Capítulo 8. 2ª parte: Las cartas sobre la mesa

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Volví a mi piso intentando no darle demasiadas vueltas a lo último que había escuchado. Eran compañeros de trabajo, llevaban un caso juntos, se necesitarían en muchas ocasiones, pero en realidad no fueron sus palabras lo que me molestaron, sino el tono que había empleado, no sabría muy bien como describirlo, fue una mezcla entre seguridad y debilidad.

Intenté por décima vez apartar esos pensamientos antes de que me llevaran los demonios o diera un volantazo y acabará estrellada contra un árbol.

Antes de meter la llave en la cerradura de la puerta de mi piso me pareció escuchar voces que procedían del interior. La calma huye de nosotras como si fuéramos apestadas.

Entré y confirmé mis sospechas, María y Álvaro estaban en el salón discutiendo a pleno pulmón, aunque verdaderamente la que gritaba era mi amiga. Álvaro por el contrario parecía desesperado porque le dejara hablar. La escena me hizo llegar a la conclusión de que había sido él quien había metido la pata y por la intensidad, la había metido hasta el fondo.

Me daba pena verlos nuevamente así. Tras su última discusión seria por los padres de María, pensé que habían conseguido dar un paso más en su relación y dejar atrás esas absurdas peleas.

Mi amiga se percató de mi presencia y dejó de gritar. Se dio la vuelta y se marchó, supe cuando llegó a su habitación por el fuerte portazo que dio.

–¿Qué ha pasado? –pregunté con cansancio dejándome caer sobre el sillón.

–Algo muy serio–me centré en Álvaro y me incorporé en el sofá para prestarle mayor atención. Su seriedad me preocupó, en muy pocas ocasiones lo había visto tan mal.

–Me estás preocupando.

–Mario nos va a meter en problemas a todos. Es un camello. Está usando el callejón oscuro que hay justo detrás de nuestro garaje para vender su mierda. En más de una ocasión han aparecido personas poco recomendables para comprar.

–¿Joseph lo sabe? –me llevé la mano derecha a la frente y bajé la mirada al suelo.

–No. Está ausente. Dedica su tiempo a su ciclo y a estar con Sandra todo lo posible antes de que se marche y sinceramente prefiero que así sea. Alex ese tipo es peligroso y tu y yo sabemos que Joseph no se achanta ante nada. Me da miedo que le plante cara y Mario le haga daño.

–Yo también lo prefiero.

–Para colmo cuando por fin consigo convencer a María para que me acompañe al garaje y presentarle a mis amigos, ese imbécil se ha acercado a mí cuando he ido a por un par de cervezas y me ha ofrecido de su basura. María se ha puesto echa una furia porque se ha dado cuenta. No me ha dejado explicarme, ha pillado un taxi y se ha venido aquí y yo he venido detrás porque no puedo dejar la situación así. Nunca me había mirado de ese modo, con tanto desprecio. He sentido una presión en el pecho que no me dejaba respirar–Álvaro se llevó la mano a la altura del corazón y yo me acerqué a él para abrazarlo. Se veía devastado.

–Tranquilo, hablaré con ella–fue lo único que se me ocurrió decir para intentar calmarlo.

–Alex el problema es que yo te digo a ti que no consumo y me crees, pero ella no. Mi pareja no confía en mí.

–Si confío–ambos giramos la cabeza y vimos a María parada en la puerta del salón. No sabía cuanto rato habría estado escuchando nuestra conversación, pero por su cara, no parecía que tuviera más ganas de discutir.

–Te juro...

–Ven, vamos a hablar–María le interrumpió y extendió su mano en dirección a Álvaro, él no lo dudo ni un segundo, se acercó a ella y de la mano se marcharon a su habitación.

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora