xi

356 29 13
                                    

ONCE: Sueños

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ONCE: Sueños

   Detrás de la colina el sol se ponía lentamente, dejando entrever una gama de tonalidades, desde el azul más oscuro hasta el rosa más pálido, en el cielo.

   —No —protestó Tina, mientras jugueteaba con una extraña flor amarilla que habían encontrado tiempo atrás en el campo. Newt se la regaló, insistiendo en que era tan bella como la mujer que, ahora, se recostaba en su regazo.

   —Ah, ¿es que tienes cosquillas? —le preguntó el joven, mientras seguía trazando delicadamente la línea de su cuello.

   —Estate quieto —prosiguió ella, aunque su intento fue en vano. Estaba retorciéndose de la risa.

   El magizoólogo se había acostumbrado a verla en sus lúgubres uniformes de trabajo, quienes escondían un trasfondo de pesar y espera. Además, recordaba perfectamente la expresión que el rostro de Tina muchas veces denotaba, guiándose a través de una marea irrevocable de sentimientos, que discurrían entre la rabia y la tristeza. Era la cotidianidad de su vida, y no podía culparla. Después de todo lo que había vivido la bruja...sus padres muertos cuando solo era una niña, criar de algún u otro modo a Queenie y, finalmente, que ésta la abandonase en mitad de una guerra.

   La persona a su lado era, sin lugar a dudas, la mujer más valiente que había conocido jamás. Solo deseaba hacerla feliz, evitar que siguiese sufriendo, y otorgarle un lugar seguro en el cual refugiarse de sus problemas.

   Todas esas declaraciones contribuían a que Newt considerase el momento que estaba compartiendo con la auror como perfecto, pues el ambiente informal y relajado ayudaba a que los magos actuasen con total naturalidad, y dejasen atrás las máscaras que cada uno cargaba ante el mundo. Eran simplemente ellos mismos...ahí en el claro, juntos.

   Newt siguió admirándola, debajo del gran roble que daba cobijo a los  amantes. Notaba pequeños detalles que la mayoría de personas tomarían como insignificantes, aunque él solo seguía buscando razones para amarla. Y le era muy sencillo.  Observó cómo algunos traviesos rayos de luz, que se filtraban a través de la hojarasca, refulgían en los ojos de la chica y, al mismo tiempo, acoplaban el infinito espectro de colores dentro de los mismos, uno tras otro ¿Algún día se cansaría de observarlos?

   Lentamente la morena se incorporó, posicionándose al lado del magizoólogo, de manera tal que los dos yacían sentados en el césped, contemplando el vasto campo que se extendía alrededor de la colina.

   —Podría acostumbrarme a esto —declaró finalmente Tina, con una sonrisa jugando en sus labios. Entonces deslizó suavemente su mano por la mejilla del joven, girándolo en su dirección.

Just a PromiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora