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UNO: Un plan

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UNO: Un plan

   Lo que más le impactó fue el jardín, ¡era enorme! Pequeños grupos de estudiantes lo cruzaban energéticamente. Algunos estaban inmersos en conversaciones, otros simplemente repetían hechizos, mientras practicaban intrincados movimientos de varita.

   —El Profesor Dumbledore la espera en su oficina, Señorita Goldstein —musitó apresurado uno de ellos.

   Siguiendo sus indicaciones, la bruja se internó en el castillo.

• • •

   Trataba de concentrarse, puesto que el desplazamiento repentino de las escaleras hacían de la escuela un laberinto, aunque no podía dejar de admirar la ostentosa ornamentación que se erigía a lo largo de cada corredor: armaduras brillantes que hablaban entre sí, numerosas pinturas cuyos protagonistas intercambiaban lugares, tapices multicolor, lámparas de araña...Simplemente no era la decoración que encontrarías en Ilvermorny todos los días (ni siquiera en navidad o pascua).

   —¿Podría ayudarla? —preguntó un hombre, quién posándose delante de ella apuntó en su dirección, realizando una floritura con la varita. De esta última emergieron chispas amarillas.

   —¿Qué...?

   —Nuevas órdenes del ministerio —respondió hoscamente el mago—. Estamos en tiempos de crisis, Señorita, no podemos fiarnos de cualquiera...y, si le soy sincero, una joven deambulando perdidamente por el castillo podría considerarse sospechoso —continuó, examinándola completamente—, así que...dígame...¿le puedo ayudar?

   Pero, antes de que Tina encontrase una respuesta lo suficientemente inteligente para borrar la cara de satisfacción de su acompañante, una voz resonó por todo el pasillo.

   —Rancorous, deja de importunar a la chica —interrumpió tajante Dumbledore—. Dirigiéndome a la torre de astronomía encontré a Peeves haciendo de las suyas, bombas fétidas por todo el pasillo...

   Con solo mencionar el nombre del poltergeist, el celador, Rancorous Carpe, salió corriendo del lugar.

   —¿Qué se le puede hacer? Desde su llegada al castillo Peeves solo le ha dado problemas, complica su ya difícil trabajo...no lo culpo —explicó Dumbledore, encogiéndose de hombros. Su expresión cambió un poco al formular el siguiente comentario—. Supongo que no se encuentra aquí para admirar la arquitectura rústica del colegio, ¿me equivoco Señorita Goldstein?

   Con una seña le indicó que lo siguiera, y la joven bruja cumplió con sus expectativas.

• • •

   Su despacho se encontraba en el primer piso de la torre de Defensa Contra las Artes Oscuras. Lo primero que atisbó Tina fue una enorme chimenea de ladrillo. Parecía falsa, puesto que no tenía leña.

   —Está conectada directamente a la red Flu —explicó el Profesor, al advertir el interés de la chica—, en Hogwarts no se puede aparecer ni desaparecer, solo con permiso especial. Pero muchas veces nos hemos visto sumergidos en emergencias, y necesitamos hacerlo de manera inmediata (un permiso demora de 4 a 5 días), entonces la utilizamos. Es la única en todo el castillo.

   Aparte de la chimenea, la oficina se encontraba vacía. Una mesa de roble era todo lo que se hallaba en el salón. Dumbledore tomó asiento frente a ella, invitándola a hacer lo mismo. El Profesor evitó los rodeos y, como si hubiesen dejado una conversación pendiente, empezó:

   —No podemos atacar a Grindelwald en este momento, tiene que comprenderlo. Mientras el pacto de sangre siga vigente, la opción más inteligente sería alejarse de su territorio, así no nos veríamos inmersos en sus planes...

   —Mi intención no es derrotarlo, solo quiero a mi hermana de vuelta —musitó Tina, mientras jugueteaba con las hebras colgantes del mantel.

   —Debe entender que no es tan...fácil. La Señorita Queenie es una legeremante, son sumamente extrañas, por lo cuál, me atrevería a decir que Grindelwald no va a dejarla escapar de sus tropas. Es uno de sus peones más preciados, al igual que Credence —aclaró Dumbledore.

   —Tengo un plan —Tina estaba nerviosa y a la vez excitada por contárselo. La repentina decisión de Queenie había cambiado sus ideales por completo: aquello que creía bueno y justo se tornó el centro de la especulación. Ahora estaba dispuesta a combatirlo. Newt había relatado en sus cartas el poder que poseía Dumbledore, por consiguiente, la aprobación de éste marcaría su estrategia como digna. Aunque, si la rebatía...no había creado otra, era su única oportunidad.

   El Profesor se sorprendió con la determinación de la auror, en sus ojos refulgió cierto brillo de empatía.

   —Queenie se unió a Grindelwald debido a las antiguas leyes de la MACUSA —empezó a relatar—, simplemente quería casarse con Jacob. No necesito movilizar a todo su ejército, solo a ella. Es lista, y su poder le permite controlar a cualquiera. Si desease liberarse de Grindelwald, sé que lo haría.

   —¿Me está sugiriendo...? —balbuceó Dumbledore, ante las implicaciones de su testimonio.

   —Debo crear una situación que la comprometa, que cumpla con sus expectativas...tengo entendido que posee una buena relación con la Presidenta Picquery, Profesor.

   —Ambos coincidimos en el colegio —aseguró Dumbledore—. Obviamente ella estudiaba en Ilvermorny, y yo en Hogwarts. Debo agradecer los viajes de intercambio —en su rostro se dibujó una sonrisa, como si rememorase esos momentos con especial gratitud.

   —La única acción que podría hacer flaquear la lealtad de Queenie hacia Grindelwald, sería que sus deseos se consiguiesen por un medio más pacífico. Me gustaría concederle ese mérito pero, convencer a toda la MACUSA de cambiar sus leyes en menos de un mes sería tiempo perdido —la morena continuó su discurso, esta vez un poco menos agitada—, Profesor Dumbledore...

   —No tiene que continuar —la interrumpió—, entiendo perfectamente una indirecta —Tina se sonrojó ante su declaración, no quería parecer grosera. Trató de vislumbrar alguna emoción en el rostro de Dumbledore, aunque éste solo le sostenía la mirada.

   —Yo... —tartamudeó la bruja, en un intento de disculpa— no pretendía incordiarle, simplemente pensé que, como mantiene buenos lazos con la Presidenta... —aunque una sonora carcajada prorrumpió en la habitación, tomándola por sorpresa.

   —No debe disculparse, Señorita Goldstein —aclaró Dumbledore—, estaré encantado de ayudarle. Como dije anteriormente, la Señorita Queenie es muy importante para los planes de Grindelwald. Si logramos borrarle de su tablero, tendrá más probabilidades de fracasar. No podemos reducir todo esto a un pacto de sangre —Tina observó como, mientras pronunciaba la última frase, el brillo natural de sus ojos desaparecía—. Primero tenemos que apartarlo de sus seguidores. Y, cuando se encuentre totalmente solo, podré derrotarlo.

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Enero 24 de 2019

Just a PromiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora