Esta historia se encuentra situada después de "Los Crímenes de Grindelwald".
Tina está desesperada. La sorpresiva decisión de su hermana invierte las reglas del juego. En un intento por recuperar su lealtad, la reconocida auror de la MACUSA deber...
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NUEVE: Solo dos semanas
Era una mañana tempestuosa en la ciudad de Londres. Grandes gotas de lluvia empapaban los adoquinados callejones, dificultando el tráfico de las personas que, muy azoradas, chocaban contra otras, tratando de llegar a su destino lo más rápido posible.
El frío no ayudaba a levantar el ánimo, sumándose a la docena de razones por las cuales ese dia no iba a ser especialmente bueno.
Pero ni el estruendoso repiqueteo de los goterones sobre las marquesinas, o el bullir de los carros en la calle, fueron la razón por la cual Tina Goldstein se despertó. Aún asustada después de un peculiar sueño, intentó vislumbrar dónde se hallaba, sondeando los diferentes cachivaches que se extendían por el salón, y comparándolos con los que poseía en su habitación de Nueva York. Entonces reparó en la chimenea de cuarzo que se imponía frente a ella, y recordó que se hospedaba en casa de Newt.
—¿Una pesadilla?
La auror se sobresaltó por la voz proveniente...¿encima de ella? Giró la cabeza de manera inmediata, virando hacia el techo, para encontrarse con el pecoso rostro de un joven.
—Creo que si. Yo...no recuerdo bien —le respondió. Era verdad. Había sido un sueño bastante extraño...aunque no logró evitar estremecerse con el solo recuerdo del mismo.
—Tranquila, ella va a estar bien, Tina —trató de consolarla el mago, acercándola mas a él. Al parecer se habían quedado dormidos la noche anterior, después de unas cuantas confesiones, en el sillón de la sala. Cuando la bruja despertó se encontraba acurrucada en los brazos del magizoólogo. Y aún mantenía esa posición, recostada en su hombro, mientras él jugueteaba con algunos mechones de su cabello.
—No era el mausoleo —alegó, alejándose un poco, lo suficiente para mirarlo a los ojos—. Newt, esto era diferente, se sentía demasiado real. Además, creo que...estoy segura...era Castelobruxo, lo recorrí completamente.
—¿El colegio de magia? —la cuestionó— ¿Cómo podrías hacerlo? Nunca has estado allá.
Pero antes de que Tina respondiese, Jacob descendió por las escaleras. Se lo veía feliz. Tal vez, demasiado para un dia como ese.
—Buenos días —proclamó, entrando en la sala de estar. Al percatarse de su posición añadió con una sonrisa socarrona—, veo que durmieron bien —pero, cuando notó la expresión distante en los rostros de sus amigos, preguntó— ¿Qué está pasando?
—Nada —contestaron al unísono estos últimos. No querían preocuparlo con cuestiones que ni ellos comprendían.
—Lo entiendo, asunto de magos, puedo vivir con ello. Aunque —continuó—, lo que sí no me pasa es que sean las nueve de la mañana, y no hayan sido capaces de realizar el desayuno.