Capítulo dieciséis

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Clara

—No Dani, yo no estoy diciendo eso —repito ya un tanto cansada de que no haga más que replicarme.

—Estás loca, en serio, nos vas a hacer perder como sigas así —él está también enfadado.

Todos estos días hemos estado haciendo el trabajo sin problema alguno, a pesar de no soportarnos habíamos aparcado nuestras diferencias un par de horas cada tarde, pero revisando a medio día lo que llevamos hecho hasta ahora he encontrado un error en uno de los teoremas que habíamos resuelto hace unos días, pero él no lo ve así, "cómo va a estar mal si he revisado ya todos los cálculos" no para de decirme, y entre grito y grito nos pusimos más nerviosos de la cuenta y estallamos. Menos mal que mis padres no están en casa o se habrían asustado con tanto grito.

—Te estoy diciendo que está perfecto, que esto no tiene nada que ver para la resolución del problema —él eleva la voz más que antes. —Este lo hice prácticamente yo solo cuando estabas en el hospital, por eso sé que está perfecto —dice dando un golpe a la mesa mientras se levantaba y se pone de espaldas a mí.

—Quizá por eso está mal, porque lo has hecho tú solo —estoy cabreada, no voy a permitir que me grite ni que su cabezonería me quite el viaje a Washington —A las pruebas me remito, ¡Hace mucho que no haces nada bien Daniel Thomas Grant!

Él sigue de espaldas a mí, y apretando los puños cada vez más. Hay un silencio largo, larguísimo, durante el cual recapacito sobre lo último que he dicho pero es que es la verdad, y llevo mucho tiempo queriendo decirlo, gritarlo, y no me arrepiento de haberlo hecho

—¿Qué hacía él aquí? —pregunta entre dientes.

—¿Qué? —pregunto extrañada, no entiendo a qué viene esa pregunta.

—¿¡Qué demonios hacía él aquí!? —grita dándose la vuelta para mirarme —Clara, por favor, dime que hacía él aquí —me repite esta vez más tranquilo pero con tono dominante. Yo me asusto. Se de sobras que no me va a pegar pero por su tono de voz y sus puños aún apretados parece que si lo fuese a hacer, yo casi no puedo ni moverme.

Me recompuse —Será mejor que te vayas —le digo indicándole dónde está la puerta

—Cariño Bea está en la puerta, date prisa que está en doble fila —oigo a mi madre gritar desde la puerta de entrada –Me voy a trabajar cariño, muchos besos y que te vaya bien el día.

—Igualmente mamá —le respondo.

Bajo corriendo las escaleras y ahí está mi pelirroja amiga en su coche recién estrenado apenas hacía un par de días. Agradezco ser la que más cerca suyo vive porque así me pasa a buscar la primera y puedo sentarme en el asiento del copiloto. Ese día pasamos también a por Alexis y Mireia.

El trayecto fue raro, no hubo conversación y eso es raro, todos parecían muy distraídos, no se rompe el silencio hasta que aparcamos el coche en el parking del instituto.

—Fin del trayecto —anuncia Bea haciendo hincapié en la 'i' de fin.

Bea conduce despacio porque, palabras textuales "no quiero que mi pequeño coche se canse". La cuestión es que nada más llegamos acababa de tocar la campana así que me toca correr hasta el aula 213, matemáticas.

—...por lo que cuanto antes terminéis mejor, pero tenéis que hacerlo bien, los diez, perfectos —decía el señor Griffin cuando entré en clase abriendo la puerta tan rápido que hice un ruido que hizo a todos girarme a verme –Vaya señorita Millán, un placer que nos honre con su presencia aunque para ello hayamos tenido que esperar cuatro minutos —dice el profesor sonriendo bromista mientras señalaba mi sitio con el dedo índice —Daniel por favor pon al día a tu compañera —añade Griffin haciendo un gesto con la mano.

—Está hablando de lo de Washington —me explica Dani en bajito para no interrumpir la explicación del profesor mientras no aparta la mirada del frente —Toma —me dice acto seguido tendiéndome un papel –Ayer tenías razón, el cuarto problema estaba mal, aquí está corregido.

Yo me dedico a coger el papel con expresión seria aunque mi vocecita interior no para de gritar "te lo dije" tan alto como puede.

—Y respecto a lo de ayer... lo siento, no tengo porque meterme en tu vida, pero deberías madurar —susurra.

Yo simplemente no dije nada, me limité a mirar al señor Griffin mientras escuchaba las palabras de Dani y alucinaba. ¿Se disculpaba conmigo y luego va y me dice que madure? Que madure él que no es capaz de mantener la polla dentro de la bragueta.

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