Capítulo treinta

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—Tienes cara de haber estado pensado en mí toda la noche—

La voz de Dani me saca de la siesta que me estaba echando con los ojos abiertos

—Dani, permíteme decirte que eres un creído de mierda y que te equivocas. En serio, pasa de mi —le repito por enésima vez en este viaje. Supongo que no tengo muy buen despertar.

Él serio, coge una magdalena y se aleja de mi mesa en silencio. Acto seguido Maila y Lea, su compañera, se sientan conmigo a desayunar.

Subimos al taxi y yo me duermo, cosa que no me sorprende. Cuando llegamos al campus Dani me despierta dándome un golpe en el brazo pero no me dice nada, a ver si por fin se ha tomado en serio lo de que quiero que me deje en paz.

El día transcurre bastante tranquilo, hacemos prácticas de laboratorio de medición y vamos a una clase de TAE y a otra de introducción al cálculo que resulta ser más difícil de lo que me imaginaba, pero a diferencia de la mayoría yo no me aburro, y eso que estoy muy necesitada de una cama.

Hora de comer.

Estamos todos en la terraza pero en varias mesas separadas porque no cabemos todos juntos, Lea invita a Dani a sentarse con nosotras pero este niega con la cabeza y se va a la mesa en la que está, entre otra gente, Meg. Dani se gira para ver si lo estoy mirando y se sienta junto a ella, pero yo aparto la mirada antes de que él pueda verme y Maila me tiende un cigarrillo.

—Ten —me lo deja al lado de la botella de agua.

—Ya te he dicho que yo no fumo —contesto.

—Ni yo —dice ella —Pero de vez en cuando se agradece uno, cuando se te presenta una situación difícil, no puedes hacer nada y quieres evadirte.

—¿Y que tiene que ver eso conmigo? —pregunto algo extrañada.

—Dani es un capullo, y contra eso no puedes hacer nada —contesta sonriendo amable

Lea me hace guardarme el cigarrillo de Maila diciéndome que en algún momento lo necesitaré agradeceré tenerlo cerca así que lo meto en mi bolso.

El resto de la mañana transcurre igual, yo voy con las chicas de NY y Dani con Meg y unos cuantos más, y me hace gracia porque somos la única pareja que va cada uno en grupos distintos. Incluso he oído de unos chicos que a mí me llaman Ilinois del norte y a él Ilinois del sur.

Llegamos al hotel un poco más pronto que ayer lo cual me hace pensar en la idea de una siesta antes de cenar, pero nada más bajamos del taxi suena mi teléfono.

David

Hola David, ¿Qué tal todo por ahí? —intento hablar suficientemente alto como para que Dani lo oiga.

Este pone los ojos en blanco, me mira con prepotencia un segundo, mete las manos en los bolsillos del pantalón y entra al hotel.

Los siguientes días fueron bastante parecidos, Dani y yo pasamos el uno del otro, yo pasaba casi todo el tiempo con Maila y Lea aunque nos juntamos con un par de parejas más y Dani seguía yendo con Meg y compañía.

Para cuando quiero darme cuenta el viaje está llegando a su fin y estamos Lea, Maila y yo arreglándonos en la habitación de Maila para salir de fiesta con todos y despedirnos como es debido.


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