—Sigo diciendo que deberías irte a casa —dijo John mientras sujetaba la puerta del Big Kate, taberna de caballeros y salón de baile, el bar-restaurante favorito de muchos de los habitantes de la ciudad.
—Has tenido un buen sobresalto.
—¿Y qué voy a hacer allí? —Preguntó Lita al entrar en el bar —¿Sentarme y mirar fijamente las paredes? ¿Darme una carrera? Si hiciera eso, Zoisite aparecería, entonces tendría que tratar con otro macho que no quiero. No gracias. Me apetece una cerveza…algunas cervezas.
Sentándose en un taburete al final de la barra, llamó la atención del camarero levantando dos dedos, mirando de reojo a su ayudante.
—¿También quieres una cerveza, verdad?
El fornido camarero se acercó llevando dos mojadas botellas de largo cuello marrón en su mano.
En cuanto las puso frente a ella, Lita cogió una, la abrió y bebió la cerveza helada.
Dejando la botella vacía a un lado dijo:
—Dame otra.
—Supongo que no quieres un vaso —murmuró el camarero levantando una ceja a John.
El socio de Lita se encogió de hombros.
—¿Un día difícil en el trabajo? —preguntó el hombre grande al tiempo que colocaba otra cerveza delante de Lita.
—No quiero hablar sobre eso, Bart —respondió ella acercándose la botella helada. Esta vez, simplemente bebió la cerveza. Rodó la silla mirando a su compañero y al camarero de reojo, cuando fingía observar fijamente dos hombres que jugaban al billar.
Nuevamente el camarero hizo un gesto con las cejas a John.
Este movió la cabeza y dijo:
—He quedado aquí con Toka para comer.
—¿Quieres una mesa?
—Preferimos quedarnos aquí en la barra, Bart.
—Está bien. ¿Aquí a la derecha?
El socio de Lita se puso en pie, apoyó un brazo en la barra y negó con la cabeza.
—Aquí está bien —le dijo dando un trago a la cerveza —¿Has ido a pescar últimamente?
Limpiando la barra con un paño blanco, Bart negó:
—No, no tuve tiempo. Pensaba ir este domingo. ¿Quieres venir?
Ignorando la conversación que ahora no era sobre ella, Bart y John podían estar hablando sobre pesca durante horas y horas, Lita se bajó del taburete yéndose a la mesa de billar. Una vez allí apoyó la cadera contra la barra y continuó dando tragos a la botella, mientras se esforzaba en concentrarse en el juego. El lobo en su alma no la dejaba en paz.
¡Mi compañero! Ve ahora. Aparéate con él. ¡Ya!
Ella bebió más cerveza. Maldición, su mitad animal era insistente. Una vez que su mitad lobo se empeñaba en algo, era como un perro con un hueso.
El gruñido interior por comparar a un lobo con un perro, un animal que renunció a su libertad y se había unido a los humanos, causó un estremecimiento en los labios de Lita, pero su sonrisa no duró mucho. Tras otro trago de cerveza se apartó el pelo de la cara. ¡Maldición! Ella no estaba preparada para aparearse, ¿verdad? ¿Y por qué con un humano, especialmente con uno tan arrogante como Andrew Furuhata? ¿Si ni siquiera le gustaba, verdad?
El recuerdo de Andrew cuando entró por primera vez en su oficina regresó a su mente, su hermoso rostro, sus pantalones de camuflaje, una camisa ajustada sobre su pecho largo y los bíceps bien desarrollados. Sin embargo, aunque los pantalones de camuflaje eran holgados, mostraron un bonito trasero cuando se fue de la oficina.
El sonido de una bola golpeando a las bolas y las risas masculinas la sacaron de sus pensamientos.
Parpadeando, se encontró mirando detenidamente el rostro del dueño del supermercado local.
—¿Una partida, Lita? Ben no es rival, se rompió un dedo retirando las bujías de su viejo camión.
Concentrándose en el aroma reconfortante de la comida que llegaba desde la cocina, del picante olor de la cerveza que consumía, y los familiares olores del bar, Lita comenzó a relajarse. Empujó al lobo gruñón a la parte trasera de su mente, cerrando con fuerza la puerta de sus pensamientos sobre Andrew, se giró hacia el hombre alto que la había desafiado y sonrió.
—De acuerdo, Dan. —Eso me dará otra cosa en la que pensar. —Tú las golpeas. Yo las meto — agarrando el taco de billar lo movió entre los dedos, giró el cuello y los hombros durante unos segundos mientras se acercaba a un lado de la mesa, y golpeó la bola contra el colorido triangulo de bolas al otro lado de la mesa. Estas rodaron en todas direcciones cuando la bola las golpeó.
No se coló ninguna en la tronera.
Dan sonrió.
—Tu juego es malo Lita. Esta noche tal vez te gane.
Lita hizo un gesto con la cabeza.
—No tienes oportunidad Dan, me das pena y he decidido darte ventaja.
Cuando la risa masculina resonó en el bar, Lita se relajó. Toda la gente de allí eran amigos.
Yendo al otro lado de la mesa. Dan consiguió meter la bola dos y después la cinco, pero no lo hizo con la seis.
Lita sonrió.
—Mi turno otra vez. ¿Estás preparado para aprender, Dan?
Él agitó la cabeza con pesar.
—Hazlo mal, Lita.
Lita sonrió más ampliamente.
—Planeo hacer mi mejor juego —con un golpe rápido de muñeca las diez bolas rodaron a los agujeros en los lados de la mesa, seguidas rápidamente por la trece y la nueve.
—Parece que tienes problemas, Dan—dijo Ben desde su silla, cuando Lita metió la bola once —Ella está caliente esta noche.
Cuando Lita se preparó para golpear la bola ocho en el lateral, un atrayente olor flotó por el lugar envolviéndola.
Su alma de lobo, la puerta cerrada de su mente.
¡Mío! ¡Mío! ¡Mío!
Golpeó la bola y falló. Él golpeó la bola cuatro y la metió en un lateral.
¡Maldición! Enderezándose luchó para controlarse todo lo que pudo para ignorar al hombre que estaba sentado en un taburete del bar. ¿Por qué Andrew Furuhata tenía que aparecer justo cuando había conseguido apartarlo en un lugar diminuto de su mente donde él no podía atosigarla?
Dan gritó:
—Gracias Lita —alineándose tiró metiendo otra de sus bolas en la tronera.
Dando la espalda a Andrew, Lita miró hacia arriba intentado controlar firmemente a su lobo interior. Ella no era una perra en celo que movía la cola para que su compañero la persiguiera.
Se puso rígida, incluso más cuando sus ojos se abrieron. ¿Su compañero? Los nudillos se le pusieron blancos de lo fuerte que agarraba el taco de billar. ¿Su compañero? ¿Ella lo llamaba así?
¿Incluso para sí misma?
—Lita.
Giró su atención a la mesa de billar.
—¡Qué!
—Deja de soñar despierta, pequeña. Dan ha fallado. Es tu turno —gritó Ben.
Tras un breve, y ella esperaba que desapercibido temblor, Lita examinó la mesa y asintió ante la fácil tirada que tenía. Todo lo que debía hacer era golpear la bola blanca doce metiéndola en el agujero central. Aun así le llevó un momento alinear el tiro. Perder sería muy vergonzoso.
Concentrándose, ignoró el murmullo y los olores de la gente del bar… hasta que alguien se detuvo tras ella.
—Aquí querida, déjame ayudarte con esto —inclinándose contra su espalda, colocó la mano en el taco.
La frustración sexual masculina la golpeó de lleno. ¡Otro no!
—Apártate antes de que te haga arrepentirte de estar vivo —gruñó.
El cálido aliento le acarició ambos lados del cuello, cuando él tipo rió y le susurró en el oído.
—Vamos, Lita querida. Sabes que no puedes resistirte a mí. Además, eres mía. Ningún otro Were por aquí es lo suficientemente bueno para ti. —Él restregó sus partes íntimas contra su trasero —Vamos a algún lugar donde podamos estar solos.
—Te va a doler —moviéndose a un lado, Lita echó el taco de billar hacia atrás. Cuando golpeó en las pelotas del tipo, él gritó, colocándose las manos sobre su virilidad doblándose de dolor. Cuando su cabeza bajó, Lita levantó el taco dándole de lleno en la barbilla. Quitándose una mano de la bragueta para sujetarse la barbilla, aulló de nuevo y cayó de rodillas.
Girando el taco en las manos, Lita dijo:
—Te advertí que me dejaras en paz.
—¡Tú… perra… puta! ¡Vas a pagar…por esto! —el resopló luchando por levantarse.
Cuando sus tres amigos vestidos de cuero y cadenas se acercaron a Lita, el sonido de una escopeta eliminó las jadeantes maldiciones del lastimado.
—¿Qué problema hay aquí? -preguntó una nueva voz.
Apartándose de los cuatro hombres antes ella, Lita encaró al sheriff.
—El me estaba acosando y me defendí.
El hombre alto empujó su sombrero para atrás y miró a Dan y a Ben.
Ambos se encogieron de hombros.
—Él se puso tras ella cuando estaba preparándose para jugar —dijo Ben —luego se restregó contra ella. Yo habría hecho lo mismo que Lita.
Con un gesto de desaprobación el sheriff miró fijamente al tipo.
—Te advertí que dejaras las hembras en paz. Ella no tiene ningún interés en ti, Kenny. ¿Cómo puedes ser tan estúpido?
El joven rubio luchó por levantarse.
—¡Yo la quiero! Ningún otro de por aquí es lo suficientemente fuerte para apa…
Alguien disparó de nuevo la escopeta, cuando el sheriff avanzó agarrando a Kenny por las solapas de su chaqueta de cuero. Él detuvo abruptamente lo que estaba a punto de decir.
—Cállate Kenny y sal de aquí antes de que te detenga por alterar el orden.
Murmurando una maldición el joven hombre se liberó del sheriff.
Enfrentándose a Lita le dijo:
—Vas a lamentarlo, perra.
El sheriff le agarró del brazo y lo empujó hacia la puerta.
—Vete ya, antes de que incluya amenazas y daños corporales a la lista.
Todavía gruñendo y seguido de sus camaradas, Kenny fue dando tumbos por el bar y salió por la puerta.
Moviendo la cabeza, el sheriff habló con el de la escopeta.
—Puedes poner la escopeta en su lugar, y mejor si no la cargas.
Girándose hacia Lita preguntó:
—¿Te encuentras bien?
Ella asintió.
—Sí, lo estoy.
—Kenny no va a dejar pasar esta humillación pública, Lita. Es mejor que tengas cuidado y me llames si tienes cualquier problema —añadió el sheriff tranquilamente.
Apartándose el cabello hacia atrás ella asintió.
—Puedo encargarme de Kenny. No tienes que preocuparte por mí.
—Es por Kenny por quien me preocupo —respondió el sheriff con una sonrisa —no quiero tener que enfrentarme a su madre, si la próxima vez lo castras.
La tensión que rodeaba a Lita se aflojó con el comentario del sheriff. Todo el mundo en la ciudad había observado los constantes intentos de Kenny de cortejar a Lita y las demás hembras desde que llegó a la edad en la que su libido desperto hace cuatro años, sin embargo Lita le había dejado bien claro en más de una ocasión que no estaba interesada. Hasta hoy, sus intentos habían sido relativamente amables.
Lita suspiró, tal vez había exagerado, pero sus emociones estaban en una montaña rusa, desde que examinó los ojos de Andrew Furuhata de cerca el otro día. En ese estado, ningún hombre o mujer lobo podía controlar completamente sus reacciones.
Desgraciadamente, la mayor parte de la ciudad sabía que ella y Kenny eran lobos.
—¿Estás segura de que te encuentras bien, Lita? Pareces muy cansada.
Lita sonrió débilmente.
—Estoy bien sheriff, se lo aseguro.
Él miró a John de reojo, y este a su vez hizo un ligero movimiento de cabeza.
Lita apretó los dientes. Si no hubiese humanos allí, les daría a sus hermanos lobos: John, y el sheriff… una terrible reprimenda, y tal vez unos mordiscos bien dados. No necesitaba que ellos actuaran como si fueran sus padres. Sinceramente, si no los conociese bien, juraría que su padre les había ordenado cuidar de ella.
Esa sospecha comenzó a dar vueltas en su mente, los miró de reojo y dijo:
—Escuchar todos, mi padre no os habrá…
Fue interrumpida por otra voz que causó que su lobo vibrara de placer.
—¿Quiere jugar otra partida, señorita Chiva? —En pie al otro lado de la mesa, Andrew Furuhata sujetaba una tiza —Yo juego primero.
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CALOR SALVAJE (+18) - (FINALIZADA)
Kurt AdamAndrew Furuhata cree que el hijo de puta de su jefe en la CIA le envió a una persecución inútil. ¿Cazar a un agente de igual graduación, que es un hombre lobo? ¡Menuda broma! Lita Chiba estaba contenta con su vida, era buena en su trabajo como inves...