Andrew amarrado.

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El sonido de la respiración de alguien sacó a Andrew de la inconsciencia. Antes de que abriese los ojos sabía que Lita estaba cerca, a su izquierda. Podía sentir su olor, o por lo menos la fragancia de su perfume.
—¿Te has bañado en perfume? —murmuró mientras abría lentamente los ojos.
—¿Andrew? —la alegría floreció en su voz.
Él parpadeó algunas veces y enfocó el rostro en Lita cuando se inclinó sobre él. Su fisonomía parecía de alguna manera más afilada, limpia, los ojos azules manchados de oro, piel de marfil, suave, labios deseables. Su olor era casi irresistible, aunque, por alguna razón, más atrayente que cualquier cosa que hubiese experimentado antes. Prefirió ignorarlo cuando recordó la pelea en el callejón. Sangre, mucha sangre.
Había sido apuñadado… gravemente.
—¿Qué pasó con el sujeto que nos atacó?
—Está en prisión.
Gruñendo afirmativamente, Andrew intentó tocar su herida y descubrió que sus muñecas estaban amarradas con correas gruesas de cuero forradas en lana, sujetas en la cabecera de la cama.
—¿Qué diablos…?
—No dejabas tu herida en paz. Intentabas sacarte los puntos o empujar el IV (soporte para medicar por vía intravenosa), entonces el doctor tuvo que amarrar tus muñecas con la correa.
Su respuesta tenía sentido, pero la miró enfadado. No le gustaba estar atado.
—Suéltame ahora. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
—Más o menos treinta y seis horas —la sonrisa de ella parecía iluminar la habitación.
Andrew miró hacia abajo e intentó mover la pierna.
El dolor recompensó sus esfuerzos. No lo molestaba tanto como había esperado.
Miró a Lita nuevamente. Aún sonriente, estaba mirando fijamente su pecho. Entonces se lamió los labios.
Sus pezones estaban erectos contra la camiseta roja.
La sonrisa de ella se amplió más mientras su mirada vagaba por el cuerpo de él de arriba abajo y volvía a su pecho.
—Estás definitivamente roto.
En aquel momento Andrew se dio cuenta de que estaba desnudo con excepción de la sábana que lo cubría.
Oyó como respiraba más rápido cuando su pene se contrajo.
—Sabes —dijo mientras se inclinaba sobre él y pasaba un dedo por su pecho desnudo hasta su hombro y después por el brazo hacia abajo hasta las muñecas atadas —mi hermano esposó a su compañera en una cama. Apuesto a que el sexo fue fantástico.
Su pene hizo más que estremecerse. Empezó a formar una tienda de campaña entre sus muslos. Él hizo lo posible para ignorarlo.
—Bien por ellos. Ahora suéltame.
Ella pasó la mirada desde su pecho a su cara. Lamió los labios nuevamente.
—No.
Andrew sintió arder sus fosas nasales. El olor picante, atrayente del deseo de ella lo envolvió.
La tienda de campaña entre sus muslos se movió.
—No creo que él quiera que te suelte—dijo en voz baja mientras pasaba un dedo por el pene cubierto por la sábana.
Sentir el roce del suave algodón contra su piel lo atormentó tanto como su olor. Luchó por mantener el control de su cuerpo y de la situación. Él usó el tono bajo y peligroso de voz que normalmente reservaba para situaciones desesperadas.
—Lita. Déjame ir. Ahora.
Ella lo ignoró y su risa sirvió de aliciente al fuego que quemaba en su ingle. El fuego pasó a su estómago cuando ella paró de frotar el pene por encima de la sábana y posó los dedos sobre su abdomen apretado hacia su cintura, donde estaba la sábana. La cogió con un dedo y la arrastró lentamente sobre su abdomen, su ingle, sus caderas y sus muslos.
El aire fresco alcanzó sus muslos, cuando su pene danzó libre, dolorido por su toque.
Ella lo ignoró.
Apretando los ojos le observó el rostro.
Ella se lamió los labios mientras recorría con la mirada cada parte de su cuerpo.
—Nunca he visto un color tan delicioso en un humano antes… como un rico caramelo.
¿Eres tan sabroso como parece?
Andrew la miró. ¿Por qué no tenía control de esa situación? Estar atado no debía implicar una diferencia. Ya había pasado antes.
—La otra noche debería de haber respondido a esa pregunta.
—Estaba muy ocupada sintiendo —su sonrisa era perezosa e indolente -para pensar en saborear. —Arrastró los dedos por su estómago y pecho y los giró en torno al vello púbico, rubio y rizado —Tu cabello es tan suave —le miró el rostro — lo sabes.
Como una mariposa pasando de flor en flor, los dedos delicados aterrizaron aquí y allá en el pecho de él.
—Me pelo mi cabeza como es.
Los dedos de ella se deslizaron hasta su abdomen nuevamente.
Los músculos de su estómago se estremecieron mientras su pene empujaba nuevamente.
Riendo cogió la sábana y la puso en sus tobillos.
—Me gusta el pelo en tus piernas también. Especialmente aquí, en el interior de los muslos.
Cuando pasó los dedos en la parte interna de su muslo ileso, le rozó las bolas.
Estas hormiguearon y se apretaron.
—¡Maldición Lita!
—¿Si? —ella le sonrió nuevamente.
Las manos estaban tan apretadas que sus nudillos estaban blancos. Lita forzó las esposas que lo ataban a la cama.
No cedieron ni una pulgada.
—Suéltame —apretó los dientes.
Inclinándose sobre él, pasó las manos por su pecho, miró fijamente su rostro y dijo:
—No. —entonces, después de erguirse, se pasó la camisa por la cabeza.
Los pechos de marfil saltaron y sus pezones duros y rosados lo miraron fijamente.
Ella desabrochó sus vaqueros, se los sacó por las piernas juntamente con sus bragas y los tiró.
—Siempre me he preguntado cómo sería hacer el amor con alguien que estuviese atado —dijo con un pequeño jadeo —¿Tú no?
La mirada de Andrew estaba fija en la ingle de ella, en el vello sedoso, castaño y aterciopelado y en los labios rojos bajo ellos. La fragancia del deseo sexual de ella era más fuerte ahora, más atormentadora, hasta el punto que casi podía sentir su gusto. Olía a calor y pasión de primavera, de un tiempo cuando el sexo era un desafío, una victoria y una derrota… todo al mismo tiempo.
En aquel momento, Andrew dejó de intentar controlar los impulsos de su cuerpo. Solo Dios sabía el porqué, pero la quería más de lo que había querido nunca a una mujer. El recuerdo del sexo en el callejón solo aumentó su apetito por ella, no lo había dejado satisfecho. Necesitaba más, mucho más.
El cabello castaño de ella cayó hacia delante y acarició sus muslos cuando se inclinó y chupó su polla.
—¡Cristo! —un rayo de electricidad creció rápidamente en sus muslos y los músculos de su estómago se apretaron.
La boca de ella era caliente y mojada, su lengua experimentada provocaba mientras bailaba hacia abajo y alrededor de su erección.
Entonces levantó la cabeza y le dirigió una sonrisa traviesa.
—Tienes buen gusto… caliente, picante y masculino. Pero quiero hacer algo más que saborearte. Quiero sentir tu gruesa polla dura profundamente dentro de mí, llenándome y estirándome hasta que no sepa donde termino yo y empiezas tú.
Antes de que Andrew pudiese decir nada, ella se arrastró por la cama y se sentó a horcajadas sobre él.
Con las fosas nasales en llamas y los músculos de su estómago incluso más apretados, Andrew la miró cuando se bajó lentamente sobre su caliente, pulsante erección, vio como su pene desaparecía en el cuerpo de marfi. Sus sentidos giraron más alerta de lo que lo habían hecho antes. Visión, olor, sonido, tacto, sabor… todos los sentidos eran más sensibles que antes.
Y a él le gustó.
Olvidándolo todo excepto lo mojada, lisa y caliente que estaba alrededor de su pene, Andrew cedió al placer físico.
—Eso mismo querida —gruñó cuando se levantó y se bajó varias veces, más rápido cada vez —fóllate tu misma. Cabálgame… más duro.
Con la cabeza hacia atrás ella aceptó. Cogiendo sus pechos, apretó los pezones.
—Tócate los pezones, querida. Apriétalos más duramente.
Abriendo y cerrando los puños, Andrew luchó por librarse cuando los músculos internos de Lita se apretaron alrededor de su pene cuando bajaba y se soltaban cuando se levantaba. Pero las esposas estaban firmes y, aunque desease mucho tocarla no podía hacer nada más que acariciar la piel lisa de sus mulos abiertos con las puntas de los dedos. Simplemente mirándola mientras se acariciaba los pechos y se tocaba los pezones se sentía casi tan bien como si él mismo lo hiciese.
—Vamos querida. Pellizca tus pezones. Sí, así.
Ella aceptó. Sus pezones se hincharon y endurecieron.
Los pezones de Andrew empezaron a doler y los músculos de su estómago se pusieron rígidos mientras la veía enterrarse en su pene.
—Vamos querida. Cabálgame más duro, más rápido.
Levantando los brazos encima de su cabeza, Lita se levantó, curvó su espalda, movió las caderas y se hundió con fuerza sobre su polla.
Ignorando la puñalada rápida de dolor en su muslo, Andrew gimió y levantó las caderas. Sus bolas estaban quemando y su pene dolió más que antes.
—Más duro querida, más duro.
¡Cabálgame más duro!
Ella aceptó y bajó el brazo. Sus dedos encontraron el clítoris y lo frotó con el duro pene de él.
—Sí nena. Toca tu clítoris.
El modo en que los dedos de ella acariciaban y bailaban encima de los dos hizo que Andrew apretase los dientes. Verla tocarse lo hizo luchar más con las esposas. Quiso poner sus manos entre los muslos de ella, con los dedos provocando su clítoris. Él gruñó profundamente en su garganta, un sonido que nunca había hecho antes, pero no pensó sobre ello, no le importó que su cuerpo no pareciera el mismo de antes. Todo en lo que podía concentrarse era en la mujer que follaba su polla. Hasta el dolor en su pierna fue olvidado y todo su mundo fue el sentimiento que se esparcía por su ingle. El sudor mojó su frente y su cuerpo se quedó suave mientras levantaba las caderas. Un rayo de luz relampagueó detrás de sus ojos.
—Más rápido nena —repitió -cabálgame más rápido.
Con los brazos ahora cruzados encima de la cabeza, Lita hizo lo que le pedía. Apretando las caderas de él con las suyas, se movía sobre su pene mientras movía nuevamente las caderas. El pene de Andrew, duro como una piedra, la estiraba y la llenaba profundamente cada vez que se deslizaba sobre él.
—¡Oh dioses!
—Eso mismo nena. Estás lista y mojada. Goza para mí, querida. Goza para mí. —él empujaba las caderas hacia arriba a medida que ella bajaba.
Otro gemido se escapó de Lita y se cogió los pechos nuevamente. Las fosas nasales llamearon e inhaló el olor de deseo de él. Su respiración se quedó en la garganta, cuando los músculos de sus brazos y hombros se hincharon al intentar librarse de las esposas de cuero que lo ataban a la cama. Él apretó los dientes y empujó con más fuerza, pero las esposas estaban hechas para asegurar incluso al más poderoso hombre lobo.
Andrew Furuhata estaba a su merced y esto era el afrodisiaco más potente que había experimentado.
Jadeante, con sus brazos aún intentando sacarse las esposas, él arqueó las caderas aún más.
—Vamos querida. Me has dejado caliente, muy caliente. Estoy preparado para gozar —empujó el pene todo lo que pudo en el cuerpo de ella.
Estremeciéndose mientras empujaba la polla en ella, Lita miró fijamente su rostro. El sudor ponía gotas en su frente. Su mirada estaba fija en su ingle. Sus fosas nasales ardieron. Rápidas respiraciones escapaban de la boca abierta. Él se lamió los labios.
Lita gimió. Oh, quería aquella lengua en su clítoris. Se levantó y rodó fuera de la cama.
—¿Qué diablos…? —el shock y la rabia sonaban en su voz.
Girándose, Lita movió la pierna sobre su torso.
—Quiero tu lengua —gimió. Entonces ella deslizó la lengua por el pene de él.
Mientras ella lo chupaba, posicionó su cuerpo para que pudiese alcanzar el clítoris con la lengua. Lamió una vez, dos veces, y ella se estremeció. Entonces levantó la cabeza y chupó.
—Más —gimió alrededor de su pene—más.
La respiración caliente de él provocó su clítoris y su vagina. La lamió y la chupó.
—Tienes el gusto de la pasión caliente, salvaje —deslizó la lengua en su vagina y chupó más fuerte.
Perdida en la pasión, Lita chupó el pene tan profundo como pudo, movió la lengua de arriba abajo, mordisqueó la cabeza oscura y gozó con el gusto salado del pre-semen.
El lobo en su alma aulló de triunfo.
—Cabálgame querida —bajó la cabeza—cabálgame nuevamente.
Jadeando, dio a su pene una última, larga lamida, y se giró. Su coño estaba mojado y se deslizó fácilmente sobre él.
Él movió las caderas.
Mientras disfrutaba de los sentimientos que recorrían su cuerpo, Lita notó el rápido flash de dolor en los ojos de él.
¡Su muslo! Se había concentrado solamente en su placer, y olvidado completamente su herida.
Cerrando los ojos, aumentó el ritmo y se movió de arriba abajo más y más rápido. Aunque quería prolongar su placer, no quería agravar su herida cuando se estaba curando tan bien.
—Oh dioses, ¡sí!
Pasando los dedos de su mano derecha sobre el vello púbico, frotó su clítoris con el dedo medio, una vez, dos veces, tres veces… y explotó en éxtasis cuando sus músculos internos se cerraron en torno a la polla dura como una piedra, enterrada profundamente.
Bajo ella, Andrew se estremeció y aulló cuando alcanzó su propio orgasmo.
Temblorosa, Lita se derritió sobre el cuerpo de Andrew. Suspirando anidó en su cuello. Por un momento sus corazones latieron juntos y sus respiraciones volvieron a la normalidad.
Sintiéndose completa por primera vez en su vida, Lita se levantó un poco, puso los brazos en el pecho de Andrew y le miró el rostro.
La expresión de él era defensiva y cerrada cuando le devolvió la mirada.
Sonriente, ella lo besó en la boca.
Levantando la cabeza, miró el rostro de él nuevamente.
Antes que ella pudiese decir nada, un golpe fuerte se oyó en la habitación, seguido de una voz igualmente alta.
—Lita, ¡abre la maldita puerta!
Levantándose de la cama, miró fijamente la puerta. Maldición, ¿por qué tenía que aparecer el doctor ahora?

CALOR SALVAJE (+18) - (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora