El tornillo en la muñeca de Nagito estaba oxidado; Souda se quejaba repetidamente de que le dolían los dedos de tanto hacer fuerza mientras trataba de quitar el tornillo, una chirriante vuelta tras otra.Arrojando el destornillador sobre la mesa, el mecánico sujetó el antebrazo de su compañero y lo sacó de su alveolo. Una chispa de electricidad saltó y Souda respingó, dejando el brazo colgando de un manojo de cables rojos y amarillos.
Nagito no pudo evitar recargare en el respaldo con un suspiro de alivio. Una sensación le recorrió desde el extremo de esos cables: libertad. Habia soportado más de lo que quería admitir aquel brazo, y sus amigos le hicieron jurar que nunca debía volver a mantener oculto los defectos de su extremidad.
—Solo espero que Hajime regrese pronto con las piezas— Souda dirigió una mueca en dirección al puente que los conectaba con la isla central.
Aunque Hajime también podría cumplir la función de mecánico, era Kazuichi el único que se hacía cargo de esa clase de tareas.
El área de trabajo de su amigo estaba apretujada en un hueco de la tercera isla, evidenciada por los repuestos que abarrotaban las paredes.
Los demás se quejaban frecuentemente del desagradable olor a metal y grasa proveniente de ese rincón, aunque por lo general esto se disfrazaba con el fuerte edor de los farmacéuticos empleados en el hospital al otro lado de la isla.
Luego de escarbar entre el desorden, Souda se incorporó con la llave de fusibles que había permanecido largo tiempo enterrada en el fondo. Uno por uno, desconectó los cables que todavía unían el brazo a Komaeda, y cada uno arrojó una pequeña chispa. Al dar un tirón al último cable, su brazo cayó con estrépito sobre el concreto.
Hizo espacio para el brazo en la mesa, acomodandolo como una reliquia entre pinzas y tuercas, antes de entregarle un trapo viejo al suertudo para que pudiera limpiar la suciedad del alveolo.
CRACKCuando levantó la vista, Nagito se encontró con unos grandes ojos esmeralda, un cabello castaño que descendía hasta por encima de sus orejas y unas facciones que cualquiera en el mundo hubiera admirado al menos una vez.
La mueca de Souda desapareció, junto a la sonrisa usual de Komaeda. También el gesto cordial de él se transformó en una disculpa.
—Lo siento —dijo— No tenía intención de interrumpirlos.
El albino apenas alcanzó a escucharlo por encima del vacío de su mente. Con su ritmo cardíaco ganando velocidad, observó más detenidamente sus rasgos tan familiares, luego de verlos tantas veces tras las pantallas.
Se veía más alto después de años, pero el abrigo verde con capucha no había cambiado, incluso en reemplazo por ropas más acordes al caluroso clima tropical.
Nagito estaba convencido de que no eran los primeros habitantes de la isla en mostrarses sorprendidos ante su inesperada visita.
El mundo ignoraba sus vidas en Jabberwock, y la ex clase 78 siempre se había movido con cautela para mantenerlo en secreto.
Mientras menos personas supieran que un grupo de remanentes había sobrevivido a la tragedia, era mejor para ellos.
Estaba seguro de que todos enloquecerían si las víctimas de su desesperación los miraran con el mismo rencor y odio con el que ellos mismo se miraban ante el espejo.
El mecánico fue el primero en saltar de su asiento y casi caer.
Equilibrándose con ambas manos sobre la mesa, se las arregló para hacer una reverencia extraña.
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𝕃𝕦𝕔𝕜𝕪 𝕒𝕤𝕙 𝕔𝕠𝕝𝕠𝕣
FanfictionCuando Komaeda y Naegi se vuelven a encontrar, el mundo aún sufre las secuelas de La Tragedia. Enfermedades letales que se propagan debido a la contaminación, familias destrozadas que buscan venganza, débiles pero supervivientes seguidores de Enoshi...