Capítulo 15 2ª parte: Un recuerdo y el infierno.

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Flashback.

Es ella. Tenía que ser Marta y aquel mensaje una trampa. Quizás me estaba apresurando al culparla, pero su actitud y su mirada me decían que estaba en lo cierto. No podía ser casualidad que justo unos minutos después de que ella me viera allí, recibiera un mensaje de Daniel, pero no usando los números de siempre, a pesar de que él mismo me recalcó que solo utilizaríamos esos para mayor seguridad, además, nunca me llamaba cari, y no se refería a mi piso como "el lugar de siempre"

Si de algo podía estar completamente segura, era de que ese mensaje no lo había escrito Daniel. No sabía si me estaba volviendo loca, pero no podía ser una simple coincidencia, por suerte estaba en el sitio idóneo para averiguarlo. Debían tener el material suficiente para rastrear terminales, pero la realidad era que todo aquello me venía grande y no podía hacerlo sola. Con cuidado de no llamar demasiado la atención, volví a subir al despacho de Montoya y entré sin siquiera llamar a la puerta.

—¿Vienes a por más? —me miraba incrédulo—. Haz el favor de marcharte —dijo levantándose del escritorio y señalando la puerta. Ignorándole, saqué mi móvil del bolsillo y respondí el mensaje que supuestamente Daniel me había enviado con un: "De acuerdo, ¿Algo va mal?"

Esperé unos segundos, pero el despacho siguió en completo silencio, no escuché ningún sonido ni ninguna vibración, no creía que fuese Montoya, pero necesitaba asegurarme. A los pocos segundos recibí otro mensaje que terminó por confirmarme la inocencia del hombre que tenía delante mirándome como si fuera una autentica lunática.

—Necesito que veas esto —le ofrecí el teléfono, vaciló un poco, pero finalmente lo cogió y leyó el mensaje, no sin antes dedicarme una mirada de pocos amigos.

—Cari necesito que nos veamos donde siempre... ¿Qué es esto? ¿A qué estás jugando? —su tono era exasperado, como si creyese que buscaba burlarme de él después de saber que se sentía atraído por mí.

—Mira el número —le apremié ansiosa, suspiró y obedeció.

—¿Daniel? ¿Qué Daniel? ¿Qué es est...? —abrió los ojos como platos cuando se dio cuenta de que se trataba de su compañero de trabajo—. Espera, ¿Él y tú? —su cara de asombro pasó en pocos segundos a ser de asco.

—Eso no importa ahora. Creo que la persona que tiene a Daniel me está tendiendo una trampa.

—¿Qué? —cerré los ojos y resoplé un poco alterada por su falta de agilidad mental, pero como sabía que su confusión era normal, intenté calmarme para explicárselo todo del modo más reducido y sencillo posible.

—Desde que Daniel volvió, por seguridad usamos otros números exclusivamente para comunicarnos entre nosotros, jamás usamos estos, pero quien ha enviado el mensaje no lo sabe, al igual que tampoco parece saber dónde nos vemos, creo que esa persona tiene a Daniel y ahora me quiere a mí y creo saber de quien se trata.

—¿Quién? — a pesar de toda la locura que había ocurrido entre nosotros en aquel mismo despacho, me escuchaba con atención, por lo que mi versión no debía ser tan imposible de creer.

—Marta —negó con la cabeza repetidas veces.

—¿Y por qué crees eso?

—Porque he recibido el mensaje poco después de que ella me viera aquí, no me ha gustado su actitud y estoy convencida de que los papeles que inculpan a mi padre también fue obra de ella.

—Es eso, la detención de tu pad...

—Daniel también cree que fue una trampa, deberías fiarte de su criterio —esa información pareció llamar su atención.

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