Capítulo 13. 3ª parte:

860 86 8
                                    

—Deberíais haberme informado de toda esta situación Elisabeth. Adrián ha sido acusado por tráfico de drogas y colaboración con la mafia italiana.

—Pero él...

—Lo sé —me interrumpió el abogado—. Sé que confesó y llegó a un acuerdo con la policía, pero al parecer en un registro que hicieron en la empresa, autorizado por tu padre, encontraron pruebas que lo inculpan. Creen que su confesión fue una tapadera para poder seguir traficando sin estar en el punto de mira.

—Tiene que haber un error, mi padre es una víctima de esa gentuza, no haría algo así, me niego a creerlo, no es verdad, ¡no lo es! —mi madre me agarró por los hombros y me pidió que me tranquilizara.

—¿Qué va a pasar ahora? —su voz temblaba, pero al menos fue capaz de mantener la compostura.

—Por normal general mañana le pasarán a disposición judicial. Necesito que me informéis de todo con detalle.

Eso hicimos, pero no allí. El abogado nos siguió en su coche hasta nuestra casa.

Una vez allí hablamos largo y tendido, sobre todo yo que era la que más información manejaba, pero en la parte de Raúl me detuve, no sabía que hacer, no quería poner en riesgo a mi hermano, pero tampoco quería cargar en mi conciencia con el peso de no haber hecho todo lo posible por ayudar a mi padre, el cual estaba convencida de que era inocente.

—No me ocultéis nada. Soy vuestro abogado, toda la información que me proporcionéis será empleada para ayudar a tu padre y aquello que no pueda usar en su defensa no saldrá de aquí, te doy mi palabra —hablaba como todo un profesional. Miré a mi madre y ella asintió, por lo que desvelé toda la verdad.

Sabía que tenía confianza plena en Carlos, se conocían desde pequeños, fueron vecinos y estudiaron juntos el primer año de Derecho, el único año de carrera que cursó mi madre antes de darse cuenta que lo suyo siempre fue el arte.

—Carlos dime por favor que puedes ayudarlo.

—Eli no te voy a mentir, la situación es difícil, pero lo de tu hijo es un gran punto a nuestro favor, con esto quizás al menos consiga la libertad provisional.

El móvil que Daniel me había dado vibró un par de veces, intuí que me había enviado un mensaje, fui hasta mi bolso y así era, quería que nos viéramos en mi piso por la noche.

No fui cuidadosa y mi madre me vio leyendo el mensaje. Su mirada no era reprobatoria, la verdad era que no sabría decir que vi en su mirada. Era una situación muy complicada, debíamos estar unidas para apoyar a mi padre, pero no se me iba de la cabeza que unas horas atrás habíamos tenido una fuerte pelea donde se realizaron acusaciones muy graves y dolorosas.

Despidió a Carlos después de volverle a rogar que hiciera todo lo posible por mi padre y vino como una flecha a por mí.

—¿Quién era? —por la desesperación de su voz intuí que deseaba que fuera mi hermano.

—No tengo su número —me limité a responder. La vez que me llamó lo hizo con número oculto. Raúl sí podía ponerse en contacto conmigo ya que Daniel le facilitó mi teléfono, pero aparte de que no era seguro para ninguno de los dos que nos llamáramos con frecuencia, no estaba muy segura de cuando se vería capacitado para volver a hablar conmigo.

—Entonces intuyo que era Daniel, que probablemente también fue quien te dio esa antigualla —era difícil de explicar que con lo inteligente que era, tardara tanto en descubrirnos.

—Quiere hablar.

—¿Confías en él? —la pregunta de mi madre solo tenía dos respuestas posibles, cualquier otra variante inclinaría la balanza hacia la opción negativa.

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora