Capítulo 6. 2ª parte: Una condena y doce horas

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A pesar de lo tarde que el sueño consiguió vencerme, cuando me desperté apenas eran las nueve de la mañana y encima era sábado. Si hubiese tenido universidad al menos me habría podido distraer con mis clases.

Intenté darme la vuelta y dormir, pero después de estar casi una hora dando vueltas en la cama, entendí que eso no iba a pasar. Me levanté y abrí la ventana para que la habitación se aireara mientras yo me daba una ducha que necesitaba con urgencia.

Después de vestirme desayuné sola en la cocina, María no solía levantarse antes de las once los fines de semana.

Cómo hacía muy poco que las clases habían empezado, no tenía gran cosa que hacer, pasé unos pocos apuntes a limpio e hice una práctica que nos había mando una profesora.

Para mi suerte terminé antes de las dos de la tarde, la hora perfecta para ponerme a hacer el almuerzo. Con la intención de ocupar la mente todo el tiempo posible, decidí buscar en internet una receta a sabiendas de que no saldría bien, quizás le pegara fuego a mi piso, pero mientras no pensara en Daniel, todo estaba bien.

Después de un rato buscando, me decidí por un risotto de setas. Por supuesto me faltaban todos los ingredientes menos el arroz, bajé a la tienda que tenía cerca y compré el resto de ingredientes.

Cuando regresé María estaba desayunando tranquilamente en la cocina, no necesité preguntarle, sólo con ver su cara era más que evidente que seguía mal por Álvaro.

Le ofrecí cocinar conmigo, pero se excusó con que debía acabar una práctica y enviarla antes de las cuatro de la tarde.

Seguí la receta al pie de la letra y tan sólo en una ocasión se me pegó el arroz y tuve que volver a hacerlo.

Cuando acabé serví dos platos y los coloqué en la mesa del salón. Pensé que sería una buena idea acompañar el risotto con una copa de vino y compré una botella de Yllera que era el único que me gustaba. Abrí la botella y coloqué junto a cada plato una copa de vino. Llamé a María para almorzar, nos sentamos y serví el vino.

–¿A qué se debe todo esto? –se sentó en la mesa y dio un pequeño trago a su copa de vino.

–Estaba aburrida–no le iba a decir que en realidad me había puesto a cocinar para no pensar que la relación más bonita que había tenía en toda mi vida, con el hombre que ella creía muerto, había sido una farsa, en realidad no quería creerlo así.

–Necesitamos un perro.

–¿Para qué? – miré a María extrañada.

–Para que no te aburras, o al menos para que se coma esta mierda–fue tan hiriente y graciosa a la vez que no supe como sentirme.

Tiramos el risotto a la basura y pedimos comida china. Nos bebimos la botella de vino y acabamos en el sofá hablando de la vida. Era más que evidente que el vino se nos había subido a la cabeza, sentía un calorcito muy agradable.

–¿Por qué me he tenido que fijar en un idiota en vez de en un hombre normal que no me de dolores de cabeza? –comencé a reírme sin parar.

–María, esos hombres no existen.

–Es verdad. En realidad, no debería quejarme contigo, mi pareja es idiota, pero al menos está vivo–al segundo María fue consciente de lo que había dicho y comenzó a pedirme perdón. No me había ofendido porque mi "novio" no estaba muerto, pero si era idiota.

–No te preocupes mujer. Por lo menos Álvaro es bastante decente en la cama.

–¿Y tú como sabes eso? –me puse pálida. Nunca llegué a confesarle a María que Álvaro y yo habíamos tenido una noche loca, obviamente fue mucho antes de que ellos comenzaran con su extraña relación, pero aun así creí mejor no decir nada.

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora