AMABILIDAD parte 2

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En el subsuelo, Gaster se encontraba en su laboratorio, rodeado de las 4 almas que habían recolectado, todas estaban a su alrededor, él adoptó una posición en la que parecía estar meditando, pero, lo que realmente estaba pasando era que las almas le transferían poder, le transferían MAGIA. La magia que tenía era tan fuerte, que había empezado a ver cosas de la superficie, gracias a la nueva habilidad que le había dado el alma púrpura. Era como si tuviera un ojo que vuela en el mundo. Los humanos eran asquerosos a su parecer. Eran crueles e intolerantes. Se hacían daño los unos a los otros por placer, se despreciaban y despreciaban a su planeta, contaminándolo y acabando con sus recursos sin piedad. Pero más allá de eso, Gaster consiguió un poder interesante, podía tener cierta influencia en el exterior, aunque fuera mínima. Sobre toda la zona del monte Ebott. Se acercaba. La quinta alma, se la arrebataría tal como lo había planeado. Al final, Sans y Papyrus ya estaban… controlados y no interferirían de nuevo. Esta sustancia extraña que les permitía a las almas quedarse después de la muerte de su propietario. Descubriría qué era esa sustancia y como reproducirla.
Le fue fácil influenciar a un par de personas para olvidar qué estaban buscando en el monte Ebott. Como sea, no le convenía que adultos cayeran al subsuelo. Hizo que a los investigadores les entrara hambre o desinterés para que se fueran y desistieran de buscar, incluso logró que el padre de un niño se olvidara de que tenía un hijo y se fuera sin él. Nadie iba a extrañar a esa niña de todas maneras, él no lo iba a permitir. Si influenciar humanos le resultaba inusualmente fácil. Era aun más fácil tratar de influenciar animales; ardillas, insectos… perros.

Kim se quedó mirando al barranco, se veía peligroso, pero con una cuerda probablemente podría bajar alguien. Al instante, un deja vu llegó a ella. Vio claramente como un niño de lentes bajaba por esa pendiente con una cuerda. De repente, una figura azul pasó a su lado corriendo. Saltó a ese vació y cayó rodando violentamente y golpeándose con las rocas. Al parpadear una vez, ambas visiones desaparecieron de su cabeza. El perrito ya no estaba ahí. ¡Había sido también una visión? ¿Pero, entonces quién se había comido la mitad de la carne?
Volteó a ver el sartén, ya no había solo mitad de carne, ya sólo quedaba algo de residuos quemados pegados al fondo del sartén. Kim supuso que el perro si había sido real, y se había llevado lo que quedaba para sus colegas. Pero no había sido así, la carne estaba ahí tirada, el perro estba a un lado de Kim, pero ella no lo veía. Entonces una fuerte orden llegó a la cabeza de Kim
Arrójate
Pero se rehusó

¡ARRÓJATE!
Se rehusó

Gaster lo había entendido en ese momento, controlar niños no era tan fácil como controlar adultos. Pero podía sentir en el interior de Kim algo bueno. Podía sentir su alma y tomó su decisión

Arrójate

Acto seguido, el perro caminó al acantilado, la orden no había surtido efecto en Kim, pero el perro no opuso resistencia, lo hizo con lentitud, entonces, Gaster le permitió a Kim verlo de nuevo. Al ver que el perro daba un paso dentro de esa pendiente, Kim no lo dudó ni una vez. Corrió tan rápido como pudo y jaló de la cola al perro, este emitió un chillido de dolor al ser arrojado con fuerza hacia atrás. Una enorme sonrisa se dibujó en la cara de Kim, pero había algo que no tenía vuelta atrás. Kim no pudo sostener su peso al borde de ese acantilado. Tenía el sartén en su mano aún, ni siquiera se dio cuenta de que no se quitó el delantal antes de irse con el perro. Pero no importaba si ella moría… había salvado al perrito.

Gaster tenía todo preparado, ayudó influenciando un poco las decisiones al momento de caer de Kim y a saber hacia dónde ir. Para lograr lo que necesitaba, ella debía llegar a las ruinas, ella debía ser asesinada por un monstruo en especifico. Sin ese requisito, su plan no surtiría el mismo efecto. Hacía tiempo que Toriel se había ido sola a vivir a las ruinas, nadie más en el subsuelo lo sabía. Gaster estaba ahora más cerca de ser un dios. Podía verlo todo en el subsuelo, si se concentraba, podía manipular a los monstruos si se le antojaba. Sólo le faltaba una cosa, la aceptación de todas las criaturas como su dios. Pero para eso, tenía que librarse de un estorbo en su camino.

Kim cayó, haciendo el mismo recorrido que Paty, llegando con rasguños pequeños hasta las ruinas, exactamente dónde había caído en su momento Paty. No sabía qué es lo que pasaba, estaba atónita ante la vista de que hubiera un palacio tan hermoso, pero tan descuidado debajo de una montaña. Las flores doradas, que crecían cada vez más amortiguaron su caída, algunos pétalos brillantes volaron frente a Kim al caer, pero casi no lo sintió, era como si estuvieran ahí precisamente con ese propósito. A pesar de todo jamás soltó el sartén, no supo si lo hizo solo por inercia, pero ahí estaba, con residuos de carne quemada en su superficie, su delantal blanco se ensució durante la caída. Aún confundida, Kim sólo podía pensar en su hermano. No dejaba de repetir “Juste” en su mente una y otra vez. Él siempre había sido un chico rudo, era quien la había ayudado cuando las chicas de su colegio la acosaban, y cuando, una vez, un tipo borracho se la quería llevar. Lo extrañaba, necesitaba que la salvara, que la salvara de sí misma, de su propia INGENUIDAD.

Toriel pasaba los días aprendiendo cómo cocinar diferentes recetas de caracoles, en los últimos meses había memorizado 15 libros de recetas diferentes. El tiempo para ella pasaba diferente, al no tener hijos, su longevidad parecía no tener límite. Era un caso curioso entre los monstruos, los padres le van dando su vitalidad a los hijos, sólo así envejecen. Pero Toriel no tenía hijos, ya no más. Él, Asgore, se lo había arrebatado todo. Sólo tenía un amigo, era el monstruo más raro que había visto en su vida, pero tenía una singularidad que la hacía sentirse atraída hacia él.
-¿Puedes pasarme la baba de caracol por favor? –Dijo Toriel-
Flowey se acercó a ella, tomó el frasco de baba de caracol del refrigerador y se lo puso a un lado, estaba haciendo algo en la estufa, cuando un pensamiento llegó a su cabeza de repente. Algo le decía que tenía que irse a la parte más alejada de las ruinas, dónde crecían las flores doradas. De alguna manera, Gaster no podía influenciar a Flowey, pero este pudo sentir por sí mismo que Kim había caído. Ambos se voltearon a ver.
-¿Lo sentiste? –Preguntó Flowey, curioso- Algo cayó en ese lugar.
-Sí, -Asintió Toriel- Vamos, acompañame. Quizás sea alguien que necesite ayuda.

Historias de las 7 almas humanas UNDERTALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora