendo por el hecho de que vestía medias para el vuelo, cogió su blusa y la empujó lejos de su cuerpo frío y húmedo.
¿Cómo podía acostumbrarse a esta humedad si Andrew quería vivir en Nueva Orleans?
Aquel pensamiento hizo que Lita se parase en el camino. ¿Si Andrew quería vivir aquí? ¿Por qué debería vivir dónde Andrew quisiese? ¿Por qué no vivir dónde ella escogiese? ¡Ella no quería vivir aquí!
Movió la cabeza. ¿Por qué pensaba en eso? ¿Eso hacía el estar emparejada con una persona?
¡Ridículo!
Apretando los puños y respirando profundamente, Lita subió los dos escalones del porche y golpeó la puerta.
El placer apareció en su alma cuando vio a Andrew. ¡Mi compañero!
Dentro de la puerta, él dio un paso atrás.
—¿Tú? ¿Cómo me has encontrado? ¿Qué diablos quieres? ¿No has destruido lo suficientemente mi vida?
—Andrew, yo… —Lita no podía controlar el deseo en su voz.
Él le dio con la puerta en las narices.
Con el corazón en el estómago, Lita miró fijamente la puerta. Esperaba su rabia, pero no un rechazo tan directo. ¿Cómo era posible? ¿El vínculo no lo afectaba de la misma manera que a ella?
¿Y si realmente no le importase? ¿Qué haría? No podría vivir sin él. De eso estaba completamente segura.
Levantó de nuevo la puerta cuando esta se abrió. Sin embargo, en vez de Andrew, la saludó una elegante mujer Morena. Mucho mejor que Lita, la mujer elevó el mentón delicado y la miró fijamente con sus ojos oscuros, marrones. Sus labios llenos, rojos, estaban diseñados en una línea dura, y su voz era tranquila.
—Según Andrew, le has arruinado la vida. ¿Por qué debería darte la bienvenida a mi casa?
Lita se fijó en el poder que irradiaba de la tía de Andrew. Un poder para rivalizar con el de su padre. Por una vez su mitad hombre lobo estaba quieta. Eso le permitió relajarse y pensar, antes de hablar. Existía algo en los ojos de la mujer que desmentían el hecho tan poco amistoso de su voz, algo que inspiraba esperanza. ¿Podría volverse una aliada?
—Porque sin él me moriré —miró profundamente en los ojos de la otra mujer.
Antes de que le saliesen las palabras, Lita sabía que eran verdaderas. El vínculo que tenía su alma con Andrew era irrevocable e irrompible. La única desventaja del vínculo compartido por los hombres lobo emparejados era la falta de interés en vivir después de la pérdida de su compañero.
A diferencia de su padre, ella no tenía hijos para sacarse la melancolía que formaría parte de ella si se viese separada de Andrew por mucho tiempo o si él no la quisiese. Noticias de weres a los que habían recusado sus compañeros de alma eran casi desconocidas… casi. Los susurros sobre esperar la muerte o cometer suicidio aparecían de vez en cuando.
Lita sintió una única lágrima rodar sobre su mejilla. Pestañeó y se recompuso.
Al mismo tiempo su estómago gruñó.
Ella no había comido nada en las últimas treinta y seis horas.
El rostro de la otra mujer se suavizó y el poder que la rodeaba como una armadura se disipó.
—Soy Hotaro —dio un paso atrás —Bienvenue, Lita, entrez.
Tambaleándose en la entrada, Lita entró en una habitación con atormentadores olores, algo picante burbujeaba en una olla al fuego, algo dulce en un tarro en el mostrador, algo caliente, masculino y sensual sentado al otro lado de la habitación… Andrew.

●●●

—Una mujer, una extraña, acaba de dirigirse a la casa y entrar.
—Pero ella es un were —al otro lado de la conexión, Naraku sonrió.
—Kagura dice que lo es.
Naraku sonrió ampliamente. Llevarse algunos weres de la población de Nueva Orleáns a su lado había sido un gran golpe de suerte. Ningún were entraba o dejaba la ciudad sin que él lo supiese.
—Ella es la were que le dio sangre. No hay otra razón para que un were esté tras él.
La sonrisa de Naraku se volvió perversa.
—Llévatela cuando salga. Sabes a dónde. Si es verdad lo que dice Kagura sobre los hombres lobos emparejados, podemos usarla para controlarlo.







(8)Acónito o wofsbane. En el mundo anglosajón es llamado thung, que parece ser usado para cualquier planta muy venenosa. Fue entonces llamado acónito (por su nombre en latín y griego) y después Wolf´s Bane, traducción directa del Lycotonun griego, derivado de la idea de que las setas, jugo o cebos untados con él atraían a los lobos. La especie mencionadas por Dioscórides parece ser el Lycotonum Aconitum.

CALOR SALVAJE (+18) - (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora