8:27 am

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El sol da sus primeros rayos, dejando que toquen mis mejillas a través de las cortinas.

Me siento al borde de la cama y miro el reloj del buró. Junto a el, se encuentra aquel libro y los lentes rotos.
Camino hasta la ventana y abro las puertas del balcón. Inmediatamente el aire frío se estampa contra mi rostro. Cubro un poco mis ojos por la intensidad del sol. Al llevar la mirada a su balcón puedo notar que se encuentra cerrado.

Me pregunto si debería compensarlo por lo que hice.

—Esplendido, como siempre cariño— dijo el bastardo abrochando su pantalón

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—Esplendido, como siempre cariño— dijo el bastardo abrochando su pantalón.
—Si…— me limito a decir tumbado en la cama.
—Le dire a Dino que te visitaré más seguido.
—¡Por su puesto, no sabes cuanto me encantaría!— exclame sarcasticamente y fruncio el ceño hacía mi. A prisa me tomo por la barbilla, aproximando su cara a la mia.
—Escuchame bien, solo eres una puta, que no se te olvide.
—Sueltame, maldito bastardo.
—Hmm— me arrojo torciendo la boca— Solo eres bueno para esto… no lo olvides.

Dicho esto salió de la habitación. Al sonar el estrepitoso ruido de la puerta abrazo a mis rodillas, sentado a media cama, cubierto solo por las sábanas.

—¿Qué estoy haciendo?— una lágrima cae sobre mi brazo y me lanzo a llorar amargamente en la oscuridad de la habitación.

—¿Qué estoy haciendo?— una lágrima cae sobre mi brazo y me lanzo a llorar amargamente en la oscuridad de la habitación

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En la óptica me dan dicho que los lentes no tienen remedio, así que pedí unos iguales para compensar el daño. Me imagino que no puede leer sin sus lentes y sin su libro.
Camino hasta llegar a la biblioteca central. Es realmente como imaginé.
Ash tenía razón, no necesite de una identificación para poder entrar.
Es tan amplio y acogedor… transmite tanta serenidad. Entre los estantes busco algún libro de mi interes, pero ninguno logra cautivar mi atención. Entonces recorde que tenía ese libro. Saque de la mochila éste y comencé a leer las primeras páginas.
Tras algún tiempo, cojo mis cosas y camino hacía casa, me pregunto si hoy podre verte.

El día está por terminar y lo único que he hecho fue mirar el televisor recostado en la cama

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El día está por terminar y lo único que he hecho fue mirar el televisor recostado en la cama. Salgo hacía el balcón y destapo una cerveza que recien he sacado de la nevera. Doy un sorbo mientras observo por la calle lo que hacen los demás. A veces me pregunto que clase de vida tienen, si son casados o solteros. Si corren a prisa porque tienen que llegar temprano al trabajo para mantener a sus hijos, o sus padres estan enfermos. Si son abogados o pilotos. Si lloran por recibir una mala noticia o ríen porque han recibido una buena. A veces quisiera saber.

—Ash.

Al voltear la mirada ese chico me mira fijamente.

—Hola, Eiji— sonríe tras escucharme pronunciar su nombre.
—Que bueno que he podido encontrarte, quería mostrarte algo— Busca entre su mochila algunas cosas, aprovecho para dar un sorbo más— ¡Aquí está, y se encuentra en perfecto estado!— exclama alegre mientras me extiende el libro.
—Vaya, no lo recordé, supogo que debió caerse. No debiste molestarte.
—Lo siento— se inclina hacia mi— fui muy imprudente la noche anterior, lamento si te preocupe.
—Deja de hacer eso, me incómoda. Realmente los japoneses son extraños.
—¿Entonces me disculpas?
—No tengo nada que disculparte.
—¡Ho! Casi lo olvido. No pudieron arreglarlos, así que pense que necesitarias unos nuevos— extiende hacía mi una caja.
—¿Qué es esto?
—Abrelo.

Me sorprendo al mirar que son un par de lentes nuevos, parecidos a los anteriores. Le miro sorprendido y el sonríe como un estúpido.

—¿Cuánto te debo?
—No es nada.
—¿Entonces que quieres cambio?— respondo molesto.
—¿He? No quiero nada a cambio.
—¡Mientes!— grito enfurecido— ¡No me jodas, nadie da algo sin pedir a cambio un favor!
—Yo…— dice con voz quebrada— por mi culpa se arruinaron tus lentes… tú me salvaste cuando estaba a punto de caer… es lo mínimo que puedo hacer en agradecimiento.

Mi rostro se torna serio y una tristeza invade mi cuerpo. Doy un largo suspiro y sonrió.

—Perdón, te lo agradezco— coloco los lentes es mi rostro— ¿Qué tal me quedan?
—¡10 de 10!
—¿Que diablos es ese puntaje? Merezco mucho más.

Ambos reímos sin parar mientras el sol se oculta por la ciudad.

En el balcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora