Segunda parte del capítulo 4

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- Ha llegado tu hora querida, no tendrás que sufrir más, será una muerte rápida, luego te entregaré a él. Sabes, en realidad, sé que no eres Rosa, es más, nunca te he visto en mi vida, excepto en la foto, claro. Pero bueno, I do what I am told to. Me diste pena y no quise matarte al principio, pero ahora pienso que es imposible no matarte porque si no, seré yo quien muera. Y no permitiré que sus manos sucias me arrebaten la vida. ¿Entiendes? Acabemos con esto lo antes posible.

El hombre sonrió hasta enseñar todos los dientes y sus patas de gallo se arrugaron. No era un hombre mayor, era bastante joven, tendría unos veintiséis años, su cabello era de color negro y lo llevaba rapado, tenía pinta de haber estado en la prisión más de una vez, o incluso de haberse escapado de ella. Pero ¿por qué iba a querer alguien matarla a ella? Ella era inocente, digna de vivir, quería a su familia, sacaba buenas notas, ayudaba a sus padres en casa siempre que podía, en fin, era una buena chica. No había hecho nada malo. No merecía esto.

Anne se llevó las manos a la cara, si iba a morir no quería ver a su asesino, pensó en su hermano y en todos los buenos momentos que habían pasado juntos, entonces se dio cuenta de que en realidad quería a su hermano mucho más de lo creía. El corazón le palpitaba tan rápido que creyó que se iba a parar en cualquier momento. Había un extraño silencio que los rodeaba. Anne cerró los ojos deseando que todo fuera una pesadilla para poder despertar. Escuchó la respiración entrecortada del hombre, luego oyó una pequeña risita. El asesino iba a apretar el gatillo. Escuchó un golpe seco y esperó el disparo. No sintió nada. Empezó a abrir los ojos lentamente.

El hombre cayó de boca al suelo y de su espalda asomaba una navaja gruesa llena de sangre, sus ojos estaban casi salidos de sus órbitas. Alguien lo había apuñalado. Y ese alguien era muy apreciado para ella. Max jadeaba, le temblaban los pies y estaba totalmente pálido. Max se miró las manos y dio un grito ahogado. Anne le miró asustada y sorprendida a la vez. Sintió un gran alivio. Max se volvió a mirar las manos ensangrentadas y se sobresaltó como si no creyera lo que acababa de hacer. Se lavó las manos rápidamente en el agua de la cascada y permaneció en cuclillas un rato observando en silencio como el agua se teñía de escarlata. Sintió náuseas y quiso vomitar su desayuno, pero resistió. Su hermana salió de su escondite y fue acercándose hacia él poco a poco. Al verla se puso en pie, se miraron a los ojos firmemente, luego ella le abrazó muy fuerte y le susurró un "te quiero hermano". Las lágrimas le brotaron incontrolablemente.

- ¡Max, espera, puede ser muy peligroso! - gritó el chico que venía corriendo.

El chico se detuvo al ver al asesino yaciendo en el suelo boca abajo con la navaja clavada.

Retrocedió varios pasos asustado, se llevó las manos a la cabeza y abrió los ojos del terror.

Max al verle se separó de su hermana y fue hacia él.

- ¡Oh my God! - pe... pero...

- Eh... eh... no tuve más remedio... lo hice impulsivamente y me alegro de haberlo hecho porque de lo contrario no estaría viva ahora - dijo Max muy nervioso.

El chico no apartaba la mirada del cadáver, con gran temor retrocedió unos pasos más atemorizado por la escena. Poco a poco se fue tranquilizando, sus hombros se aflojaron y su postura se relajó. Suspiró profundamente y tragó saliva varias veces. Anne no entendía quién era ese chaval, pensó que quizá fuera un muchacho que pasaba por la zona, pero después pensó que había dicho el nombre de su hermano, así que debía conocerle.

- ¿Qué... qué vamos a hacer con el cadáver? - preguntó el chico aún asustado.

- No lo sé, será mejor no tocarle, no vaya a ser que se queden las huellas.

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