PRÓLOGO

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La atmósfera era... ¿cálida?, ¿fresca?, no podía sentirla. ¿Por qué no podía? Podía sentir respiraciones cerca de mi cuello, cabellos tocando mis párpados, brazos rodeándome, todo tipo de extremidades y texturas. Sin embargo, no había nada de aire, ni olores, mucho menos ruido, era silencioso. Por alguna razón no podía abrir los ojos, que ya me ardían de tenerlos tanto tiempo cerrados contra su voluntad. Podía sentir cómo lagriman, cómo deseaban despertar y ver la luz, pero no les podía dar ese tipo de lujo, definitivamente no podía.

Siento miedo. Lo único que puedo recordar es mi casa: era un día que salí muy temprano de la escuela y mis padres no habían llegado. Por instinto grité sus nombres, avisándoles que ya me encontraba en nuestro domicilio. Dejé mi mochila a un lado de la puerta. Podía escuchar respiraciones, pero no veía a nadie; ese sentimiento me desesperaba y no me hacía pensar claramente, mi razonamiento no servía.

A lo lejos podía oler una especie de líquido que no podría describir. Nunca lo había olido antes. El miedo de no poder encontrar la fuente de esa sustancia comenzaba a inquietarme. La candela de la estufa no estaba encendida, nada se estaba quemando, mucho menos se había caído un perfume o el líquido para ahuyentar a los mosquitos. No sabía qué era, ni siquiera el olor que distinguía se parecía a alguno de éstos. Todo estaba en su lugar como lo dejamos, nada se había movido. El chicle que se me había caído debajo de la puerta principal seguía ahí; la mancha de jugo en la alfombra blanca aún permanecía intacta, no había huellas en el suelo de madera, ni en la alfombra de las escaleras. Las ventanas estaban perfectamente cerradas, con los muñecos de animé bloqueando la entrada. Nadie había podido ingresar a la morada, nunca hubieran dejado todo tan ordenado y simple como yo lo había hecho. Comenzaba a sospechar de mí, pensé que probablemente me estaba volviendo loca o estaba comenzando a enfermarme. No era normal sentir un aroma tan penetrante y fulminante como ése.

Igual se me vino a la mente la disparatada idea de que por fin al gobierno le hubiésemos interesado un poco y hubiesen fumigado las calles o cortado el césped, que ya parecía una selva tropical, como si pudieses perderte entre tanta maleza que tapaba el camino e incluso los edificios.

Un montón de conjeturas entraron a mi cabeza sin conseguir una respuesta coherente, Mientras tanto, el olor se acercaba cada vez más; parecía aproximarse a mí desde todos los ángulos posibles. El no hallar la vía del olor me volvía loca, y simplemente me frustraba yo misma por no encontrar alguna familiaridad con algún aroma que hubiese olido antes. Sencillamente no podía mantenerme en razón, ya que no había ninguna explicación lógica para este suceso.

Después de estar por minutos dando vueltas alrededor de mi casa, logré identificar el camino de dónde provenía ese horroroso aroma, que ya me había dejado un terrible sabor de boca.

Definitivamente algo estaba mal y me daba la impresión de que no debía ir a averiguar qué pasaba. Pensé que era preferible llamar a la policía y que ellos arriesgaran su vida para descubrir qué animal se había muerto dentro de la ventila que daba hacia la sala. Pero, conforme me acercaba, descubrí que el olor se asemejaba al del alcohol concentrado, aunque no estaba segura de ello. No tenía el valor suficiente para entrar a un lugar como ése, no soy como las personas de las películas que les dices "no entres" y al final terminan muertos o con un trauma.

Me acerqué al teléfono, pero noté que no tenía señal. No se escuchaba absolutamente nada, parecía una película de terror. Definitivamente tenía los pelos de punta.

Decidí salirme de la casa, pero al tocar la manija de la puerta principal me di cuenta de que estaba cerrada. Empecé a sentir cómo mi cuerpo de un momento a otro se paralizaba por completo; comencé a dar pasos inseguros hacia atrás sin saber lo que hacía, mientras el olor se acercaba cada vez más.

Iba a subir las escaleras cuando, entró una carta debajo de la puerta. E E Era de color negro, con letras doradas y delineado plateado. Me acerqué a ella intrigada y la recogí sin saber el motivo exacto por el que le hacía caso a algo tan insignificante. Me di cuenta de que el papel era tan fino y suave como una hoja opalina, brillaba y se mantenía firme. Aunque presté atención a lo que decía la carta lo único que puedo recordar son las letras: S...C...A...N. Pensé que las siglas se parecían mucho a algo que me era muy familiar, pero mientras me interrogaba a mí misma, vi un guante negro taparme la boca.

Desde ese momento todo se volvió oscuro, frío, y agitado. En suma no sentía mis pies en la tierra, algo raro pasaba, pero...no podía pensar en algo razonable.

En estos momentos no controlo mis pensamientos, parezco un robot, pienso cosas que ni yo les encuentro algún significado, sueños que sólo traen líquidos rojos cayendo de hojas de papel, letras doradas y fondos negros, en lo único que puedo pensar es...

AisladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora