4:56 am

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Él está detrás mio. Recargado sobre el barandal. Su amplia espalda se marca entre las varillas y a solo unos centímetros, mi espalda se encuentra con la suya.
Sostengo entre mis manos una manta. El frío es aterrador a esta hora de la madrugada. Miro hacía el cielo, cubierto de estrellas. Todo está en silencio. La ciudad se encuentra dormida en cada rincón. Solo estamos tú y yo.

—¿A qué le tenías miedo cuando eras niño?— pregunta curioso.
—A las ramas de los árboles en las tormentas. Parecían moustros que venían por mi. ¿Que hay ti Ash?
—A las calabazas.
—¿He?— digo confundo.
—Incluso ahora les tengo miedo, solo verlas me aterrra.
—Quisiera burlarme de ti pero hasta la fecha aún le tengo pavor a los árboles.
—Somos un caso perdido después de todo.

Reímos un poco y nuevamente volvemos al silencio, pero no es silencio incómodo, es todo lo contrario. Mi corazón se acelera y mis mejillas se ruborizan. Nunca sé lo que dirá, ni lo que responderé. Solo escuchar su voz me resulta tan confortable.

—Ash, ¿tienes frío? Puedo darte una manta.
—Ahora que lo mencionas, si tengo un poco.
—Puedo traerte una manta, espera un poco— digo girandome hacía él.
—No, tengo una mejor idea.

De un brinco llega hasta mi balcón y se sienta junto a mi, metiéndose entre la manta.
Me ruborizo de inmediato y evito mirarle.

—Eiji.
—¿Q-qué ocurre?— exclamo nervioso.
—¿Te incómoda esto?
—No, somos amigos— digo evitando mirarle— s-supongo que esta bien.
—Entonces…— gira su con su mano mi cabeza encontrándonos fijamente— ¿porque no quieres verme?
—Porque… yo… quiza no pueda contenerme.
—¿A que te refieres?
—¿He? No, no es nada jaja…

Doy un largo suspiro. Mirando de reojo sus cejas, recorriendo el largo de sus pestañas hasta que finalmente depositó la mirada en sus labios, tan rosados entre ese tono tan blanco de piel que parece el tinte de las rosas de campo.

—Ash…

Al verme, esos ojos verdes invaden mi cuerpo de tranquilidad. Sonríe de la manera más hermosa que alguien pudiera imaginarse.

Sin poder contenerme un poco más me acerco a su labios y por un instante, ese rose entre ambos me parecio la gloria.

—¡LO SIENTO!— grito avergonzado—¡REALMENTE LO SI…
—Shhh— me cubre la boca con su dedo susurrando.
—Pero…
—Shh— dice nuevamente— Eso también lo hacen los amigos— dice sonriendo.

Todo ese nerviosismo desaparece y comenzamos a reír mientras entrelazamos nuestras manos debajo de la manta.

—Eiji, hay algo más que hacen los amigos, ¿sabes?
—¿Qué es?— pregunto ansioso.
—Esto.

Nos cubre por completo con la manta y puedo sentir su respiración por todo mi cuello hasta llegar a los labios, donde finalmente me besa lentamente. Solo puedo cerrar los ojos mientras sus manos frías se cuelan por debajo de mi camisa.

Su lengua húmeda bajando por mi cuello, sus manos tocando mi pecho… solo aunmentan mis ganas de hacer lo mismo con él.

Nos levantamos del piso y caminamos hasta mi habitación con cuidado de no tropezar en la oscuridad.

Nos quitamos la ropa y recostamos sobre las frías sábanas.

No había dolor, no había quejas en la habitación… solo estaban dos almas sobre la cama, besándose, deseandose cada vez más con el pasar de la noche.

Al salir el sol, desperte primero. Le mire recostado sobre mi pecho y así me quede.
Toque sus cabellos al menos seis veces antes de que despertara. Al hacerlo me miro sonriendo.

—Buenos días— dije primero.
—Buenos días— respondió recargando su cabeza en mi pecho— creo que después de lo que hicimos anoche ya no merecemos llamarmos amigos.
—Supongo que no.
—Nunca antes, esto me pareció tan placentero.

Acaricio su cara y sonrió.

—Amor… ¿es correcto llamarlo así?
—Amor… —lo piensa unos segundos y me mira— eres mi primer amor, Eiji.
—Y tu el mio.
—Dilo así, cuando estemos solos. No quiero que te hagan daño.
—Seremos amigos, pero una vez crucemos el balcón, tu seras Ash… mi primer amor.
—No dejaré que nadie te lastime, y no volvere a dejar que nadie me…
—No hace falta que lo digas, lo sé, y te creo.
—Eiji… quédate conmigo.
—Lo haré, si eso deseas.
—Si— rasguña con sus uñas mi pecho y deja un beso sobre el— si, eso quiero.

Nos quedamos así, recostados entre las sábanas deseando que no llegue el mañana.

En el balcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora