9:56 pm

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—¡Perdí de nuevo!— exclamo agobiado volviendo mi mano al regazo del balcón.
—Bien, ¿verdad o reto?
—Verdad.
—¿A que edad dejaste de orinar en la cama?— suelta una risa burlona mientras se lleva las manos a la boca.
—¿Qué clase de pregunta es esa?— grito furioso, totalmente avergonzado.
—Jajaja tienes toda la pinta de mojarla hasta los 8, Eiji.
—¡Yo no moje nunca la cama!— me cubro la cara mientras él no para de reir.
—Bien, bien, ¿quieres perder otra vez? Van 17 a 3… yo me sentiría frustado.
—La última— digo confiado.

Ambos nos miramos determinados, colocamos los puños al aire y balanceamos la muñeca al ritmo de piedra, papel o tijera. Por una especia de gracia divina, esta vez soy ganador. El sonríe tras ver mi triunfo de la tijera sobre su papel.

—Bien, que sea rápido.
—Verdad o reto.
—Verdad.
—Tú… ¿quién fue tu primer beso?

Su expresión cambia rápidamente. Deja de posar sus manos sobre el barandal y me mira serio.

—Olvidemos esto.
—Vamos, no puede ser tan…
—¡Dije que lo olvidaras!— me grita con tal rudeza que me hace estremecer— lo siento, no quise…
—Esta bien Ash. Disculpa, creo que hay cosas que es no mejor decirlas— respondo tratando de calmarlo— todos debemos respetar la privacidad, lo entiendo.

Me dejo caer al suelo y me recargo en el barandal, mirandolo a él haciendo lo mismo.

—Tenía 7 años cuando un amigo de mi padre entro a casa y abuso de mi— exclamó tristemente mirando al suelo— desde luego mi padre lo busco y le rompio los dientes, pero no pude soportarlo y escape de casa.
—Ash…
—Tenía 8 cuando un tipo me llevo a una casa hogar, o eso parecía. Todas los noches, hombres llegaban y nos violaban a sus anchas. Pase así 7 años, hasta que un cerdo llamado Dino, me llevo a su casa. Me dio comida, ropa, educación… pero a cambio era un prostituto. Todas las noches traía a alguien diferente a casa. Aveces— esconde su cara entre sus brazos— quisiera saber si puedo escapar de esto…
—¡Si puedes!— me levanto de golpe con lágrimas en los ojos— ¡Tú, puedes salir de esto Ash, puedes elegir, puedes ser libre!
—Libre…— se encoje de hombros abrazandose— he escuchado esa palabra por tanto tiempo que dude que pudiera existir, que solo aparece en mi mente.

Puedo notar que algunas lagrimas salen de sus ojos y se gira al momento para que no lo mire.

Camino al balcón y paso mi pie junto con mi mano al otro extremo.

Me inclino de rodillas frente a él mirandolo tristemente.

—Eiji…

Lo rodeo con mis brazos mientras el me mira con expresión de asombro.

Realmente no hay nada que pueda decirte. Así que esta es la única manera en que puedo apoyarte. Tan frágil, tan herido… ¿Cuantas veces has gritado y nadie te ha escuchado? No puedo hacer frente como tú, y quizá solo sea un estorbo ahora mismo pero, si algo de lo que siento en este momento llega a ti con este abrazo… si tu alma descansa solo por este momento, quiero ser soy yo en quién pueda reposar.

Tras unos instantes él corresponde al abrazo lanzandose a llorar sobre mis hombros.

Tras unos instantes él corresponde al abrazo lanzandose a llorar sobre mis hombros

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Me he quedado sentado a su lado durante un tiempo. He perdido la noción, quiza pase de la medianoche. Tras quedar seco, se recargo en la pared y se quedo dormido. Coloque su cabeza en mi hombro mientras admiro sus largas y rubias pestañas. Su lenta respiración y la manera en que el aire sele por su boca.
Nunca alguien me había parecido tan lindo al dormir.

—Creo que debo irme Ash— susurro hacia él— te llevaré a la cama y me hire por donde vine. No tienes porque preocuparte, no lo sabes pero, yo era un atleta muy bueno en Japón, así que no le tengo miedo a las alturas… siempre he llegado tan alto como pude, en ese cielo que parece inalcanzable pero solo para caer a la realidad. Pero sabes algo, me sentí tan bien en ese instante ahí arriba, que mis brazos se cortieron en alas por un momento y pude volar por ese amplio y hermoso cielo.

Me levanto con cuidado, tratando de no despertarlo. Lo tomo en mis brazos y le recuesto en la cama cubriendolo con sábanas.
Camino al balcón y le miro.

—Buenas noches… Ash.

Cierro las puertas y con cuidado paso de su extremo al balcón del apartamento. Me sacudo las manos, miro nuevamente a su balcón y entro a mi habitación.

En el balcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora