Capítulo 13. 1ª parte: los primeros pasos y una película

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Debido a lo peligroso que era el bosque y el poco tiempo de luz que quedaba cuando Daniel regresó, consideró conveniente que nos quedáramos a pasar la noche allí. Sinceramente creía que nos habría dado tiempo de sobra para marcharnos antes de que atardeciera, pero fue un pensamiento que no manifesté en voz alta, no iba a desperdiciar la oportunidad de pasar una noche más en sus brazos, ni loca que estuviera, además en ese ámbito él era el profesional y me fiaba por completo de su criterio.

Durante la noche mi padre llamó insistentemente hasta que consiguió hablar conmigo, no se conformó con un simple mensaje de texto. Estaba desesperado por verme y que le explicara porque había estado con mi hermano y todo lo relacionado con él. Finalmente cedí y le prometí que en cuanto pudiera iría a casa y podríamos hablar con calma y precisión.

Antes de la siete de la mañana emprendimos el viaje de vuelta, pero en esta ocasión era yo la que conducía, Daniel iba delante de mí en una moto de la policía que había sacado del garaje.

Por petición mía conducía muy despacio, me aterraba la simple idea de perderlo de vista y quedarme pérdida en aquel lugar que era precioso y peligroso a partes iguales.

Una vez fuera, él giró a la izquierda y yo a la derecha. Estaba muy cansada debido a que había dormido unas cuatro horas escasas. Pasamos la noche haciendo el amor, su cuerpo era mi refugio, cuando estaba con él sentía que nada más existía, los problemas desaparecían, mi única preocupación era encontrar el modo de conseguir soportar tanto placer, era una preocupación que estaba dispuesta a afrontar cada día de mi vida.

No solo estaba desgastada físicamente, mi mente necesitaba recomponerse, aclarar ideas y descansar. Internamente siempre supe que cuando volviera a ver a mi hermano me encontraría a una persona rota, pero vivirlo fue como recibir un guantazo de realidad. El día que mi familia dejara de estar bajo amenaza nuestra pesadilla no se acabaría, ese día solo sería el inicio de un largo viaje hasta la estabilidad emocional y el perdón que estaría lleno de culpabilidad, rabia y dolor.

Mi primera idea fue ir a mi piso para lanzarme a la cama y dormir el resto de la mañana, pero recordé la petición de mi padre, siendo sincera, no quería hacerlo. Hablar de mi hermano y lo que había pasado me dolía, pero entendía que necesitara respuestas, por lo que decidí enfrentarme a ello lo antes posible.

Tras quince minutos de viaje, tuve que parar en una gasolinera para tomarme una bebida energética que consiguiera espabilarme. Durante el trayecto había dado hasta tres cabezadas y en la tercera me asusté de verdad.

Finalmente conseguí llegar a mi casa sin contratiempos. La bebida no me espabiló del todo, pero al menos conseguí mantener el coche en medio de las dos líneas de mi carril.

Era muy temprano, la casa estaba en completo silencio. Antes de nada, fui a la cocina y me comí un plátano acompañado de un vaso de agua.

—¿Qué haces aquí? —estuve a punto de tirar el vaso al suelo a causa del susto que me provocó escuchar la voz de mi madre detrás de mí. En esa casa eran demasiado silenciosos. Las personas que ocultan cosas se asustan con facilidad, das el perfil.

—He venido a hablar con papá —respondí inconscientemente.

—Se ha ido a trabajar. Siempre vienes a ver a tu padre, sin embargo, hace semanas que te dije que quería hablar contigo y me evitas. Siento que me ocultáis algo —era día laborable, obviamente mi padre estaba trabajando y no en casa, pero estaba tan cansada que la cabeza no me funcionó lo suficiente para llegar a esa simple deducción.

—Esta bien, hablemos —no quería hablar, pero fue lo único que se me ocurrió para esquivar la pregunta de si le ocultábamos algo.

La seguí hasta el salón, se sentó en una esquina del sofá y yo me senté en la otra.

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora