VALENTIA Parte 2

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En casa, Toriel estaba limpiando el cuarto que era de Asriel, aún se negaba a soltar las cosas de su querido hijo, incluso les hablaba a veces a sus juguetes, pretendía que él jugaría con ella como antes. Ya no lloraba, pero su mirada había perdido resplandor. Ella quería estar en casa algún tiempo más, después de la muerte del último humano, al ver su alma, se había sentido tranquila, a diferencia de su esposo. Asgore se iba casi todos los días a hotland, con el Doctor Gaster para hacer pruebas o algo así con el alma. No sabía que pretendía… pero seguro era muy importante. Ella lo necesitaba, sí, pero quizás habían descubierto algo con lo que liberar a todo su pueblo del subsuelo. Ella amaba a Asgore, “él sólo quiere lo mejor para todos”.
Se repetía ese mantra una y otra vez.
Val bajó con habilidad del tejado, cayendo sobre una cama de flores doradas, eran muy cómodas de hecho. Se quedó ahí un momento, estaba exhausto después de haber bajado tanto sin apenas descansar. Su frente perlada de sudor, su guante levemente desgastado por las rocas. Sus piernas se sentían como si temblaran, y sus pies lo estaban matando. Podía oler el fresco aroma de las flores doradas en su nariz, sus pies ahora tenían un cosquilleo curioso, de verdad que estaba cansado, no pasó mucho tiempo antes de que cerrara sus ojos, cayendo víctima del agotamiento.

Toriel iba de camino al pequeño campo de flores donde murió Asriel, acostumbraba ir a menudo para regar las flores, y recordad a su hijo en sus últimos momentos. Conforme se aproximaba, también le venía a la cabeza una imagen que no podía superar en mucho tiempo, la imagen de otro niño humano, ahí, agonizando. Incluso desde lo lejos veía como si aún estuviera ahí, un niño humano que se cayó… pero entre más se acercaba, podía verlo con más claridad, no tardó mucho antes de darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Toriel corrió hasta allí, otro niño humano se había caído, en el momento pensó en llamar a Asgore, pero lo mejor era revisarlo primero, se quedó con la mano en el celular, a punto de presionar “llamar”. Con sus dedos índice y medio, tocó el cuello del niño para revisar su pulso, en ese momento, el niño despertó de su sopor.
Un grito enorme inundó todo el palacio,
-So… Sólo es una cabra –Dijo Val, echándose hacia atrás-
-¿Qué es una cabra? –Preguntó Toriel, en shock-

Un incómodo momento de silencio, incluso aún se podía oír el eco del grito que dio Val. Rapido se puso en guardia, pero su cara reflejaba temor, temor e incertidumbre.
-No te asustes, pequeño –Dijo Toriel, levantando las manos haciendo señas de que se tranquilizara- Me llamo Toriel, soy la reina del subsuelo. Tú… te caíste aquí y quería ver si estabas bien.
-Pero… -Val se quedó un momento en silencio- ¿Aquí… hay un reino de hombres cabra?
Toriel se rio con la mano en la boca, apagando así un poco el sonido, no era ruidoso, pero era constante, su pequeña risa duró lo suficiente para que Val bajara la guardia un poco, e incluso se rio un poco, la risa de Toriel era ciertamente contagiosa.
-No sé a qué te refieras con “cabra” –Repuso Toriel- Pero aquí, en el subsuelo, vivimos todos los monstruos.
- ¿Aquí hay monstruos? –contestó con asombro-
-Sí, muchos, y de todo tipo. Ven, te voy a mostrar el resto de la casa, y te daré algo de comer, seguro estás muy cansado.
Toriel le tendió la mano a Val, y este se la dio con cierta precaución. Toriel fue sorteando cada uno de los puzles con precisión, asegurándose de explicárselos a Val para que no tuviera problemas. Al ver que estaba bien, solo algo cansado, decidió que debía darle la noticia a Asgore en persona, como una especie de sorpresa. Toriel estaba sumamente feliz, al fin podía recomponer su familia. 
Al llegar a la casa, Toriel condujo a Val hasta un pequeño cuarto a la derecha, Val entró y vio que este tenía muchos juguetes, parecía la habitación de un niño pequeño. Val se sentó en la cama, mientras Toriel lo observaba con ternura.

-Oye –Preguntó Toriel- ¿Te gusta la tarta de caracoles? Hay algo en el refrigerador, si quieres puedo traerte una rebanada.
-La verdad –Contestó Val- Los humanos no comemos caracoles… solo en un lugar que se llama Francia, pero allá son raros.
-¿Oh, y entonces de que te gusta una tarta?
-Podría ser… emm… canela, las tartas de canela me gustan.
-Canela… muy bien, dame un rato y te prepararé una tarta de canela.
Toriel se dirigió a la puerta, con sus manos entrelazadas al frente y una sonrisa dibujada en el rostro, pero poco antes de salir, se dio media vuelta y se le quedó viendo por un momento
-Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?, no te lo había preguntado.
-Val, yo… sólo me llamo así.
-¡Me encanta!: Tú llámame Tori, se escucha más lindo –Dijo Toriel mientras se tocaba con su dedo índice su mejilla.
Val se quedó dormido en la cama de Asriel, estaba realmente cansado, además de que se había llevado muy bien con Toriel. Por otro lado, Toriel encendió la Tv, su sistema de pago del cable le permitía ver capítulos atrasados de sus programas favoritos. Buscó entre muchos capítulos de “Cocinando con un robot asesino” cómo hacer una tarta de canela, de hecho, lo primero que tenía que hacer era averiguar qué era la canela. 
Val se despertó al cabo de unas horas, en el subsuelo era muy difícil saber qué hora era, ya que estaba oscuro todo el tiempo salvo por la luz artificial. Se levantó de su cama, olía a quemado. Caminó por el pasillo hacia la izquierda, hasta que llegó a la salita de esta, había un libro en el piso tirado. Se escuchaban ruidos frenéticos en la cocina. Al asomarse, vio a Toriel, con todo su ropaje sucio de harina y un fuerte olor a canela y pan quemados inundaban toda la cocina. Toriel se dio cuenta de su presencia y se sonrojó, no quería que viera todo, pero era muy tarde. Un montón de recipientes con pan quemado estaban en la mesa. Val se echó a reír a carcajadas por la cara que tenía Toriel, y ella hizo lo mismo al cabo de un momento. Duraron un par de minutos riendo, Toriel no reía así desde que Asriel y Chara…
Val ayudó a Toriel a recoger el desastre que tenía en la cocina, y después sacó algo de pan que había en el refrigerador (Sí, algunas familias hacen eso, que raro) junto con mayonesa, jamón y queso, no era tarta de canela, pero le enseñó a Toriel que los sándwiches se pueden freír, y se derrite el queso. Toriel estaba fascinada, y Val estaba realmente contento… pero algo no andaba bien, recordó en ese momento a su mamá, que era quien le enseñó a freír los sándwiches.

Aquí la segunda parte :³

Historias de las 7 almas humanas UNDERTALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora