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DIEZ: El intruso

Noviembre de 1927

Inglaterra

   Theseus lo fue a buscar a primera hora de la mañana. Sus golpes en la puerta se convirtieron en el motivo de que despertase más nervioso de lo normal. Aún algo agitado bajó las escaleras, y abrió la cerradura para dar paso al otro Scamander.

   —Vaya, Newt, creí que estarías vestido ¿No recibiste mi carta? —le reprochó su hermano, mientras ingresaba en la casa. Rápidamente dio un vistazo al lugar, y giró en su dirección, reprendiendolo—. Tampoco te haría daño organizar un poco.

   Con su varita despejó la abarrotada sala de estar, para después sentarse en el sofá.

   —¿Por qué tienes tantos libros en el salón? Podrían dañarse, hermanito, ¿y tu biblioteca?

   Sí. Ahí estaba el mismo Theseus de siempre, tan pulcro y protector, tratando de arreglar su vida de nuevo.

   —Era una investigación —respondió algo avergonzado Newt, mientras le arrebataba de las manos uno de sus favoritos—, me dijiste que Dumbledore necesita de nuestra ayuda para destruir el pacto de sangre. Creí que podría encontrar algo que sirviese en estos tomos.

   —Y...¿valió la pena? —preguntó el auror, a la vez que removía algunos ejemplares del suelo, y los posicionaba correctamente en la repisa.

   —Lo más seguro es que el Profesor ya tenga la solución, y solo nos necesite para llevarla a cabo... —argumentó el magizoólogo, rogando que su hipótesis fuese cierta.

   Theseus, al comprender el significado escondido en las palabras del joven, soltó una carcajada, y palmeó la espalda de su hermano.

   —Tranquilo. Vamos a encontrarla juntos.

•  •  •

   Después del desayuno se aparecieron en el puente del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Quizá fuese algo extraño, pero Dumbledore se hallaba en ese mismo lugar, esperándolos.

   Newt y Theseus lo siguieron por todo el castillo, hasta situarse frente una gigantesca gárgola de piedra, labrada de manera tal que recordaba a un monstruo.

   —Ranas de chocolate —musitó el Profesor ante la estatua. Con esas últimas palabras la escultura se desplazó, dejando entrever una escalera de caracol en su interior, que los llevó hasta la puerta del despacho del director.

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