Lunes, primer día lectivo desde la vuelta de Washington.
Mi mañana empieza con el sonido del despertador, lo apago y me doy media vuelta en la cama. Ojalá todo hubiera sido un mal sueño, ojalá no fuese tan estúpida, ojala los tíos no fueran todos unos cabrones. Mi madre al no oír que me levanto de la cama viene a mi habitación, y es que las madres no son tontas, saben perfectamente cuando sus hijos están mal, cuando les pasa algo, aunque no les digamos nada. Supongo que es un sexto sentido que adquieren cuando nacemos.
—Cariño —dice apenada con una voz muy dulce. Yo sigo en la cama de espaldas a la puerta —Si quieres puedes quedarte con en casa, hoy no trabajo y grabé el capítulo de Anatomía de Grey de la semana pasada para verlo contigo, podemos verlo.
Mi madre es increíblemente buena, la persona con mejor corazón que yo he conocido jamás. Pero no puedo quedarme en casa, no puedo faltar a clase, porque eso quedará reflejado en mi expediente y a Columbia no le gustará.
—No mamá gracias, ahora bajo a desayunar —contesto con un hilo de voz.
—Como quieras tesoro —dice cerrando la puerta.
Esta mañana me quiero morir, aunque pensándolo bien por dentro ya estoy muerta, no solo me han roto el corazón, le han escupido y han bailado sobre los pedazos. Yo no sé si esto tendrá arreglo, lo que sí sé es que si el corazón deja de funcionar el resto de los órganos también lo hacen, y mi corazón hace más de 12 horas que ya no funciona.
Bajo a desayunar y a penas con algo, tengo el estómago cerrado, no soy capaz de estar dos minutos sin quedarme embobada pensando en lo tonta que soy, en lo que ocurrió hace dos noches o en que va a pasar ahora. Pero mi empanamiento no dura mucho ya que Bea hace sonar el claxon de su coche indicándome que salga de casa, así que me planto frente a la puerta, sonrío como si nada y salgo por ella.
—¿Echabas de menos tú cama? ¿Qué tal has dormido? —pregunta la pelirroja mientras me subo al coche.
—Pues bien supongo, estaba muy cansada —Mentira, todo mentira, excepto lo de que estoy cansada, eso sí que es cierto, y no solo físicamente, si no también emocionalmente.
Pasamos a recoger a Alexis, pensé que el me alegraría, pero no, y es que nadie dice nada en todo el trayecto, parecemos completos desconocidos.
—¿Ocurre algo? —pregunto yo. De normal por las mañanas a pesar de la hora el viaje a clase suele ser divertido, nos lo pasamos entero riendo.
—No nada, ¿qué va a pasar? —contestó Alexis.
No me pareció una respuesta muy convincente pero lo dejo pasar, no estoy de humor para insistir.
Bea aparcó el coche, lo que indica llegamos a clase, y lo que significaba que el momento que más me aterraba se presenta ante mí. Es hora de volver al mundo real.
Nada más salir del coche oigo a alguien gritar mi nombre.
—Clara —es Adrian. Mierda, me había olvidado por completo de todo el asunto de Adrian.
—Oye mira —empiezo a hablar queriendo zanjar esto cuanto antes —Siento mucho lo de la fiesta yo...
—No no no —me interrumpe él —Soy yo el que lo siente, me porté como un animal y no debí de hacerlo, supongo que me pasé bebiendo. Espero que me puedas perdonar y podamos ser amigos otra vez —sonríe amable.
He de decir que me sorprende bastante, en otras circunstancias le hubiera mandado a la mierda pero me ha pillado en un momento bajo en el que lo último que me apetece es más drama.
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Nuestro Secreto, Solo Nuestro
Novela JuvenilCuando un viaje de estudios a Roma lo cambia todo, Clara, nuestra protagonista, se enfrenta a tener que perder a uno de sus mejores amigo. Además a la vuelta del viaje sin ella saberlo pasará a formar parte de una cruel apuesta que acabará por dest...