Segunda parte del capítulo 7

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—¡Anne! – gritó John corriendo hacia ella.

Anne al verlo se despegó del tronco del árbol. John se agachó y puso las manos en las rodillas exhausto.

— Menos mal que me has encontrado, este campo es tan grande.

— ¿Estás bien? – preguntó Anne

John se puso derecho y la miró de arriba abajo, comprobando que no tenía ningún rasguño y sonrió.

— Sí, no te preocupes. ¿Tú estás bien? ¿Has terminado con los animales salvajes? - respondió entre jadeos.

— Estoy bien. He mejorado desde el otro día cuando le tiré el vaso a Andrew – sonrió Anne.

— Yo me los he cargado rápido, aunque tengo que reconocer que me ha costado.

— ¿Has notado cómo se esfumaban cuando se morían?

— Sí, es bastante extraño, pero supongo que los habrá hecho desaparecer Andrew.

— Cierto, busquemos a mí hermano.

— Está allí – dijo John señalando una figura a lo lejos.

Corrieron hasta dónde se encontraba Max que seguía sin moverse de su sitio. Anne y John miraron el lugar donde el león se había abrasado. Miraron a Max y luego a la zona grisácea. Max soltó el colgante y sacudió sus ropas de las ascuas.

— ¡Lo has conseguido, mate! – celebró John.

— ¿El qué? – preguntó confuso Max

— Anda ya no te hagas el tonto - dijo Anne.

— De verdad que no sé de lo que me estáis hablando.

— ¿Quién ha hecho esto entonces? – dijo Anne señalando el lugar donde se había quemado el león.

— Yo no, estaba detrás de esa piedra para que el león no me encontrara.

Anne y John se miraron desconcertados. En ese momento apareció Andrew. Sonrió de oreja a oreja y aplaudió. Los chicos se giraron para ver de dónde provenían los aplausos, al ver a Andrew suspiraron aliviados.

— Me alegro de que hayáis conseguido derrotar a esos animales- dijo sonriente Andrew.

Hizo una pausa y miró a cada uno y a sus respectivos collares, se detuvo en uno de ellos que brillaba tenuemente y sonrió. El óvalo rojo desprendía una luz leve en el pecho de Max, éste al ver que Andrew fijó su mirada mucho en su colgante Max lo cogió en sus manos y lo miró de cerca, ahora entendía por qué el defensor lo miraba orgulloso. Y sonrió para sí, aunque no entendía por qué brillaba el óvalo.

— Veo que has logrado usar tu habilidad – dijo Andrew

— ¿Habilidad?

— Te estarás preguntando cómo se ha quemado el león. ¿No habrás pensado que un rayo ha incendiado la hierba cercana al león? - rio Andrew. – Has conseguido usar tu habilidad usando el colgante, ahora tienes que desarrollarla más.

Max se quedó mirando al defensor y asintió no muy convencido. La hierba alta les llegaba hasta la cintura era como si estuvieran en un mar de vegetación. Las acacias tenían bastantes hojas y algunas de ellas tenían flores de color amarillo, en la tierra caían los frutos, Anne se acercó a uno de los árboles y se agachó para coger uno de los frutos y mirarlos de cerca. Los frutos eran del mismo color que las flores con forma redonda y suaves al tacto. Anne dejó el fruto en el suelo y se dirigió al lugar donde estaban los chicos.

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