Segunda parte del capítulo 8

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— Por favor

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— Por favor ... no me sueltes.

— Jamás.

Ladeó la cabeza, miró por debajo de su hombro y pudo atisbar el abismo. Cualquier movimiento en falso o descuido, y caería por aquel precipicio escarpado. Sería una muerte segura e inmerecida. El viento movía su pesado cabello mojado. Tragó saliva y se aferró con fuerza a las manos de su hermana.

Tiraba con fuerza de ella, pero la lluvia y el fango hacía que se resbalara constantemente. A su mente llegaron las palabras que Andrew le dijo: "Podrás dominar el agua en cualquier estado que esté, ya sea sólido, líquido o incluso vaporizada."

— Tengo que soltarte la mano un momento, pero no temas, que no te soltaré la otra mano.

— No ... no, no, me prometiste que no lo harías.

— Escúchame, debo hacerlo para salvarte, sólo será un momento – hizo una pausa — ¿No ves que nuestras manos se resbalan cada vez más? No podré aguantar mucho tiempo así. Por favor, tienes que entenderlo.

Sabía que no sería fácil, que sería arriesgado, pero también sabía que, si le pasaba algo a su hermana pequeña, no se lo perdonaría nunca. Estelle asintió. Anne le miró fijamente a los ojos durante unos segundos y le soltó la mano. Estelle dio un pequeño grito y se agarró con ambas manos a la mano restante de Anne. Anne no lograba concentrarse con el constante ruido de la lluvia y los truenos retumbando en todo el bosque. Toda la presión caía sobre ella, el sentimiento de culpa se hizo presente, ¿qué haría si su hermana muriese? << no, eso no puede ocurrir>> pensó. Eso no iba a ocurrir, no dejaría que la vida de su hermana se perdiera por la culpa de un ser enfermo. En aquel momento, ella era la única que podía salvarla. Suspiró y volvió a intentar concentrarse. Con los ojos abiertos le era imposible concentrase, veía la mirada de temor en el rostro de su hermana y se le encogía el corazón. Cerró los ojos y alzó la mano al cielo. Los rayos y truenos componían una danza espeluznante que perturbarían a cualquiera, pero ella no prestó atención, no podía permitirse ningún segundo de distracción, sería su perdición. Del centro de su mano empezó a surgir una pequeña luz celeste, extendió los dedos y las gotas de lluvia se atraían a su mano como si se tratara de un imán. Poco a poco se fue formando una cápsula de hidrógeno. Abrió los ojos y sonrió para sí, al ver que le faltaba poco para que estuviera completa.

— Ya casi está. Aguanta sólo un poco más. —informó Anne a su hermana con alegría.

Estelle asintió sin comprender nada, no sabía qué era lo que salía de la mano de Anne, sentía miedo, miedo por lo que sus ojos presenciaban, pero confiaba en ella, debía. Súbitamente, fragmentos de roca empezaron a desprenderse poco a poco como si fuera una hilera de piezas de dominó cayéndose hasta llegar al lugar donde Anne tenía apoyado el brazo que sujetaba a Estelle. Los fragmentos se cayeron haciendo que Anne perdiera el equilibro. Inevitablemente, se le resbalaron las manos de Estelle. Ésta se agarró a una roca cercana. La esfera de agua que Anne había logrado crear después de tanto riesgo, se evaporó en una milésima de segundo. Y con ella, todas las esperanzas que tenía de poder salvarla. Su respiración se volvió bastante agitada, tanteó en la tierra hasta dar con una gruesa rama y se la tendió a Estelle. Ésta se agarró al palo con ambas manos inmediatamente. Pero por desgracia no era tan resistente como creyó y se rompió.

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