Unidos

Segunda parte del capítulo 6

— ¡Qué bien, has ganado! – exclamó Anne mientras le daba un abrazo.

— Guau, ese giro ha sido impresionante, creí que te ibas a caer – dijo John eufórico.

— Quería enseñarle a ese chulo que yo también tengo trucos y no hago trampas como él.

— Vamos a celebrarlo – propuso John – os invito a unas hamburguesas.

— Me muero de hambre – dijo Max risueño.

Los tres rieron y marcharon al Macdonald's. Entraron y John fue a hacer el pedido en la barra mientras que los hermanos se sentaron en una mesa con cuatro asientos. No había mucha cola, así que no tuvo que esperar mucho. John pidió tres hamburguesas de pollo crujiente con sus respectivas patatas fritas y bebidas. Pagó y se sentó junto a sus amigos. Los asientos eran bastante cómodos, parecían butacas en forma de bancos. Eran de color rojo, John se sentó en frente de los hermanos, había una mesa rectangular en el centro.

— No parece que haya mucha gente a estas horas – dijo John para sacar algún tema de conversación.

De pronto las luces se apagaron y se quedaron a oscuras. Nadie gritó ni nadie dijo nada. Los chicos se asustaron. Había un silencio inquietante. Max tanteó en la oscuridad la mano de su hermana y la apretó con fuerza, aunque él también estaba asustado, tenía que demostrarle que él no tenía miedo y que estaba a su lado para protegerla. Permanecieron así durante varios segundos.

— ¿Un apagón? – susurró Anne.

— ¿Por qué hay tanto silencio? – preguntó Max extrañado.

— Esto me da mala espina, no sé yo pero creo que es obra de Nu...

De pronto se encendieron las luces. Los chicos observaron lo que les rodeaba, todas las ventanas y las puertas habían desaparecido menos la de la cocina, no había ninguna mesa en el local, excepto la de ellos. No había ni rastro ni de gente ni de empleados. Las cómodas butacas habían desaparecido y ahora estaban sentados en unas simples sillas de madera. Anne se acercó a su hermano asustada. John y Max parecían estar atentos y preparados para lo que pudiera pasar. Algo salió de la cocina haciendo estallar las puertas, como si fuera una explosión, los chicos se agacharon debajo de la mesa hasta que el estallido cesó. Lo que vieron a continuación les dejó los pelos de punta. Eran lobos, y no eran unos simples lobos, eran lobos de gran tamaño. Medían dos metros de largo y un metro y medio de alto. Su pelaje era de color grisáceo parecía bastante rugoso a simple vista. Los mamíferos gruñeron fuertemente, sus ojos eran de color rojo granate, parecía que querían venganza. Los dos lobos empezaron a acercarse a ellos lentamente.

— ¿Qué .. qué hacemos ahora? – preguntó Anne asustada que deseaba salir de allí corriendo.

— Tendremos que enfrentarnos a ellos, antes de convertirnos en su cena – dijo Max.

— Será un suicidio – susurró Anne sin moverse.

— Ahora – ordenó John valeroso.

Los lobos gruñeron enseñando sus afilados caninos. Uno de los lobos empezó a lanzar estalactitas de hielo a Max y éste se cubrió con una silla el otro lobo se abalanzó sobre John, John consiguió alcanzar una silla cercana y lo golpeó con ésta, el lobo la partió en pedazos. John cogió un trozo de madera y golpeó varias veces al lobo y luego con todas sus fuerzas lo empujó hacia delante y se incorporó. Anne permanecía de pie, quieta sin saber qué hacer, Max seguía cubriéndose con la silla, esquivando las estalactitas, una de ellas le rozó la chaqueta y le dejó el hombro al descubierto. Anne por fin reaccionó y corrió a la cocina, pero el lobo que estaba peleando contra John la alcanzó bloqueándole el paso, Anne gritó atemorizada. John no dudó un instante y se echó encima del lobo, se agarró a él fuertemente, su pelaje era muy áspero, era como estar encima de un cactus. Anne aprovechó la ocasión y siguió corriendo buscaba algún utensilio, como un cuchillo, lo cogió y salió rápidamente. Vio que el lobo le estaba desgarrando la ropa a John, Anne corrió y le clavó el cuchillo en el dorso, pero el lobo ni se inmutó, con un simple movimiento de la cola la estampó contra la pared.